
La industria europea enfrenta uno de sus mayores desafíos: mantener su competitividad en un entorno marcado por el aumento de los costes energéticos y la creciente presión regulatoria. En este contexto, la eficiencia energética no es una opción, sino una necesidad estratégica para garantizar la sostenibilidad del sector. Mientras que países como Alemania y Francia han implementado mecanismos de apoyo para sus industrias electrointensivas, en España la situación es diferente. El coste final de la electricidad para la industria sigue siendo elevado con respecto a nuestros principales competidores europeos, aunque los precios en el mercado mayorista sean más bajos. Como resultado, los precios finales de la industria española son más del doble que las de Francia y casi un 50 % de las de Alemania. Esta paradoja, en la que contamos con una electricidad aparentemente más asequible pero que acaba resultando más costosa, supone un desafío añadido. Dado que el sector industrial representa cerca del 15 % del PIB y genera 2,8 millones de empleos directos, deben evitarse decisiones que comprometan su competitividad.
En este contexto, las empresas deben adoptar estrategias para medir, analizar y optimizar su consumo energético de manera continua, garantizando su sostenibilidad y competitividad en el mercado global. En los últimos años, el sector industrial ha avanzado en la digitalización y monitorización de sus procesos, lo que ha permitido detectar oportunidades de ahorro y optimización. Muchas compañías ya implementan sistemas avanzados de gestión energética con IA y análisis de datos en tiempo real para identificar ineficiencias y mejorar el rendimiento energético.
Una de las iniciativas más prometedoras es el uso de Certificados de Ahorro Energético (CAEs), un mecanismo que certifica y monetiza la reducción del consumo mediante auditorías independientes que verifican los ahorros energéticos conseguidos en proyectos de eficiencia energética. Aunque su implementación en España aún es incipiente, en otros países europeos ya es clave para mejorar la competitividad industrial.
La eficiencia energética no implica simplemente reducir los consumos de energía, sino producir y vender más consumiendo menos energía. Muchas industrias están implementando estrategias que les permiten aumentar su capacidad productiva mientras minimizan el consumo energético. Entre las medidas más efectivas destacan la modernización de maquinaria e instalaciones con tecnologías más eficientes, y la recuperación de calor residual en los procesos industriales, lo que permite reutilizar la energía generada y reducir la demanda de fuentes externas sin grandes inversiones.
Otra estrategia clave es la gestión activa del consumo energético, ajustando la demanda a los momentos de menor coste eléctrico. Sin embargo, la estructura tarifaria en España dificulta su aplicación y limita la competitividad de la industria frente a otros países europeos con mecanismos más favorables para aprovechar las fluctuaciones del mercado. A nivel global, la electrificación es la vía para reducir la huella de carbono. Sin embargo, en muchos sectores no es técnica ni económicamente viable en el corto plazo. Por eso la industria apuesta por la descarbonización sostenible para reducir emisiones sin comprometer la competitividad.
El acceso a energía limpia y asequible también determina la competitividad. Aunque España tiene una de las mayores exposiciones solares de Europa, no se aprovecha plenamente debido a barreras regulatorias y a un sistema tarifario que penaliza el consumo industrial en las horas de mayor producción fotovoltaica. Para resolver esta situación, es esencial simplificar la normativa y abaratar el acceso a la red, facilitando a la industria española el uso de esta energía renovable.
El informe Draghi ha dejado claro que la sostenibilidad económica y ambiental deben ir de la mano. La eficiencia energética es la única vía realista para alcanzar ambos objetivos sin comprometer el tejido industrial. Mientras en Alemania y Francia existen programas de apoyo específicos para la industria electrointensiva, en España los mecanismos de apoyo han sido limitados y, en algunos casos, eliminados, como los incentivos a los consumidores electrointensivos tras la derogación del "Real Decreto Ómnibus", lo que ha supuesto un impacto de cientos de millones de euros para el sector.
Creemos que, para garantizar la competitividad de la industria española, es urgente que el Gobierno establezca un marco regulatorio estable y predecible, que priorice incentivos a la eficiencia energética, como los Certificados de Ahorro Energético (CAEs), y facilite el acceso a energía renovable a precios competitivos. La industria no puede permitirse esperar a que las tecnologías incipientes maduren. La única estrategia viable en el presente es maximizar la eficiencia energética, reducir el consumo y optimizar cada proceso productivo. La clave está en adoptar un enfoque pragmático: segmentar, medir, analizar, mejorar y repetir.
Estamos convencidos que España tiene el potencial para convertirse en un referente en eficiencia energética, pero para lograrlo es necesario un cambio de enfoque. La sostenibilidad y la competitividad son objetivos complementarios, no opuestos. No se trata de esperar soluciones futuras, sino de tomar decisiones estratégicas hoy. No podemos dejar nuestro presente en manos del futuro.