
La reciente renuncia de Jesús Terciado a continuar al frente de la Confederación de Organización Empresariales de Castilla y León (Cecale) por motivos de salud coloca a la patronal ante un complicado futuro. Con acierto, Terciado ha puesto fin a una tortuosa transición que amenazaba con prolongarse hasta que los tribunales resuelvan la querella que le ha interpuesto el responsable de los empresarios salmantinos, Juan Antonio Martín Mesonero, por una supuesta malversación de fondos. En mi opinión, un simple acto de venganza hacia quien no se ha plegado a sus deseos y ha sido uno de los mejores presidentes que ha tenido la organización.
La querella, precedida de una larga campaña de hostigamiento hacia Terciado, es también la mejor expresión de una lucha de poder por los fondos que maneja la organización, ahora diezmados por los recortes que han impuesto el Gobierno y la Junta a los agentes sociales.
Cecale tiene abierto un doble frente. Por un lado, la reducción de unos presupuestos que obligarán a optimizar los recursos y, por otro, a todo un movimiento interno, secundado por el zamorano Ángel Herrero, para debilitarla e, incluso, destruirla.
El presidente de transición que pilotará la patronal hasta la celebración de las elecciones saldrá esta semana de una junta directiva. El elegido será uno de los dos vicepresidentes, el segoviano Pedro Palomo y el soriano Santiago Aparicio.
Ellos forman también, junto al burgalés Miguel Ángel Benavente, la terna de la que previsiblemente saldrá el presidente definitivo, una vez que Manuel Soler ha tenido que descartarse por el antivallisoletanismo rampante que todavía existe en esta Comunidad.
Sea quien sea el sustituto su mandato será inviable si no tiene el apoyo cerrado de los otros siete presidentes provinciales que creen en la organización (Javier Cepedano tendrá que retratarse de una vez). El enemigo está en casa pero las disputas internas no permiten distraer ni el mínimo esfuerzo para defender al colectivo empresarial en el peor que ha vivido jamás.
RAFAEL DANIEL
Delegado de elEconomista en Castilla y León