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Una sociedad sin identificar rastrea el mercado para hacerse con, al menos, la quinta parte del capital del Popular a un precio desorbitado al pagar una prima superior al 50 por ciento de la valoración actual.
Pocas operaciones empresariales han sido tan misteriosas como ésta. Lo que está ocurriendo en estas últimas semanas en torno al Banco Popular es propio de una novela del escritor Gastón Leroux y no precisamente de la más famosa, El fantasma de la ópera, aunque el protagonista de la historia sea un fantasma.
Todo comenzó el pasado 12 de junio. Un ser enfundado en una sábana dio las primeras señales de vida, pero no ha sido hasta el lunes de esta semana cuando hizo su primera y única aparición. Nada se sabe de él a ciencia cierta, a excepción de su nombre. Se llama Blueprime. Ningún dato más. Ni de dónde ha venido, ni dónde se esconde, ni quién es, ni quiénes son sus creadores. Nada.
Objetivo: desestabilizar al tercer banco español
Sus intenciones son claras, pero cada día que pasa es más difícil que consiga su objetivo: desestabilizar el tercer banco español con la compra de, al menos, el 20 por ciento del capital.
Blueprime ha encontrado un aliado para llevar a cabo la ejecución de sus planes.
Se trata de un empresario murciano asfixiado por las deudas que quiere ganar dinero. El socio en cuestión es Trinitario Casanova, dueño del Grupo Hispania.
Primer susto
Ambos han metido un susto momonumental a los directivos del Popular, una de las entidades financieras más estables. Pero, de momento, sólo han generado un pequeño desconcierto. Miedo, lo que se dice miedo, todavía no.
En la entidad que preside Ángel Ron han pasado de la preocupación inicial a la expectación, porque el plan del fantasma se ha estancado o, por lo menos, parece haber entrado en punto muerto.
El acuerdo firmado por el espectro y su único aliado se tambalea, por lo que Blueprime tendrá que buscar otros apoyos si quiere cumplir con sus propósitos. La banca se ha quedado con parte de las acciones del Popular que Casanova iba a vender a los propietarios de esta sociedad opaca, tal y como se comenta en la página anterior.
El empresario murciano quería cosechar unas importantes plusvalías con la inversión reciente del 3,5 por ciento del grupo bancario. ya que compró los títulos a 12,36 euros y se iba a deshacer de ellos a 14,20 euros.
Lo que no esperaba Casanova es que la cotización del banco bajara. Y tan fuerte ha sido el descenso de la capitalización que los acreedores han tenido que ejecutar las garantías del préstamo con las que pudo entrar en el capital de la entidad, efectuando su enajenación.
En enero ya encontró problemas y tuvo que aportar al banco 99 millones de euros adicionales por la bajada en bolsa de la compañía.
¿Quién es Trinitario Casanova?
Trinitario Casanova se convirtió a finales del año pasado en un socio de referencia del tercer grupo bancario español gracias al pelotazo en la venta de un proyecto inmobiliario.
El promotor adquirió la finca La Zerrichera de Las Águilas a un precio simbólico y la vendió a la Kutxa por más de 100 millones de euros, asunto por el que en la actualidad se enfrenta a una querella criminal por no haber cumplido con las claúsulas del contrato suscrito con los antiguos propietarios de los terrenos.
Además, el Gobierno autonómico prohibió luego construir en este suelo al encontrarse en una zona protegida. Los querellantes, la asociación Agriser, reclaman 7,8 millones.
Dada la evolución en bolsa del Popular, el presidente de Hispania acumula unas pérdidas superiores a los 140 millones, aunque parte de éstas pertenecen a la banca acreedora -las correspondientes a los títulos ejecutados-.
Todos los implicados
En esta particular novela real hay más personaje de los citados. Al fantasma, su aliado y los directivos del banco se suman abogados -Fabian Picardo (del bufete Hassans) y el despacho Salans- y un sinfín de figurantes que salen y entran de la trama principal.
Entre los figurantes destacan unos famosos inversores mexicanos, que son los supuestos creadores del fantasma. De estos no hay datos, sólo especulaciones. Se dice que pueden ser el magnate Carlos Slim -dueño del emporio Telmex-; el director general de la operadora Axtel, Tomás Milmo; y el ex consejero del Santander y propietario del Grupo BAL-GNP, Antonio Bailleres.
Otros implicados son los accionistas significativos y no tan significativos. Éstos no son otros que la Sindicatura (una sociedad formada por directivos, empleados y familias tradicionales ligadas a la entidad); la aseguradora alemana Allianz; el portugués Americo Amorim; el inversor de origen indio Ram Bhavnani; y una retahíla de inmobiliarias, como Osuna, Vemusa y Promobys, además del conglomerado Kiluva.
De todos ellos, sólo han tenido un protagonismo más destacado Amorim y Bhavnani. Ambos han desmentido que vayan a colaborar con el fantasma y sus adláteres. Incluso, el segundo mantiene sus planes individuales. El empresario afincado en Tenerife espera la autorización del Banco de España para sobrepasar una participación del 5 por ciento en Popular.
Únicamente Kiluva -del industrial Félix Revuelta, dueño de las tiendas de nutrición Naturhouse- ha desvelado su intención de colaborar con el fantasma, porque, según informaron fuentes cercanas a la compañía, "nada tienen que perder" y "sí ganar mucho".
Rastreo
Blueprime rastrea el mercado en busca de ayundantes para facilitar su camino.
Quiere encontrar a los accionistas del Popular para adquirirles su participación y conseguir el 20 por ciento del capital del banco. En su búsqueda practica el mismo misterio que ante las autoridades regulatorias. Nadie conoce su verdadera identidad.
Y es posible, a juicio de algunos implicados en la trama, que tampoco la sepan sus intermediarios, los abogados de Salans y Hassans en España.
En los pocos contratos sellados (algunos de inversores minoritarios) tan sólo figura el nombre de Blueprime. No hay ni membrete ni dirección que pueda servir de ayuda para identificar quién está detrás de la sábana.
En esta labor anda la CNMV, pero hasta ahora no ha logrado datos adicionales. Si Blueprime obtiene más del cinco por ciento del capital de Popular tendrá que comunicarlo al Banco de España y tendrá que desvelar su verdadero rostro si quiere obtener los permisos necesarios para controlar este porcentaje.
Uno de los personajes que está entre bambalinas y a la espera de aparecer en escena es el supervisor. En sus manos está el final de esta historia. De él, si el fantasma cumple con sus objetivos, dependerá que los supuestos inversores mexicanos se hagan con la quinta parte del tercer banco español.