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Cambio de mentalidad

Nos ha tocado vivir en tiempos convulsos. Así como a principios del siglo XX se consolidó la revolución industrial iniciada a mediados del XIX, gracias a innovaciones como la electricidad o el uso de combustibles que impulsaron la industrialización y el transporte, hoy en día estamos inmersos en una revolución tecnológica que no sabemos dónde nos llevará, pero que tiene un enorme impacto a nivel económico y social.

Una competencia mucho más intensa, a nivel local y global, una velocidad vertiginosa a la que se produce la innovación y se reproduce la información, un entorno de incertidumbre y ambigüedad y una conectividad e interconexión que no parecen tener límites, tienen como consecuencia un cambio total en la forma de organizarnos, relacionarnos, negociar o competir.

En este contexto, las empresas están cuestionando los modelos de negocio tradicionales y debemos preguntarnos si las habilidades y competencias que se requerían hasta hace poco tiempo siguen vigentes. Es obvio que algunos atributos del liderazgo son intemporales, eran válidos hace miles de años y continúan siendo válidos. Tener visión, inteligencia, buen juicio, valor para tomar decisiones difíciles, orientación a resultados y por encima de todo, integridad, ha permitido que la Humanidad haya llegado hasta aquí. También es esencial la capacidad de análisis pero se requieren otras habilidades para poder adaptarnos al entorno actual.

Debemos estar abiertos al cambio , cuestionar el statu quo, reexaminar el entorno, desarrollar el pensamiento crítico y revisar constantemente nuestra forma de liderar. Además, debemos tener una visión mucho más amplia y tenemos que ser multitarea, capaces de hacer varias cosas a la vez. Tenemos que aprender a trabajar en red, a veces con equipos virtuales, remotos y dispersos, sin directrices obvias ni claras y coordinándonos con agentes muy diversos, en lugar de trabajar insertados en una estructura jerárquica. Por ultimo, deberemos aprender a gestionar nuestras emociones y las de las personas con las que nos relacionamos.

Los líderes exitosos serán aquellos que sepan gestionar equipos integrados por personas de tres generaciones distintas (babyboomers, generación X y generación Y), que sean capaces de crear entornos de trabajo más flexibles y que sepan optimizar no sólo su propio rendimiento, sino también el de su equipo.

La formación ejecutiva se convierte así en una herramienta fundamental para ayudar a directivos y profesionales en este contexto. No se trata únicamente de enseñar a desarrollar las nuevas habilidades requeridas sino de conseguir que se produzca un cambio de actitud y de mentalidad . Una transformación profunda para lo que se deben utilizar metodologías diferentes, de tipo experiencial, y aprovechar lo que la tecnología puede aportar en este ámbito a través de simulaciones o materiales multimedia. Las instituciones que imparten formación ejecutiva deben dar un paso más integrando la consultoría entre las soluciones ofrecidas a las empresas. Habrá cambios en los contenidos, en los métodos pedagógicos, en el perfil del claustro y en los mecanismos de integración en la empresa del conocimiento generado. El objetivo es conseguir que la formación ejecutiva se convierta en una palanca crítica para facilitar cambios estratégicos.

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