
La patronal de Castilla y León sigue en la UVI. Varios meses después de que Santiago Aparicio tomase el relevo de Jesús Terciado en la Presidencia, los desencuentros y las luchas internas entre las distintas provincias siguen marcando el discurso al exterior de Cecale. Los presidentes provinciales deben creer que no existe en el mundo más que su ombligo y de que las empresas a las que dicen defender, y que son la única justificación de su existencia, siguen siendo víctimas de una orfandad injustificable en el momento en el que más apoyo necesitan.
Aparicio cometió un error de bulto en su toma de posesión al vincular su continuidad a la aprobación de un plan de viabilidad para Cecale, con una deuda de 17 millones de euros.
El plan se ha puesto sobre la mesa y ha obtenido un apoyo mayoritario, aunque no unánime y el empresario soriano ha amagado con renunciar. Se me escapa si comunicarlo en la junta directiva para que se filtrara fue una decisión estratégica o simplemente ingenuidad.
Aparicio tiene que asumir su responsabilidad. Nadie le dijo que presidir la patronal, un auténtico avispero por los intereses personales de unos y provincianos de otros, iba a ser fácil.
Si hay que ajustarse más el cinturón, como reclaman algunas provincias, habrá que hacerlo. Es lo mismo que están haciendo los miles de empresarios que tienen que despedir a trabajadores que han demostrado su fidelidad y su entrega durante muchos años. Es doloroso pero necesario.
El tiempo se agota. La patronal no puede seguir ausente del debate público en el que se juegan los intereses de los empresarios, la actividad económica y el mantenimiento de muchos miles de puestos de trabajo.
Aparicio es sin duda un magnífico candidato para pilotar la nave, pero debe demostrar la firmeza suficiente para hacerlo. Eso es lo que transmitirá la fortaleza necesaria para que todos remen al unísono. Andar con paños calientes se ha demostrado, una vez más, que es el mejor caldo de cultivo para que algunos lo aprovechen para debilitarle a él y a toda la organización.
RAFAEL DANIEL
Delegado de elEconomista en Castilla y León