
El agua es el elemento más esencial para la vida y la calidad de este bien ha mantenido ocupada a la humanidad desde el principio de los tiempos. ¿Sabías, por ejemplo, que hubo un tiempo en el que el agua de Madrid se clasificaba en función de su aptitud para cocer garbanzos?
Antiguas conducciones subterráneas de origen árabe abastecían a la ciudad desde el siglo VIII, donde ya se mencionaba la calidad del agua, diferenciándola entre aguas "gruesas" o "finas" en función de si podía ser bebida o solo utilizada para otras actividades. Pero, ¿cuál era el método para diferenciar entre "ambas aguas"? Pues bien, no era otro que poner a cocer garbanzos en "ellas", y dependiendo de la duración del proceso, las catalogaban de una manera u otra, diferencia que se sigue utilizando en la actualidad a la hora de cocinar.
Sin embargo, el carecer de un río de caudal considerable en la comunidad suponía un reto para disponer de agua de calidad en cantidades suficientes, lo que originó la fundación de Canal de Isabel II en 1851, que pretendía no solo acabar de implementar un sistema para la calidad del agua, sino también acabar con el problema de abastecimiento que comenzaba a surgir con el crecimiento demográfico que experimentaba la ciudad en el siglo XIX.

Por ello, en el proyecto encargado por Bravo Murillo a los ingenieros Juan Rafo y Juan de Ribera, y que data del año 1848, se decide por traer las aguas mediante gravedad desde la cuenca del Lozoya. Un río que, gracias a sus características orográficas, presentaba un agua con unos parámetros fisicoquímicos envidiables y de los que aún hoy disfrutan los madrileños.
No obstante, al poco de llegar el agua a la capital, la calidad comenzó a verse afectada por las "turbias": un aumento en la turbidez del agua causada por el arrastre de sedimentos.
Primera técnica de tratamiento de agua potable
Por este motivo, y ya en 1910, la preocupación de la calidad del agua impulsó al Consejo de Administración de Canal de Isabel II a nombrar una comisión presidida por Ramón y Cajal, con el fin de que propusiera las medidas convenientes a adoptar.
Así pues, se decidió corregir la turbidez de las aguas a través de la que fue la primera técnica de tratamiento de agua potable llevada a cabo por Canal de Isabel II: la repoblación forestal de la cuenca del Lozoya y el cuidado de los vertidos, debido principalmente al aumento de población de los pueblos situados en sus riberas. Unos cuidados de las cuencas de los ríos que hoy son fundamentales para la calidad del agua potable, como ya visionó el entonces director de Canal de Isabel II, Ramón de Aguinaga.

En la actualidad, Canal de Isabel II, garantiza también la calidad de los vertidos a través de sus 157 depuradoras repartidas por toda la región y en las que se lleva a cabo un riguroso proceso de depuración capaz de regenerar el agua residual para, además de salvaguardar el estado de sus ríos y afluentes, poder utilizarla en actividades de limpieza, regadío o industriales.
Además, con el paso de los años, la evolución de las técnicas de tratamiento de agua potable y la aplicación de las últimas tecnologías se convirtieron en un elemento clave, que dio lugar a la construcción y puesta en servicio en 1967 de la primera estación de tratamiento de agua potable (ETAP), situada en el municipio de Majadahonda. Una instalación que ya forma parte de una red de 14 ETAP, que garantizan la plena calidad y seguridad del agua para el consumo humano.

Tanto es así que, 170 años después de la creación de Canal de Isabel II, más del 96% de los ciudadanos de la Comunidad de Madrid elige beber agua del grifo, según el último estudio publicado por esta empresa pública dependiente de la Comunidad de Madrid desde 1984; y que los profesionales de la Asociación de Pediatras de Madrid también avalan, pues aseguran que "es igual de aconsejable que la embotellada".
Un agua cuyo valor está en su origen, en las zonas graníticas de la sierra madrileña que favorecen su baja salinidad. Pero también en el tratamiento que realiza el propio Canal, evitando que se deteriore la calidad del agua en todo el proceso de canalización y tratamiento hasta que llega a nuestras casas.
Hacia el futuro verde de la Comunidad de Madrid
La calidad del agua es indispensable para construir un futuro en el que la sostenibilidad del denominado oro azul sea la norma y no la excepción. Calidad y sostenibilidad son, por tanto, los pilares de actuación de Canal Isabel II, que se traducen en una economía verde de los recursos, aplicada al buen uso del agua, y por la que trabaja esta empresa puntera en el sector, que busca el uso eficiente de los recursos, así como la innovación en los nuevos procesos de depuración y generación de energía, de manera que se llegue a conseguir una rentabilidad medioambiental.
De hecho, según el último análisis realizado por la agencia de calificación de riesgos Ficht, en el sector de las utilities para medir el poder de adaptación de las empresas a la sostenibilidad, Canal Isabel II se encuentra entre las diez empresas españolas de las 100 empresas líderes mundiales en sostenibilidad -junto a Iberdrola, Naturgy o Enagás-, como gestora del ciclo integral del agua, y gracias a proyectos como el Plan Solar y el hidrógeno verde, que van encaminados a potenciar la economía verde y sostenible en la Comunidad de Madrid.