
El sector inmobiliario se encuentra inmerso en un proceso de profunda transformación. Tras superar la crisis del Covid-19 con gran fortaleza, se espera que el mercado de la vivienda vaya mutando para ajustarse a las nuevas necesidades de los futuros compradores. De esta forma, la sostenibilidad, la innovación, la digitalización y la industrialización son los factores a tener en cuenta dentro del negocio inmobiliario de cara a los próximos años.
Por un lado, los criterios ESG se están convirtiendo en una pieza fundamental del sector inmobiliario debido a la creciente sensibilización de la sociedad, que ve indispensable reducir la huella de carbono, aspirar a una mayor eficiencia energética, una menor huella hídrica y un uso menor de plásticos en todo el proceso constructivo. Por ello, en los próximos años, las promotoras deberán tener muy en cuenta los factores ambientales y sociales para una construcción responsable con el medio natural y social.
De esta manera, será imprescindible no solamente incorporar energías renovables y nuevas tecnologías en las promociones, como puede ser la geotermia o la aerotermia, sino también aplicar la premisa de la sostenibilidad en los procesos iniciales de la construcción y en toda su cadena de suministro. Ejemplos de ello pueden ser la selección de materias primas no contaminantes y respetuosas con el medio ambiente, el consumo de recursos en el proceso logístico del transporte, desde origen hasta destino, o la certificación de la procedencia de todos los insumos que se producen en el proceso constructivo.
En la misma línea, el concepto de I+D+I (Innovación, Digitalización e Industrialización) también juega un rol esencial en el mercado inmobiliario actual y que, sin lugar a duda, se volverá aún más crucial en el futuro. Esta idea pretende ofrecer una mayor productividad en los procesos internos, una agilización de todas las interacciones con los clientes, desde el mismo momento de la comercialización hasta la solución de los problemas de posventa. Es por ello que la forma de gestionar la comunicación y las diferentes transacciones deberán seguir progresando para dar respuesta a las necesidades de las futuras generaciones, cada vez más apegadas a lo digital y acostumbradas a gestionar todo a través de procesos no presenciales.
Desde otro ángulo, es preciso señalar que la escasez de suelo finalista en los grandes núcleos urbanos se está convirtiendo en un problema muy serio que necesita una solución para evitar el imparable proceso de envejecimiento y desertificación de los núcleos urbanos. Así pues, las promotoras nos vemos forzadas cada vez más a invertir en las periferias de las ciudades para seguir creando viviendas. Sin embargo, urge que las administraciones públicas tomen medidas que agilicen los trámites para poner a disposición de los ciudadanos más suelo finalista.
Otra de las grandes asignaturas del urbanismo a largo plazo será el de la flexibilidad del uso del suelo. Actualmente, las ciudades requieren de normas urbanísticas que sean flexibles y adaptativas a la realidad de sus ciudadanos. Un ejemplo son las naves industriales abandonadas en los centros de las ciudades, que permanecen décadas en estados lamentables, cuando si la norma lo permitiera, serían ámbitos que ayudarían a poner más oferta de vivienda en mercado, revitalizando barrios y limitando la subida de precios.
En el sector tenemos claro lo que necesitamos hacer y en este sentido, reclamamos un mayor diálogo con todos los agentes para crear el entorno adecuado para la inversión y crear la seguridad jurídica que la acomode. De lo contrario, nos enfrentaremos a otra década perdida en lo que a materia de vivienda se refiere. El comprador del siglo XXI nos demanda nuevos retos, y nosotros estamos preparados para ello. Sólo nos queda pedir a las Administraciones, locales, autonómicas y central, que nos acompañen en ese camino facilitando la transformación.