Política

Cristina Cifuentes, auge... ¿y caída?

  • Cifuentes fue capaz de labrarse una imagen de 'moderna' en el PP
  • Hoy declara en la Asamblea por el 'caso Púnica'
Cristina Cifuentes. Foto: Efe

Sólo una persona ha mandado tanto en Madrid como Esperanza Aguirre, y ese fue su enemigo íntimo Alberto Ruiz Gallardón. Los estilos de ambos a los mandos fueron diferentes, pero sus finales acabaron siendo igual de precipitados. Ella era la lideresa, la Margaret Thatcher, el verso suelto, el carácter irrefrenable capaz de oponerse a un Rajoy en su máximo apogeo. Él era tranquilo, indirecto en sus críticas, moderado en sus formas y leal al partido. Nadie mejor para retomar el testigo de dos liderazgos tan marcados como alguien que bien aparenta ser la mezcla de ambos.

Quizá por eso Cristina Cifuentes fue capaz de labrarse una imagen como 'moderna' dentro del PP, explotando el lado icónico de sus tatuajes, su condición de motera o su posición abierta respecto al colectivo LGTB, junto con un discurso contundente dando donde menos del PP parecía: llegó a proclamar que el tiempo de los corruptos había llegado a su fin. A la vez, era capaz de guardar en su despacho piedras que -decía- los radicales lanzaban a los agentes policiales durante su etapa como Delegada del Gobierno.

Esperanza Aguirre ha dimitido -tres veces-, rodeada por la corrupción de todo su entorno político tras años esquivando sospechas. Alberto Ruiz-Gallardón logró entrar al Consejo de Ministros y acabó saliendo de forma precipitada por lo radical de sus propuestas de reforma, muy alejadas de aquella imagen que seducía hasta a votantes socialistas moderados. Del 'antes' al 'después' ha pasado mucho, y no sólo para ellos: aquella Cifuentes que tenía un poco de ambos ha acabado por criticar públicamente a los mismos agentes a los que homenajeaba con esos 'souvenirs' de las manifestaciones.

¿El motivo del giro? La sombra de la corrupción. Por lo pronto, le ha tocado comparecer ante la comisión de investigación de la Asamblea, y quizá tenga que acabar sentada ante el juez, lo cual según el código ético del PP debería implicar su salida del cargo. Dicho así podría parecer algo esquivable, pero la situación amenaza con llevarse su carrera política por delante teniendo en cuenta el contexto actual -a saber, un expresidente de la Comunidad de Madrid en la cárcel y su predecesora en el ojo del huracán-.

Del cielo al infierno en unos meses

En política pocas cosas son permanentes, pero sorprende un cambio de viento tan rápido y pronunciado. En pocos meses, y a falta de ver cómo evolucionan los hechos, Cifuentes ha pasado de ser quizá la mejor colocada para una futura sucesión de Rajoy a ver temblar hasta su trono actual.

El viento a favor comenzó cuando construyó su poderoso relato como política, aupada por la visibilidad del cargo de Delegada del Gobierno en ese Madrid agitado en las calles. Supo compaginar esa dualidad aguirrista -mano dura, discurso firme -y gallardoniana -el lado 'cool' de política moderna- y venderse como ambas cosas. Era la candidata ideal para cerrar la etapa anterior en el PP madrileño, una bomba a punto de estallar que, además, era la última defensa de la lideresa que conspiraba contra Rajoy. Hasta en la desgracia -un gravísimo accidente de moto que cerca estuvo de tener fatales consecuencias- contribuyó involuntariamente a dar visibilidad a su relato.

Las urnas respondieron -a ella, a Aguirre no- y, a pesar de los tiempos de inestabilidad parlamentaria que impone la crisis del bipartidismo, se hizo con la presidencia. Se apoyó en Ciudadanos, que según la izquierda no ha sido todo lo contundente contra la corrupción que prometió ser, y empezó a gobernar. Contra viento y marea logró aprobar los presupuestos y mantener el bastión a flote. Ignacio González entró en la cárcel y Aguirre dimitió, mientras Cifuentes remodelaba el PP madrileño para hacerlo suyo. Todo iba bien.

Saltó entonces una liebre inesperada: una especie de 'fuego amigo' por el que se acusaba a varios periodistas de chantajear a la presidenta por no plegarse a las voluntades políticas de cierta corriente interna del partido. La propia Cifuentes, en declaración judicial, ayudó a desmontar el caso y se pasó página, pero el aviso estaba dado: tenía capacidad y poder suficientes como para imponerse a los enemigos internos, costara lo que costara.

Sin embargo la corrupción es algo más que una herencia recibida. El impacto que ha tenido en sus filas ha sido brutal, contribuyendo a una rotación de diputados de difícil parangón: de los 48 escaños, 20 ya han cambiado de dueño. La corrupción no es el único -ni el principal- motivo, pero sí uno de ellos. Y el cerco podría estar estrechándose, a juzgar por la confirmación de la UCO de que Cifuentes podría tener relación con la trama.

Las conspiraciones

La política en general, y el PP madrileño en particular, dan para especular mucho. A estas alturas ha habido tramas cinematográficas vestidas de política, con bloqueos -Aguirre impidiendo a Gallardón ser ministro y paladear su victoria compartiendo el ascensor hasta el parking de Génova-, tramas de espías -la 'gestapillo' la llamaban- y hasta insólitos casos de transfuguismo que cambian el destino de una presidencia autonómica. Puestos a especular, casi cualquier guión puede parecer verosímil.

Así, de la misma forma que la extraña jugada judicial contra el director y editor de La Razón por chantajear a Cifuentes podía parecer una jugada orquestada para impulsar su imagen, el repentino rebote de los hechos que podrían arrastrarla al fango podría parecer lo contrario. De la misma forma que Alberto Núñez-Feijóo se vio descartado de la línea sucesoria del PP tras su foto con un narcotraficante, una acusación formal contra Cifuentes por corrupción dinamitaría su rédito político, y más en el contexto actual.

A la espera de que la Justicia marque el camino y descarte o no la validez de Cifuentes como presidenta -primero- y como posible sucesora -después-, ella ha elevado el tono. En una de sus últimas alocuciones ha llegado a acusar a Podemos hasta de incluir a terroristas o pederastas en sus listas como forma de responderles acerca de las dudas sobre su implicación o no en la trama de corrupción. Con viento en contra el lado aguirrista de Cifuentes se hace más visible.

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