
Siempre que me preguntan cómo veo el sector en tres o cinco años, me resulta muy complicado dar una respuesta certera sin que esta sea una mera suposición.
La intensidad y velocidad con la que suceden los cambios en la actualidad, impiden poder realizar este tipo de previsiones o estimaciones.
No obstante, lo que sí me gustaría plantear a continuación son algunas reflexiones sobre cómo considero que deberían ser los próximos años y en qué aspectos deberíamos fijar nuestra atención para afrontar el futuro con garantías de éxito.
Como nos ha recordado la COP26, celebrada en Glasgow estos días, es prioritario seguir avanzando con determinación en la lucha contra el cambio climático y en los importantes retos que, como humanidad, tenemos por delante.
Como responsables de más del 75% del valor final del vehículo, los proveedores de automoción seguirán invirtiendo en Investigación, Desarrollo e Innovación (I+D+i) un porcentaje muy alto de su facturación (actualmente es el triple que la media industrial española) con el objetivo de continuar fabricando componentes, sistemas y tecnologías para que la movilidad sea cada vez más segura, sostenible, conectada y automatizada. Además, seguiremos inmersos en lo que hemos denominado Industria 4.0 sostenible, concepto con el que hacemos referencia a esa doble transición hacia una industria digital y sostenible, lo que supone avanzar hacia el liderazgo digital y hacia la neutralidad climática y poniendo en marcha mecanismos de transición justa que no dejen a nadie fuera. Gracias a la introducción de nuevas tecnologías en los procesos de producción, estamos consiguiendo que estos sean cada vez más eficientes y sostenibles. Y, por supuesto, teniendo en cuenta a las personas, pieza fundamental en nuestra industria.
Queremos seguir siendo actores protagonistas de la transformación, pero no podemos hacerlo solos. Necesitamos una estrategia-país que nos permita seguir liderando la automoción en Europa y en el mundo. Gracias a la tecnología estoy seguro de que lograremos no solo una movilidad más segura, más limpia y más inteligente, sino una movilidad más inclusiva. La regulación y las decisiones de los poderes públicos deben acompañar esta transición ordenada y progresiva para que, desde la innovación, logremos transformar el mundo.