Andalucía

De la sospecha a la trazabilidad

  • Nuestra jerga, escuchada por terceros, es una auténtica bomba de racimo. Ayuda a sembrar el tópico de una agricultura poco natural: como si nuestros productos fueran el resultado de la mezcla de semillas híbridas y venenos en una fábrica-

En los últimos tiempos, Alemania nos ha sorprendido varias veces con su falta de exactitud y con sus vaivenes en torno al affaire del E.Coli. Y es que parece que el estereotipo de la exactitud y seriedad germanas no se corresponde del todo con la realidad. Pueden llegar a ser tan chapuzas y penosos como cualquiera de los demás socios europeos.

No obstante, desde el primer momento surgió España como culpable. Y esto es así porque, para nuestra desgracia, el tópico describe a la agricultura de invernadero como una agricultura ?artificial?, muy industrializada, siempre a la vanguardia de los tratamientos químicos y produciendo hortalizas sin sabor. También hemos sido culpables otras veces. En los 80 nos paraban los camiones en las fronteras por los plazos de seguridad de los fitosanitarios; y hace un par de años, nuestros pimientos hacían sonar las alarmas por residuos de productos prohibidos. Durante décadas hemos menospreciado el daño que unos pocos agricultores irresponsables, o simplemente desesperados, estaban infringiendo a nuestra agricultura.

El incumplimiento de uno solo de ellos, cuando se descubre en los análisis, es un enorme tachón en la reputación de todo el sector. La trazabilidad, tan asimétrica ella (todo en el lado del agricultor, nada en el lado de los distribuidores y minoristas), sirve para identificar, pero no parece que sirva para ejemplificar. La mala imagen es mucho más sencilla de lograr que la buena. Y siempre sale cara.

Por otro lado, cuando un agricultor hace un tratamiento a su cultivo, normalmente dice que ha echado los venenos. Cuando realiza una suelta de fauna auxiliar, comenta que ha soltado los bichos. Los economistas hablamos de agricultura intensiva (que tiene una connotación industrial) en lugar de agricultura protegida. Nuestra jerga, escuchada por terceros, es una auténtica bomba de racimo. Ayuda a sembrar el tópico de una agricultura poco natural: como si nuestros productos fueran el resultado de la mezcla de semillas híbridas y venenos en una fábrica (añadan la chimenea en su imaginación), nada que ver con ese proceso orgánico y natural que es la agricultura.

El daño de la actual crisis, por desgracia, no se circunscribirá a este final de campaña, sino que durante muchos meses seguirá pesando en las decisiones de compra de los consumidores europeos, sembrando de dudas nuestros productos, disminuyendo su demanda de forma sutil, o disminuyendo la disposición a pagar por los mismos. El sector debe actuar unido y de forma inequívoca en este terreno, afeando o señalando a los incumplidores. Asimismo, debe exigir la extensión de la trazabilidad hasta el consumidor, para que de esta forma, la próxima vez, sea mucho más sencillo y rápido dar con el origen de la infección para poder atajarla de inmediato, ya sea en Alemania, Holanda, Reino Unido o en la propia España.

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