Podríamos definir la especialidad médica de la reumatología, como la especialidad clínica, rama de la medicina interna, que tiene como exclusiva atribución tanto el estudio, como el tratamiento de toda la patología médica del aparato locomotor, excluyendo, como es lógico, las que tienen un origen traumático. Es decir, que básicamente la reumatología se encarga de todas aquellas enfermedades del aparato locomotor que no van a precisar, para su completa resolución, de tratamiento quirúrgico ninguno. Así pues, podemos decir que se ocupa de todas aquellas dolencias, que se van a desarrollar de una forma preferente o por lo menos muy predominante a nivel de las articulaciones, tal y como sucede por ejemplo, en los variados y muy diferentes tipos de artritis que existen, o bien como sucede igualmente en la artrosis, representada en todas aquellas numerosas localizaciones articulares, donde ésta suele manifestarse habitualmente.

De toda aquella abundante y muy numerosa retahíla de absurdos dogmas, manidos tópicos, sempiternos estereotipos, esperpénticos arquetipos y muy arbitrarios prejuicios que, en conjunto, han orbitado desde siempre en torno a la emblemática figura del reuma y que con el posterior paso del tiempo, han ido evolucionando todos ellos, hasta conformar lo que a día de hoy ha terminado por denominarse y conocerse con el muy sugerente epígrafe de "los mitos y leyendas del reuma". Con absoluta seguridad, el más inmediato y elemental de todos esos mitos, con el cual, nos vamos a encontrar primero y antes, al iniciar el abordaje del estudio de este interesante tema, lo habremos de localizar en la raíz misma de su propia nomenclatura, así como en la íntima esencia de su naturaleza y, por supuesto, también en el significado conceptual, tan escasamente inteligible de una expresión que, por otra parte, resulta tan gráfica y común como sin duda alguna, es ésta tan popularmente extendida del "reuma".

Viene en estos momentos a mi mente, al hilo de este apasionante tema de los mitos y leyendas del "reuma" que estamos ahora desarrollando, relacionado con esos tan peculiares atributos éticos y formales de nuestra sociedad que mencionábamos en el artículo pasado, la figura característica y muy singular de otro interesante personaje, el cual fue, también en los siglos pasados, pintoresco protagonista de nuestra querida España.

De una parte, la ignorancia, siempre tan osada y atrevida. Del otro lado, el oscurantismo, entendido como sistemática actitud, contraria a la difusión de la cultura en la sociedad y a la instrucción de las clases populares. Representan ambos y con toda seguridad, mucho más, cuando acontecen simultáneamente en el tiempo, el caldo de cultivo más propicio y fabuloso, que jamás nadiehubiera podido imaginar para condicionar primero la abrupta aparición del mito y alimentar después, con el paso del tiempo, la parsimoniosa gestación de la leyenda.