Andalucía

Andalucía y el mito de Sísifo

Juanma Moreno, presidente del PP Andaluz. Foto: Fernando Ruso

Por Juanma Moreno, presidente del PP Andaluz

Hace unos días se han cumplido diez años de la caída de Lehman Brothers. El colapso del gigante neoyorquino inauguró un ciclo de crisis económica mundial que se ha comido varias décadas de progreso y alcanzó a todos, incluida Andalucía. Nuestra economía, como en otras regiones, presumía del músculo logrado gracias al sector de la construcción, cuyo desplome dejó un enorme agujero financiero y deuda que arrastró, que es lo más dramático, a las economías familiares.

Todo rodó cuesta abajo como la piedra de Sísifo, el personaje mitológico condenado a empujar monte arriba un peñasco a sabiendas de que, cuando estuviera a punto de llegar a la cima, volvería a caer. En un momento crucial en el que la gestión debía ser más rigurosa que nunca, el gobierno socialista de Zapatero adoptó el relato de los 'brotes verdes', gastó lo que no teníamos, y nos situó al borde del rescate. Andalucía, que arrastra una situación de divergencia estructural con el resto de regiones de España y un problema de desempleo endémico que los sucesivos gobiernos socialistas no han logrado aliviar, es la comunidad que más ha sufrido las consecuencias de la crisis.

Diez años después, cuando empezábamos a levantar cabeza, en buena parte gracias a las reformas del gobierno del Partido Popular, se cierne sobre nosotros la sombra de otra desaceleración. Todos los indicadores avisan: la luz ámbar que alerta de otra crisis económica se ha encendido. Si algo deberíamos haber aprendido es a saber interpretar las señales y a amarrar bien el barco antes de que otra tormenta lo deje a la deriva, como ocurrió con nuestra economía tras la crisis de 2008.

Alarma ver que, ante este escenario, el ejecutivo de Pedro Sánchez hable de nuevo de más gasto acompañado de una subida de impuestos. ¿Nadie en el PSOE ha aprendido la lección? En Andalucía, donde empujamos una piedra más pesada, no se ha aprovechado este último período de estabilidad y crecimiento para emprender políticas valientes, reformistas, necesarias.

El primer varapalo ha llegado envuelto en la bandera de la Unión Europea. Andalucía vuelve a ser región objetivo uno. Recibiremos ayuda extra de Bruselas, pero porque ha habido un frenazo evidente que nos ha hecho perder convergencia. Es decir, no recortamos distancias, nos seguimos alejando. Las ayudas al empleo, a la industria, son como un saco sin fondo. Sólo una gestión desastrosa en los gobiernos de la Junta puede explicar que, después de haber recibido más de 100.000 millones de euros de fondos de la UE, la brecha socioeconómica con el resto de regiones de España siga agrandándose. No sirve la excusa de culpar a las políticas aplicadas desde la Moncloa, porque otras regiones sí han sido capaces de avanzar. Urge un cambio de modelo, un cambio de gobierno para no caer de nuevo por el precipicio, para que piedra no vuelva a rodar cuesta abajo.

A estas alturas del año, entre rumores de un adelanto de los comicios autonómicos, nada se sabe de los presupuestos de Andalucía para 2019. Tenemos un potente instrumento de política económica: la política fiscal y presupuestaria, que los gobiernos socialistas en la Junta no han sabido aprovechar, obstaculizando el desarrollo de las potencialidades que tiene nuestra comunidad. Hace 36 años nuestro PIB per cápita era del 75,5%. Hoy es del 73,8%.

Eso sí, hay un indicador en el que estamos en cabeza: la presión fiscal. Tener más impuestos de competencia autonómica mayores y más altos que los del resto de españoles supone que los emprendedores, autónomos y cooperativistas, los trabajadores y pensionistas andaluces, pagan más impuestos por su trabajo y actividad económica que el resto de españoles, únicamente por el hecho de vivir en la comunidad; y a su vez, que las familias dispongan de una menor renta disponible y menor libertad de gasto por la voracidad socialista para cobrar impuestos.

El proyecto político que pondré en marcha si los andaluces me dan su confianza para cambiar el rumbo de la comunidad pasa en primer lugar por una revolución fiscal que dé un giro de 180 grados a las políticas que hasta ahora han ido añadiendo lastre al progreso. Tenemos autogobierno y capacidad tributaria propia para hacerlo.

La bajada de impuestos es un dinamizador fundamental de las economías, es uno de los mejores combustibles. Mi propuesta pasa por una bajada del tramo autonómico del IRPF de dos puntos y del impuesto de Transmisiones Patrimoniales y Actos Jurídicos Documentados; la bonificación del 99% en la cuota de Sucesiones y Donaciones; y un paquete efectivo y eficaz de deducciones fiscales con el objetivo puesto en el crecimiento, no en el rédito electoral.

Todas estas propuestas las hemos defendido en el Parlamento y han sido sistemáticamente vetadas por la 'pinza' de PSOE y Ciudadanos. Estos últimos han demostrado en Andalucía que la realidad de su política económica es una prolongación de las recetas socialistas que llevan cuatro décadas fracasando en Andalucía. Más lastre.

Mi propuesta, la del Partido Popular, allana el camino para que Andalucía desarrolle todo su potencial, para que lleguemos a la cima. Con valentía, con reformas y con una oportunidad al cambio político es posible.

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