El principal problema que tienen los malagueños es el paro. Es la gran tragedia de Málaga. La tasa de paro casi se ha triplicado entre 2007 y 2012, alcanzando el 33 por ciento, una trayectoria sin embargo que no es ajena, sino paralela a la de otras capitales españolas. Sin duda, este deterioro del mercado laboral está afectando a la renta de las familias y de ahí el retroceso que experimenta el consumo de los hogares.
Según los datos del Servicio Andaluz de Empleo (SAE), el desempleo afecta ya a 210.872, siendo los municipios de Benaoján y Junquera donde se registran los porcentajes más altos, y en Benahavís la cifra más irrisoria, con un 3,9 por ciento. Al final de 2011, en Málaga había 194.999 desempleados, es decir, un 8,14 por ciento menos.
De los casi 211.000 parados en la provincia de Málaga, 21.002 son menores de 25 años. En diciembre cayó el paro en 1,48 por ciento, pero esta caída no puede maquillar unas cifras anuales que son alarmantes. La reforma laboral aprobada por el Gobierno de Rajoy sigue destruyendo empleo y el poco que genera es coyuntural y absolutamente temporal.
En definitiva, por hacerlo más comprensible: la Encuesta de Población Activa (EPA) indica que uno de cada tres malagueños en edad y disposición de trabajar está en el desempleo.
En Andalucía, el paro descendió en 26.972 personas con respecto al mes de noviembre, pero aumentó tras un año muy complicado, con lo que el total de desempleados se sitúa en 1.083.829. Los sectores más afectados en la provincia andaluza han sido los de la construcción y el comercio. En este último sector se han perdido más de 15.000 puestos de trabajo y se han cerrado en torno a 10.000 locales. Algunos comercios relacionados con el suministro industrial han bajado su facturación en más de un 70 por ciento, mientras el de alimentación ha descendido en torno a un 20 por ciento.
Como es obvio, todos los sectores quieren salir de la crisis y asumir nuevos retos. Pero sigo apreciando que falta la voluntad y el coraje de los políticos para luchar contra el paro.