
Diez siglos después de su nacimiento, San Isidro Labrador tiene que seguir en activo no para hacer brotar el agua sino para llevar por el buen camino a los grandes especuladores de materias primas.
¿Quién lo iba a decir que en 2011, diez siglos después de su nacimiento, San Isidro Labrador iba a tener que seguir en activo y a pleno rendimiento, agitando su cayado con más fuerza que nunca? Claro que ahora se le pide un milagro mucho mayor que dar un golpe en la tierra y hacer brotar el agua: el reto es lograr que vayan por el buen camino los grandes especuladores de materias primas en los mercados mundiales.
No te creas, santo, que diez siglos después se ha acabado el hambre en el mundo. Al contrario, más de mil millones de habitantes del planeta no tienen lo suficiente para alimentarse. Y aquí, cada día desaparecen productores de alimentos, agricultores y ganaderos que no tienen sucesor. Pero desde hace un año el maíz y el trigo se ha convertido en bocado apetecible para los grandes tiburones del dinero mundial, a los que ya no les funciona la burbuja del ladrillo y dedican ahora sus malas artes, que son muchas, a comprar materias primas para multiplicar su cuenta de resultados.
Estos grandes inversores que seguramente no han pisado un campo en su vida, salvo que sea de golf o de hípica, compran en Chicago, en Frankfurt o en Londres materias primas. Pongamos por ejemplo que apalabran la adquisición de un diez por ciento de la producción mundial de grano, cuando calibran que los precios están bajos, y con el compromiso de pagarla a 90 o 180 días. Aguardan el momento en el que hay poca oferta en el mercado y sube el precio un 40 ó 60 por ciento para sacar su remanente a la venta, comprado muchas veces prácticamente por los mismos que se lo habían vendido. Así, sin mover la mercancía, sin haber tenido que pagarla y sólo paralizando interesadamente el funcionamiento de los mercados, estos señores se enriquecen, sin que les importe demasiado haber contribuido a inflar unos precios de alimentos básicos a los que no podrán acceder los hambrientos del mundo.
Y no pienses, San Isidro, que esas subidas del trigo y del maíz que en los últimos meses aparecen en las páginas económicas de los periódicos benefician a los agricultores. Ellos venden al principio de la campaña, o en un par de escalones, porque necesitan liquidez para que la explotación siga funcionando. No tienen el capital ni la capacidad de manejar mercancías a gran escala. Incluso, si por casualidad al inicio de la campaña los precios estuvieran altos, estos especuladores son capaces de dar entonces salida a un gran volumen de cereal, para volver a tirar los precios y poder iniciar de nuevo su espiral de especulación.
Es cierto que hoy tenemos una cosa que no existía en el siglo XI, la Unión Europea. 27 países entorno a una estructura que nació para garantizar el abastecimiento de las personas. Podría ser que se pusieran de acuerdo para establecer los mecanismos oportunos de control que protegiera la alimentación de sus habitantes, una alimentación de calidad y en cantidad suficiente, y que además garantizara el futuro de los agricultores y ganaderos y de su medio rural. Claro que no sé si es más fácil que atiendan a tu cayado los de Bruselas o los tiburones de las bolsas. En fin, San Isidro, ya sabes que en el campo no tenemos más remedio que creer en los milagros.
Donaciano Dujo. Presidente de Asaja Castilla y León