
La candidatura olímpica de Madrid se desmorona. Después de tres intentos consecutivos con idéntico desenlace, las opciones de albergar unos Juegos quedan más reducidas que nunca. El futuro es negro, aunque por el momento no se quiere cerrar la puerta a una posible cuarta candidatura.
Tras perder la organización de la cita de 2012 ante Londres, la de 2016 ante Río de Janeiro y la de 2020 ante Tokio, podría pensarse en un hipotético nuevo intento, cuyos principales motivos para la esperanza serían la experiencia cosechada y la rotación de continentes que apunta hacia un 2024 en Europa.
Sin embargo, los 'gigantes' del Viejo Continente tienen sus naves preparadas con ese año en mente. Tanto París como Berlín pretenden plantear candidaturas de gran fuerza y peso internacional para el mencionado año. Y sin duda, partirían como favoritas.
Francia y Alemania ya trabajan 'en la sombra' para esta carrera olímpica. Son conscientes de que tienen numerosos apoyos, granados en las últimas décadas a nivel diplomático y sin duda influyentes en el Comité Olímpico Internacional.
Incluso, no se descarta que la alternativa llegue de la mano de Roma, una candidatura que podría recabar muchos de los apoyos internacionales que en las últimas tres elecciones ha tenido Madrid, y que restaría, por tanto, opciones, a un cuarto intento español.
De este modo, y aunque no se descarta el intento de la capital española en 2024, desde el COE y el resto de miembros implicados en la organización están en este momento pesimistas y proclives a no concurrir a la nueva carrera olímpica.
Además, dejar pasar 2024 implicaría un retraso aún más dilatado, debido una vez más a la rotación de continentes. En caso de que, como parece, ese año los Juegos se disputen en alguna gran ciudad europea, 2028 volverá a viajar lejos del Viejo Continente, e incluso cabe la duda de si esto podría ocurrir también en 2032.
Por eso, la dilación en el tiempo podría jugar una vez más en contra de Madrid, que para el momento en el que pudiera volver a optar, vería como uno de sus principales activos, las infraestructuras ya construidas, quedaría inutilizado al haber pasado ya suficiente tiempo como para dejarlas obsoletas.
A día de hoy, todos estos factores hacen que, entre la delegación española, el ambiente sea de pesimismo y la sensación apunte a que ha acabado definitivamente el sueño olímpico. Aún así, el futuro está encima de la mesa, y no se quiere dar carpetazo tan rápido a la cuestión. Los dirigentes españoles decidirán en los próximos meses la ruta a seguir.