Extremadura está viviendo uno de los años más secos y calurosos de la serie histórica, el cambio climático está haciendo estragos en los cultivos y afecta a la sostenibilidad de las zonas rurales. Una situación que, de no atajarse pronto, podría afectar a la economía regional. ElEconomista.es ha entrevistado a José Miguel Viñas, meteorólogo de Meteored y comunicador científico.
¿Cómo está siendo el impacto del cambio climático en Extremadura?
En Extremadura los impactos no son muy diferentes a los que están teniendo lugar en el resto de España y en otras muchas regiones del mundo. Los impactos son variados, pero todos ellos vienen de la mano del calentamiento global. La subida de las temperaturas se manifiesta particularmente por la mayor persistencia de días calurosos, fuera del período estival, con un aumento significativo del calor extremo y también una mayor suavidad térmica nocturna, disminuyendo los días de heladas. Paralelamente a esto, la circulación atmosférica se está comportando de forma cada vez más anómala, lo que favorece el que se produzcan períodos largos sin apenas precipitaciones (sequía), intercalados por episodios en los que la precipitación llega a ser extrema. Lo que llevamos de año 2023 es un buen ejemplo de este comportamiento meteorológico, según las proyecciones climáticas, tenderá a aumentar en el futuro, y que incide muy negativamente en la actividad agrícola y ganadera, que en Extremadura tiene un gran peso.
¿Cómo está transformando la sequía la economía local y rural de los pueblos extremeños, e incidiendo en un sector clave en la región?
Enlazando con lo que apuntaba con anterioridad, la rapidez con la que están cambiando las condiciones de contorno dictadas por el comportamiento climático está poniendo cada vez en más dificultades a las actividades en el ámbito rural, ya que resulta cada vez más difícil adaptarse a unas condiciones tan cambiantes y con frecuencia extremas. Pensando en la agricultura, es particularmente dañina la combinación de una sequía con períodos prolongados de altas temperaturas. Hemos visto esta primavera cómo esas sequías repentinas (así se han bautizado) ha castigado a la agricultura de secano, y posteriormente, el también anómalo período húmedo de tormentas ha causado daño, por ejemplo, en la cereza, provocando una disminución drástica de su producción, muy dependiente de unas condiciones estacionales que este año se han invertido.
En mayo las fuertes tormentas están asolando los cultivos, ¿se puede hacer algo?
Que en mayo o junio haya tormentas entra dentro de la normalidad climatológica, el problema viene cuando ese tiempo tormentoso es persistente y, además, muchas de esas tormentas descargan chubascos de lluvia o granizo de gran intensidad, lo que irremediablemente provoca daños en los cultivos. Los agricultores siempre han tenido que aceptar las reglas de juego de caprichoso comportamiento atmosférico, pero ahora, en el marco del calentamiento global en el que nos encontramos, este tipo de situaciones tormentosas tan persistentes y extremas, están aumentando de frecuencia, lo que al final hace que la probabilidad de sufrir el impacto directa de ella en los cultivos aumente. Se puede afirmar que se están haciendo cada vez más pequeñas las ventanas de oportunidad de los agricultores para salvar un mínimo de producción que garantice la continuidad de su actividad. En este sentido, las perspectivas no son buenas, pensando en el futuro.
La Asamblea de Extremadura aprueba en esta semana las ayudas directas a los afectados por la sequía; mientras, las tormentas están dañando también al campo sobre todo al cultivo de cerezas del norte de Cáceres, qué contradictorio el cambio climático, ¿cómo debemos anticiparnos al presente y futuro para que la agricultura y ganadería sea rentable?
La aceleración del cambio climático es una realidad y eso nos obliga a adoptar medidas (cambios) también con rapidez. No es fácil actuar con la presión cada vez mayor que ejerce el cambio climático sobre todas nuestras actividades, no solo la agrícola o ganadera. En agricultura, por ejemplo, hay que ir probando nuevas variedades que resistan más un clima más extremo, con sequías más frecuentes, más días con calor extremo, etc. Habrá casos en los que un tipo de cultivo en una zona determinada se tendrá que abandonar, al perder la rentabilidad su explotación. Es importante (vital) que las administraciones públicas gestionen las políticas agrarias de manera adecuada, teniendo en todo momento presente hacia qué tipo de escenario climático nos vamos dirigiendo.
¿Qué dibujará el cambio climático en un futuro próximo?
Aunque cualquier proyección climática conlleva una incertidumbre, parece claro que nos encaminamos a un mundo cada vez más cálido y –poniendo la lupa en España y en Extremadura– con un mayor déficit hídrico e irregularidad pluviométrica. No podemos pensar que cada año nuevo será peor que el anterior, pero las tendencias son claras y tenemos que irnos preparando para esos cambios. Los estamos ya percibiendo, pero irán a más.
Mucho se habla de la economía verde y circular, ¿servirá para mitigar los efectos negativos en el medioambiente?
La mitigación es una pieza clave en este complejo puzle, ya que es lo que nos permitirá esquivar los escenarios climáticos de altas o muy altas emisiones, que son los más peligrosos y los que podrían amenazar si no a la especie humana si el tipo de sociedad que hemos ido construyendo. Paralelamente a intentar descarbonizar con urgencia la atmósfera, necesitamos autoprotegernos de los impactos del cambio climático, ya que cada vez son mayores y afectan a un número mayor de personas y actividades. Ambas acciones (mitigación y adaptación) deben de ir de la mano.