r.madrid | opinión
Solo, mientras sus compañeros de vestuario volaban a Australia y con la descorazonadora sensación de que irse le apetecía tanto como pegarse un disparo en la rodilla. Así se fue Iker Casillas del Real Madrid, así se fue el portero que entró a la institución blanca como un imberbe virginal y se marchó como una leyenda viva del madridismo. Con un día de retraso, el club reaccionó de cara a la galería, casi como respuesta a las muestras de rechazo e incredulidad que había despertado una despedida tan por debajo de lo que se merecía el de Móstoles.