
E l consejero de Economía y Empleo, Tomás Villanueva, certificó hace unos días lo que era un secreto a voces: la defunción de la Federación Regional de Cajas de Ahorros. En elEconomista ya les habíamos adelantado la muerte clínica de Madrigal, el brazo inversor de la Federación y a través del cuál se materializaba el "compromiso" de las cajas con el tejido productivo de la Comunidad, debido al largo y tortuoso proceso de fusiones.
El verdadero problema de lo expuesto por Villanueva no es la constatación de una muerte anunciada, sino la pasividad ante lo que desde hace meses era evidente. La creación de Madrigal fue un "casamiento" a la fuerza impuesto en su momento por la administración regional por el que las cajas de ahorros no han mostrado excesivo entusiasmo durante estos últimos años. Aún así, la sociedad de inversiones se ha demostrado como un buen instrumento para impulsar proyectos estratégicos a través de la concesión de créditos participativos. De eso pueden decir mucho los responsables de El Árbol, Grupo Siro o la aeronáutica Aciturri, cuyos proyectos de expansión han sido posibles gracias a Madrigal.
La desaparición de la Federación, y consecuentemente de Madrigal, llega en el peor momento posible. En plena sequía crediticia, se cierra una importante vía de financiación de proyectos empresariales ante la inacción de la administración y, lo que es peor, de quien se comprometió personalmente a impulsarla: el presidente de Caja España-Duero, Evaristo del Canto. El directivo bancario suma otra decepción en su hoja de servicios tras su incapacidad para negociar un acuerdo aceptable para la entidad de ahorros en la fusión con Unicaja.
En este contexto, menos mal que nos queda Iberaval. La sociedad de garantía recíproca se consolida como uno de las grandes esperanzas para que fluya el crédito. Con unos niveles de solvencia y morosidad envidiables, está lista ya para entrar en el próximo juego que sufrirá este sector para ser más grande. Todo un soplo de esperanza ante tanto panorama menguante.
RAFAEL DANIEL
Delegado de El Economista en Castilla y León