
El Gobierno de Pedro Sánchez ya tiene confirmado a su primer ministro: Josep Borrell ha aceptado el ofrecimiento del líder del PSOE y será el titular de Exteriores. Una decisión que esconde varias lecturas y que se produce, no casualmente, cuando el nuevo jefe del Ejecutivo inicia un complejo juego de equilibrios con Cataluña.
Más allá de su experiencia de Gobierno, de su proyección internacional, de su conocimiento de las instituciones europeas , de que en 2016 Sánchez ya pensara en él como ministro de Exteriores, de ser un importante apoyo para el líder del PSOE en sus duros meses antes de las primarias o de ser 'cuota' del socialismo catalán, la elección de Borrell que ha hecho Sánchez deja un primer mensaje nítido: un 'azote' declarado del independentismo catalán será el máximo representante de España en el exterior.
Si por algo ha destacado en los últimos años Borrell ha sido por su combate del secesionismo a medida que éste iba alcanzando cotas mayores en Cataluña. Si en 2015 ya lanzaba el libro Las cuentas y los cuentos de la independencia echando por tierra los argumentos económicos del independentismo y en 2016 dejaba sin palabras a Oriol Junqueras en un debate entre ambos, en el último año se ha involucrado en este combate hasta el punto de participar en actos como la manifestación convocada por Societat Civil Catalana (SCC) el pasado 8 de octubre en Barcelona en defensa de la unidad de España. En dicha marcha reprochó al empresariado catalán que sacará a sus empresas de la comunidad sin haber denundiado antes la situación que se estaba viviendo.
La lucha por el relato
Los aplausos constitucionalistas recibidos convirtieron a Borrell en el mejor reclamo del PSC para las elecciones del 21 de diciembre, si bien declinó ir en las listas evitando hacer sombra al líder de la federación, Miquel Iceta, y rechazando volver a la política del día a día. Aunque dentro del socialismo catalán no todos estuvieron de acuerdo en su fervor, Sánchez vio cómo Borrell se consolidaba en su rol de personaje hostil para el independentismo en pleno giro del PSOE en política territorial a partir de su apoyo a la aplicación del 155.
Con su elección, Sánchez pretende seguir haciendo pedagogía en Europa sobre los males del independentismo. Algo que él ya hizo hace meses con actos en Reino Unido y en Alemania. Una declaración de intenciones -el transmitir este relato en la UE- que sorprende a algunos por el apoyo expreso que ha recibido Sánchez de ERC y el PDeCAT en la moción de censura, pero que sirve al PSOE de argumento para rebatir al PP: se nos acusa de vendernos a los indepentistas con "pactos ocultos", pero colocamos a un 'enemigo' de los mismos como cara visible del Ejecutivo.
No obstante, su nombramiento deja a Sánchez otro flanco al descubierto. El apoyo recibido de los independentistas no será enteramente gratuito y el haberse decantado por Borrell ya ha despertado las primeras críticas desde el soberanismo. El expresidente catalán Carles Puigdemont le ha acusado en las últimas horas de contribuir al "odio" en la región y el diputado de ERC Gabriel Rufián ha recriminado a Sánchez su elección: "Qué vergüenza".
¿Una de cal y otra de arena?
En cualquier caso, el mensaje de Sánchez aún es incompleto dado el poco tiempo transcurrido desde su llegada. Por el momento ha elegido a Borrell a Exteriores y ha asegurado que mantendrá el control financiero de la Generalitat hasta que se recupere la "normalidad" y la Generalitat, ahora presidida por Quim Torra, demuestre que no se saldrá de la legalidad.
Resta por saber si activará otros contrapesos o no. Si su intención es seguir con la política territorial que ha defendido en los últimos meses -llamó "racista" a Torra y le comparó con Le Pen- o dar una de cal y otra de arena con futuros nombramientos. En sus manos está la elección de un nuevo delegado del Gobierno en Cataluña y del nuevo fiscal general del Estado. Dos cargos desde los que se puede cambiar la perspectiva respecto a la cuestión catalana.
En el caso del delegado de Gobierno -La Vanguardia apunta a Joan Rangel, que ya lo fue con Zapatero entre 2004 y 2011-, propiciando un escenario de diálogo, como han apuntado Sánchez y Torra. Mientras, un cambio en la fiscalía podría desencadenar un criterio más flexible con respecto a los delitos y la prisión preventiva de los dirigentes independentistas procesados. Si bien la decisión última estará en manos de los jueces.