Elogio de lo inútil (2/4): soñar despiertos para ser más productivos

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Algunos de los primeros estudios sobre la inteligencia se centraron casi exclusivamente en un tipo de razonamiento lógico y abstracto que parecía poder aplicarse a la resolución de cualquier problema. A falta de mejor nombre, lo llamaron inteligencia general. Más adelante, la ciencia se dio cuenta de que había diversos tipos de inteligencia, y de tipos básicos como la verbal, la manipulativa o la matemática, se evolucionó hacia otros modelos en los que se contempla la inteligencia musical o la naturalista. Pero la asunción básica en cualquier modelo es que la inteligencia se demuestra a través de la actividad intencional. Y puede que eso no sea del todo cierto. 

Uno de los descubrimientos más impactantes sobre el funcionamiento del cerebro es que ese curioso fenómeno que llamamos el soñar despierto, en el que la mente vaga errante sin control alguno por nuestra parte, puede llegar a ocupar hasta la mitad del tiempo de nuestra vida consciente. No hace falta tener un conocimiento científico profundo para caer en la cuenta de que algo que ocupa tanto tiempo tiene que ser necesariamente importante. 

Efectivamente, hoy sabemos que el soñar despierto es una actividad productiva en la que nuestra mente puede ocuparse de reordenar nuestros recuerdos, pensar sobre nuestras relaciones y enfocar el futuro. También ese tipo de pensamiento está relacionado con la creatividad y con los momentos eureka, como el episodio de la bañera de Arquímedes o el de la manzana de Newton. Muy pocas personas tienen ideas cuando se les piden, pero muchas las tienen en la ducha, cuando menos se lo esperan. Soñar despierto no es inútil, solo lo parece.

Elogio de lo inútil (1/4): el valor de no hacer nada

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Contagiados como estamos por el virus de la era del vértigo y la celeridad, pasamos constantemente de un dispositivo digital a otro, de un transporte a otro y de un día al día siguiente. Queremos cumplir objetivos y hacer más en menos tiempo, y esto nos ha llevado a la idea, solo parcialmente correcta, de que la única manera de ser productivos es acometer tareas constantemente. Por eso quizá sea bueno recordarnos que hay actividades aparentemente inútiles que nos pueden proporcionar grandes beneficios.

La primera es renunciar a hacer. Nuestra cultura, al menos la occidental, nos dice que la mejor manera de resolver un problema es hacer algo al respecto. Es una cultura de la actividad, que solo ve valor en el movimiento. Es como si la inactividad no pudiera nunca ser productiva. Sin embargo, un antiguo pensamiento afirma que hay sabiduría en ver la diferencia entre las cosas que se pueden cambiar y las que no, y en ocuparse solo de las primeras.

A veces, querer resolver los problemas haciendo algo es únicamente hijo de la inquietud que nos provocan. En otras palabras, queremos resolverlos para librarnos de la ansiedad que nos producen, y ello nos lleva a hacer por hacer. Sin embargo, en ocasiones, si no tenemos la solución, no hacer nada es la medida correcta. Son innumerables los momentos de la vida en los que el simple paso del tiempo ha acabado por colocar cada cosa en su lugar, y muchos otros en los que ese mismo paso del tiempo nos ha ayudado a ver los problemas desde una perspectiva nueva. Hacer por hacer no es nunca productivo. A veces es mejor no hacer nada, salvo dedicarse a observar atentamente la forma que van tomando los acontecimientos.

Ultraconciencia y liderazgo: el tremendo impacto de las palabras

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Las palabras no son simplemente vehículos para comunicarnos, ni únicamente maneras de nombrar objetos, situaciones o personas. Las palabras son las fibras con las que está tejido el mundo en el que vivimos, ese que nos hemos fabricado nosotros mismos. Están conectadas a nuestros recuerdos y a nuestras emociones, y pronunciar o escuchar unas u otras no es ni mucho menos trivial. Es por eso que somos la única criatura del universo que puede emocionarse, asustarse o rebelarse leyendo mensajes escritos. Y es por eso que el uso correcto de las palabras es una de las claves del liderazgo ultraconsciente.

Uno de los experimentos más impactantes (aunque también más controvertidos), que posiblemente jamás se haya realizado sobre la importancia de las palabras en la vida de las personas, se llevó a cabo en Facebook con casi 700.000 usuarios. Los investigadores observaron que cuando se reducían los posts positivos en el muro de los usuarios, el porcentaje de palabras positivas que escribían disminuía, mientras que el de las negativas aumentaba. Y el efecto también funcionaba al revés: cuando las actualizaciones negativas se hacían menos frecuentes, el porcentaje de palabras negativas era menor, mientras que el porcentaje de las positivas aumentaba.

De igual manera, no es ni mucho menos trivial la forma en la que metafóricamente los líderes describen a sus empresas o equipos de trabajo. Así pues, no es lo mismo hablar de un barco que de un ejército, como tampoco lo es hablar de una familia que de una máquina llena de engranajes. Los barcos tienen un rumbo, los ejércitos aplastan a sus oponentes, las familias quieren a sus miembros hagan lo que hagan, y las máquinas llenas de engranajes rara vez fallan.

Las palabras tienen un importante efecto sobre las personas: modelan su pensamiento y su comportamiento. Por eso los grandes líderes siempre han sido autores de grandes discursos que han unido, motivado e impulsado a cientos de miles de personas incluso a través de diferentes generaciones. La ultraconciencia en el liderazgo implica que quien lidera presta atención a las palabras que usa y toma una decisión sobre ellas, escogiendo las que mejor describen la realidad, las que mejor motivan a los miembros de su equipo, y las que hacen posible tanto crear valor como materializar la visión de su organización.

Ultraconciencia y Liderazgo: el sorprendente influjo del entorno físico

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Desde tiempos inmemoriales los criterios de organización del espacio físico en las organizaciones han sido la funcionalidad y el presupuesto. Algo más adelante la idea de imagen de marca y su consecuencia natural, la arquitectura corporativa, también ganó su lugar. Desde entonces, los espacios no solo deben ser funcionales y asumibles presupuestariamente, sino que han de responder a la identidad visual de la marca. Sin embargo, solo recientemente hemos comenzado a comprender el sorprendente influjo del entorno físico sobre nuestro comportamiento. 

Un estudio reciente ha revelado que cuando las personas perciben en el entorno elementos visuales del mundo clásico de los negocios, como puede ser el caso de un maletín, se mueven más competitivos y egoístas. Otra investigación reveló que en habitaciones poco decoradas las personas se vuelven más honestas.  

Como animales que somos, el entorno nos afecta y reaccionamos a los estímulos que provienen del contexto. No es lo mismo recibir a una persona en un ambiente agradable, distendido y cálido, que en una de esas ruidosas y desorganizadas praderas que desafortunadamente se han impuesto en tantas organizaciones. Siempre hemos sabido que los colores ejercen su influencia sobre nosotros, pero ahora sabemos también que los elementos que pueblan nuestro espacio de trabajo también lo hacen.  

Un líder ultraconsciente percibe el influjo del entorno y lo utiliza para crear sincronía y un tono emocional positivo en el equipo. Y también para crear empatía y colaboración en las reuniones de trabajo que mantiene con los diferentes grupos de interés que forman el contexto en el que su organización se desenvuelve. Prestar atención a estos detalles, en otros tiempos desconocidos o desatendidos, es cada vez más importante, y desde luego es una de las cualidades del nuevo liderazgo. Liderar no es solo saber ser, sino saber dónde y cómo estar. 

Liderazgo y ultraconciencia : luchando en la jungla

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Aunque no seamos plenamente conscientes de ellas, todos los profesionales tienen en torno a 150 tareas que realizar en cualquier momento dado. Y se calcula que cada uno de nosotros recibe en torno a 10.000 impactos informativos diarios. Por último, estimamos que por la mente de una persona cruzan aproximadamente 4.000 pensamientos al día. Vivimos constantemente en una jungla de tareas, influjos e ideas que atraviesan nuestra conciencia o luchan por acapararla. En ese contexto, cobra una importancia superlativa que quienes lideran se centren en lo que realmente importa. Son los líderes ultraconscientes.

La ultraconciencia es el control voluntario de nuestra conciencia. Es una habilidad cada vez más necesaria que toma la forma de una constante auto-observación para determinar si el contenido de la conciencia es el adecuado, para tomar una decisión sobre ello.

El líder ultraconsciente debe por tanto concentrarse en aquello que cruza su conciencia, sean sensaciones, emociones o pensamientos. Observarlo y estimar si realmente tiene que ver son sus objetivos y con los de su organización. Y, a continuación, determinar qué hacer con ello: intensificarlo, apartarlo, modificarlo, y así sucesivamente. 

Cuando una persona se concentra en el cómo de sus tareas su pensamiento se vuelve concreto, aterriza en lo operativo y en el presente. Por el contrario, al concentrarse en el porqué de lo que lleva a cabo, su pensamiento se eleva para capturar ideas de alto nivel, pensamientos globales y primordiales que enfocan el futuro y abren un mundo de posibilidades.

Un líder ultraconsciente no solo se centra en qué piensa, sino en cómo piensa: qué es lo que ocupa su conciencia para gestionar ese contenido en favor de sus objetivos y los de su organización. Los líderes ultraconscientes son dueños de su mente.

Liderazgo y ultraconciencia: el modelo de las tres cajas

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El tiempo es una dimensión de la vida de las personas y las organizaciones cuya medición exacta es en realidad un espejismo. El tiempo es fundamentalmente subjetivo, y al igual que no hay dos personas que perciban su transcurso de la misma manera, también las organizaciones se dejan afectar por las interpretaciones subjetivas que hacen de él. Los líderes ultraconscientes, son aquellos que son capaces de acertar con la fórmula que permite mantener el legado de la organización al tiempo que la proyecta hacia delante. 

El modelo de las tres cajas de Govindarajan es ampliamente compatible con esta idea. Apoyándose metafóricamente en las tres deidades hindúes de la destrucción (Shiva), la preservación (Vishnu) y la creación (Brahma), este modelo explica que la evolución de una empresa depende de la tensión dinámica entre el pasado, el presente y el futuro. 

Casi todas las organizaciones coincidirían en que la gestión del presente ocupa casi todos sus recursos y procesos. Sin embargo, en buena medida el éxito de cualquier organización está también en gestionar adecuadamente los extremos representados por el pasado y el futuro.  

Ser consciente del pasado implica ser capaz de asignarle el rol que exactamente le corresponde. La mayoría de las organizaciones tienen unos valores fundacionales y una serie de elementos culturales que, a modo de legado, les caracterizan. Sin embargo, permitir que ese pasado inunde el presente y lo llene de procesos obsoletos, hábitos improductivos y rutinas no solventes es lastrar la organización e impedir su flujo natural. Aquellas empresas de largo éxito y cultura fuerte y homogénea, donde los empleados ascienden fundamentalmente desde dentro y en las que los directivos llevan tiempo en la empresa, tienden a regirse por la poco innovadora máxima de que no hay que arreglar lo que no está roto. Los líderes ultraconscientes mantienen la justa proporción de atención al pasado que sirve para mantener el legado de la organización sin lastrarla, abandonando con agilidad prácticas que ya no resultan útiles en los nuevos contextos. 

En el extremo opuesto está la atención que se debe dedicar al futuro, a la capacidad de la organización de generar nuevos modelos de negocio que permitan adaptarse al ritmo cambiante de los tiempos y así seguir generando valor.  

No resulta ni mucho menos trivial decidir qué porcentaje de tiempo y recursos se debe dedicar a cada una de estas tres dimensiones, pasado, presente y futuro, pues la fórmula elegida provocará desactualización, mantenimiento o innovación. 

 

Liderazgo y ultraconciencia

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La conciencia es ese lienzo por el que pasan nuestras sensaciones, pensamientos y emociones a lo largo del día. Es el término científico más cercano a lo que llamamos vida interior. A veces esa vida interior se sujeta al control voluntario de la atención, otras veces vaga por su cuenta, y algunas veces más se deja arrastrar por influencias de todo tipo. Cada vez más, los líderes necesitan ser líderes dotados de una nueva habilidad llamada ultraconciencia, personas que, más allá de tomar conciencia de su interioridad, gobiernen sobre ella y se centren en lo que de verdad importa.

El primer foco del liderazgo ultraconsciente ha de ser necesariamente cuál es la misión del líder y la de la organización. No sólo el qué hacer o cómo hacerlo, sino el por qué de las cosas que hace y, consecuentemente, hacia dónde guía a su equipo. También, el líder ultraconsciente ha de atender a las influencias internas que le llegan de su mente, de su cuerpo, de su corazón y de su espíritu. Igualmente importan las influencias del entorno: desde aspectos aparentemente nimios como el contexto físico hasta estímulos que llegan constantemente del exterior y que luchan por acaparar la atención. Y por supuesto, las múltiples influencias que operan en los límites de la conciencia o bajo ella.

Una de las tareas importantes dentro del liderazgo ultraconsciente es también prestar debida atención a las palabras que son utilizadas para llegar a la organización. Las palabras tienen significados que evocan en las personas sentidos y emociones, y no es trivial escoger unas u otras. También, el paso del tiempo debe ser objeto de atención, toda vez que un líder tiene que atender ponderadamente a la influencia del legado de su organización, al momento presente, y al futuro que se proyecta y se desea.

Pero sin duda la gran labor del liderazgo ultraconsciente consiste en traer constantemente al aquí y al ahora a las personas, y conectarlas con su propia interioridad. Los líderes auténticos son líderes que impregnan de sentido la vida de las personas conectando sus significados. Pero para eso es preciso que el líder ultraconsciente se enfoque sobre sus colaboradores y sus contextos, con lo que viven y les pasa, y con lo que hacen y esperan.

Ultraconciencia: éxito personal, liderazgo y productividad

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La nueva habilidad conectada con el éxito personal, el liderazgo y la productividad se llama ultraconciencia. Alguien sabio dijo una vez que el control voluntario de la conciencia determina la calidad de vida. La conciencia es el equivalente científico de lo que llamamos vida interior. Es donde se representan nuestras sensaciones, pensamientos y emociones. Contiene el presente, el recuerdo de lo que fuimos cuando lo evocamos, y también es donde se proyectan nuestros planes futuros. Es lo que somos, es todo nuestro mundo. La conclusión lógica de este planteamiento es que si somos capaces de gobernar nuestra conciencia, podemos cambiarlo todo: el mundo, y también nosotros mismos. Eso es la ultraconciencia, una habilidad que tiene una fuerte repercusión en el liderazgo y la productividad.

Hay tres concepciones sobre nuestra vida interior que hunden sus raíces en diferentes tradiciones que intentan explicar cómo funciona nuestra conciencia. Una tiene que ver con la meditación, y supone el intento de vaciar la mente, observar nuestros pensamientos o prestar atención focalizada a un estímulo. Otra establece que las emociones dependen de los pensamientos, y que por tanto el control de lo que pensamos es capital para una vida más plena y feliz. La última, la más moderna, intenta averiguar el impacto que sobre nosotros tiene lo que ocurre en los límites de la conciencia y bajo ella. Desafortunadamente, estas tres tradiciones sobre la manera en que nuestro yo más íntimo discurre por la vida, han permanecido largo tiempo apartadas entre sí. Bajo la perspectiva de la ultraconciencia, las tres líneas se unen en una sola para plantear un nuevo paradigma más global e interrelacionado y, sobre todo, más útil en la búsqueda del éxito personal y la productividad, y en el ejercicio del buen liderazgo.

Las personas ultraconscientes prestan atención a lo que ocurre en su interioridad y deciden sobre ello. Guían su mente para guiar su vida, y así incrementar su productividad y lograr lo que buscan en la vida. Los líderes ultraconscientes perciben las múltiples influencias que les llegan y toman conciencia de su misión y visión para gobernar sobre su vida interior y así elegir el rumbo que conducirá a su organización a buen puerto.

Cuatro ideas sobre la escucha: 4# La potencia de la escucha activa

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Dialogamos para descubrir mayores verdades, para escuchar el remoto eco de desconocidas revelaciones y para clarificar nuestro propio pensamiento. El mundo del conocimiento es el universo más extenso que existe, entre otras cosas porque las estrellas y los planetas que lo habitan son diferentes para cada persona. Y la mejor ayuda de la que se puede dotar el transeúnte de ese espacio es la escucha activa.   

Se escucha activamente cuando se está en la disposición productiva para completar el mensaje de un interlocutor con los matices agregados de la propia experiencia y conocimiento. Cuando se realizan interiormente aplicaciones de lo escuchado, y cuando se disfruta animando a quien habla para que revele su mayor verdad. 

Se escucha activamente cuando se sustituye el “si, pero” por el “si, y también”, cuando se elimina el “no” y todos sus familiares cercanos, y cuando en general el lenguaje es empático y positivo, y habla de fundar, de colaborar y de futuro. 

Se escucha activamente cuando se dejan a un lado los egos y, si se disiente, es para sumar una nueva perspectiva, y no para intentar alzarse con una verdad que, además, es un espejismo. 

La escucha activa es el privilegio de los que comprenden que el diálogo no nació para enfrentar sino para edificar, y la herramienta de los que saben que la única manera de crecer de verdad es construir colectivamente el pensamiento. 

Practiquemos la escucha activa, nos sorprenderá su magia