A falta de cuatro meses y cuatro días para las elecciones presidenciales en EEUU, la atención se dirige ya a las encuestas. Aún no se han celebrado las convenciones de los partidos, y los expertos apuntan a que septiembre es el momento en el que la gran mayoría de votantes empieza a prestar atención a la campaña, pero las tendencias ya empiezan a tener un cierto nivel de relevancia.

Este mes, los grandes partidos estadounidenses celebran sus convenciones, en las que los delegados elegidos durante los meses de primarias nombrarán a sus candidatos a presidente y vicepresidente. Por un lado, los demócratas intentarán escenificar un reencuentro entre Hillary Clinton y Bernie Sanders, que intentará conseguir todas las concesiones programáticas que pueda. Enfrente, el evento republicano observa con atención un movimiento rebelde que pide cambiar las normas para rechazar a Donald Trump y poder elegir a otro candidato en su lugar.

Reino Unido está paralizado desde hace una semana por culpa del referéndum del 'Brexit'. La dimisión de David Cameron ese día dejó sobre la mesa una decisión explosiva de la que nadie parece querer hacerse reponsable: activar el artículo 50 del Tratado de Lisboa y solicitar formalmente la salida de la Unión Europea. Los líderes conservadores que apoyaban la salida están dando marcha atrás en muchas de sus promesas y rechazando tomar una decisión tan tajante. Mientras, Bruselas apremia cada vez más para que los británicos se vayan de una vez si tanto lo desean. La pregunta que ha consumido al Partido Conservador esta semana es la de quién será el encargado de dar ese paso.

Si el magnate inmobiliario Donald Trump había roto todos los manuales de política al ganar la nominación republicana aprovechando una permanente cobertura periodística gratuita, sin apenas salir de su torre en Nueva York y financiándose con préstamos personales en vez de donaciones, ahora quiere hacer el más difícil todavía: ganar la presidencia a Hillary Clinton haciendo exactamente lo mismo. Su campaña -o, mejor dicho, la inexistencia de una como tal- está dejando boquiabiertos a periodistas, políticos y donantes republicanos, que llegan incluso a describir la carrera presidencial de Trump como "un fraude total".

Seis meses después de asumir la presidencia argentina, Mauricio Macri espera que las duras medidas de ajuste aplicadas en este tiempo empiecen a surtir efecto y permitan al país salir de la grave crisis heredada de su predecesora, Cristina Fernández, y afrontar 2017 con un panorama distinto. Hasta entonces, medidas como los despidos de trabajadores públicos, los recortes en el presupuesto, las subidas de tarifas de agua, luz y gas y la incapacidad para frenar la inflación han reducido el margen de maniobra del mandatario, que necesita poder presentar algún éxito cuanto antes.