La historia de los siete años que lleva encima de la mesa el proyecto del Grupo Gallardo para levantar una refinería de petróleo en Los Santos de Maimona (Badajoz) está, quizá, a punto de vivir el último capítulo de su tramitación administrativa: la obtención de una declaración de impacto ambiental -positiva o negativa- por parte del Ministerio que dirige Rosa Aguilar. En este tenso compás de espera, y con la necesaria venta de otros activos industriales en el aire, la mano derecha de Alfonso Gallardo -presidente del grupo extremeño- tiene ya pocos pelos en la lengua.
P. ¿Cómo afecta al proyecto de la refinería la venta, o no, de activos industriales al grupo CSN?
R. Sinceramente, creo que muy poco. Porque son estructuras separadas. Si bien el Grupo Gallardo es un accionista hoy de referencia, porque es el promotor, consideramos que al final habrá un socio de referencia importante y del sector petrolero. Lo que hemos hecho con los accionistas actuales y con la Sociedad de Fomento Industrial de Extremadura es conseguir que este proceso sea una realidad. Gallardo no tiene vocación de ser el socio mayoritario ni de referencia. Nuestra presencia, entiendo, se diluirá como la del resto de accionistas. Lo que está claro es que, si finalmente la venta no se hace con CSN, esta empresa no es el único comprador del mundo. Y lo que está claro también es que necesitamos vender.
P. ¿Cómo es la relación con el Ministerio de Medio Ambiente?
R. Es una situación complicada. No logramos entender lo que ocurre, y seguramente algo habremos hecho mal. Porque yo comprendo que en Medio Ambiente, donde hay mucha influencia del movimiento ecologista, pueda haber resistencia a un proyecto como éste. Y que tienen que garantizar que es un proyecto limpio, porque estamos en el siglo XXI, no en el XIX. Pero lo que no entiendo, y me desconcierta muchísimo, es que proyectos exactamente iguales que el nuestro que se han propuesto en España se han resuelto con una facilidad enorme.
P. ¿Cuáles?
R. Cartagena. Se dice que es una ampliación, y es verdad, pero a medias. Cartagena es una nueva planta exactamente igual que la que hay diseñada aquí [por Badajoz]. Por otro lado, en Huelva sí es cierto que hay una nueva inversión para una nueva planta. Pero a nosotros el principal problema que se nos plantea es el tráfico marítimo [para alimentar el oleoducto entre el Puerto de Huelva y Badajoz] y los posibles vertidos accidentales. Pero este problema, que lo podríamos tener nosotros, lo tenía también Cepsa. Sin embargo, con Cepsa no ha habido ningún problema de este tipo ni se le ha pedido lo que a nosotros. Y eso es lo que a mí me llama la atención. Y seguramente alguna cosa estemos haciendo nosotros mal que ellos no.
P. ¿En qué sentido?
R. Hay una cosa que es evidente: la ampliación de Huelva no ha tenido ni una sola alegación, de nadie. Y tienen el mismo problema con el tráfico marítimo que nosotros, pero multiplicado por dos porque la planta es el doble de grande que la nuestra. En Cartagena no ha habido tampoco ni una alegación y tiene, con independencia de la propia planta, un oleoducto más largo que el nuestro [200 kilómetros, frente a 352 del de Cartagena] y pasa por más sitios sensibles medioambientalmente. Y no ha habido ninguna alegación. Hay una actuación distinta por parte de Medio Ambiente, quizá basada en que al no haber alegaciones se ha podido resolver más rápido. Tanto en Huelva como en Cartagena el tiempo medio de resolución ante Medio Ambiente ha sido de unos ocho meses, no tres años que acumulamos nosotros.
P. ¿Cómo se explica eso?
R. Los dos elementos fundamentales son, primero, el movimiento en contra formado por ecologistas y plataformas contrarias. Y eso no existe con respecto a otros proyectos. Y, en segundo lugar, ha habido una oposición frontal de las compañías del sector. De algunas de manera más virulenta que de otras.
P. Pero, ¿tanto daño podéis hacerle a empresas como Cepsa o Repsol? Ya hay otra empresa que explota una refinería en España...
R. Sinceramente, a Repsol menos que a Cepsa. Pero, en realidad, no le hacemos daño a ninguno. Las refinerías de Cepsa están en Huelva y Cádiz, pero su mercado es Madrid. Entonces, al final digo yo que alguien puede pensar que si yo estoy aquí y mi mercado es este, y me ponen una refinería en medio, pues a lo mejor que me están quitando parte del mercado. Esto es un tanto absurdo, porque el mercado es deficitario. En gasolina no somos competencia porque la que se haga hay que exportarla, hay que buscar nuevos mercados; y en diésel, hay déficit pero se está cubriendo por parte de alguien, y si llega un nuevo actor para cubrir ese hueco, pues molesta. Por ahí van los tiros.
P. Entonces, ¿qué elemento diferencial juega en vuestra contra?
R. Cuando nace el proyecto convocamos a todos los partidos, ayuntamientos, organizaciones sociales, ecologistas, incluso la Plataforma del No. Yo creo que todo fue bastante bien, todo el mundo lo apoyó, incluso IU. Curiosamente no pudimos contar en ningún momento ni con los ecologistas no con la plataforma. Y eso no es normal. Y a día de hoy tampoco. Yo entiendo que un ecologista pueda estar filosóficamente en contra de un proyecto así. Pero que no quieran venir ni a informarse. Si eso lo unes a que otros proyectos no tienen ni una sola alegación de los ecologistas, y a cómo se financian los grupos ecologistas, puedes llegar a una conclusión. Nosotros no hemos hecho eso.