Opinión

'Alea jacta est'

Todos los europeos votamos este fin de semana en Grecia. Aunque su primer ministro, Alexis Tsipras, asegura que el triunfo del "no" permitiría alcanzar un acuerdo con la Unión Europea en apenas 48 horas. La realidad es muy diferente. Las torpezas, las contradicciones y las falsas promesas de Tsipras han unido a Europa en su contra. Una rareza, ya que ni en el reciente conflicto con Rusia se logró esta uniformidad de opiniones.

Tsipras hizo el trabajo sucio a Merkel, que tenía en su contra la opinión de Hollande. Con el impago al Fondo Monetario y con los bancos a punto de agotar su liquidez, el país quedará completamente colapsado el próximo lunes si vota "no". Será imposible realizar transacciones bancarias y se extinguirá la línea que lo mantiene vivo con 60 euros diarios por ciudadano. El banco central tendrá que imprimir una moneda paralela para salir temporalmente del atolladero.

Los griegos probablemente vuelvan a la mesa de negociaciones en unos días, pero no conseguirán un acuerdo si no aceptan los ajustes. Están en un callejón cuya única salida es un mayor sufrimiento de su población.

Tsipras se llena la boca con que Grecia no saldrá del euro, pero me recuerda a Artur Mas cuando asegura que Cataluña seguirá en la moneda única si se independiza. En ambos casos permanecerán en el euro, pero será una divisa de mentira, que no estará sujeta a la disciplina del BCE y por ende, tampoco gozará de su protección, aunque se llame igual. Los catalanes lo comprendieron enseguida y comienzan a dar la espalda a Mas.

La experiencia demuestra que las nuevas monedas sufren una devaluación entre el 70 y el 80 por ciento durante los primeros meses de su andadura. No hay más que darse un paseo por Buenos Aires o Caracas para comprobar la diferencia entre el cambio oficial de su divisa y el del mercado negro.

Lo peor es que aunque gane el "sí" y Tsipras se vaya, habrá ya abortado la recuperación del país. La economía helena crecía a un ritmo del 3,6 por ciento cuando llegó al poder y ahora está en recesión. Su futuro es negro.

¿Cómo hemos llegado a esta situación? Con una deuda del 180 por ciento del PIB tras casi una década de ajustes, el Gobierno griego lleva razón en que sin una quita es imposible seguir adelante. Hasta el FMI, bajo la égida de la socialista francesa Christine Lagarde, lo reconoció esta semana. Los acreedores querían que Atenas se comprometiera primero a los ajustes y más tarde se hablara de quitas, pero los griegos exigieron hacerlo al revés. Esta diferencia dio al traste con las negociaciones porque las posturas distaban poco más de cien millones de euros.

El inmovilismo y el exceso de soberbia por ambos lados, sobre todo de Tsipras, condujo al referéndum. Pero pase lo que pase el domingo, el acuerdo es posible y llegará antes o después. Por eso, los mercados eluden el pánico y no se espera un derrumbe, aunque gane el "no".

El inmovilismo amenaza también con poner fin a la estancia de Mariano Rajoy en el Palacio de La Moncloa. El presidente abortó los cambios que había preparado en el partido y el Gobierno por culpa de Cospedal. La secretaria general exigió el puesto de la vicepresidenta y portavoz del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, para dejar el mando en el PP. Ante la falta de tiempo para un congreso extraordinario que la desalojara, Rajoy reculó y se conformó con cambios cosméticos.

El marido de Cospedal, el empresario Ignacio del Hierro, va presumiendo por algunos restaurantes de Madrid de la hazaña: "Qué se creía éste -por Rajoy-, que nos íbamos a conformar con un ministerio".

Ante la imposibilidad de acometer la renovación interna, el presidente puso en marcha el plan B, que en boca de un alto cargo del PP, consiste "en meter el dinero en el bolsillo de la gente para que perciba la recuperación". Eso pretende el adelanto de la rebaja fiscal a la nómina que se cobra a finales de julio, en vísperas del veraneo de la gran mayoría de españoles. El inconveniente de la devolución de la paga de los funcionarios o el alza de las pensiones es que se ejecutan después de los comicios.

La política precipitada de Rajoy pone de manifiesto que Montoro se equivocó al dejar la rebaja para el ejercicio siguiente, como advertimos en elEconomista. Pero además, abonarla en dos tramos aminora la percepción del ciudadano. En un país como España, donde la clase alta (léase con ingresos superiores a 60.00 euros anuales) escasea, el peso de la tributación descansa en las clases medias, que verán reducida sólo un punto su tributación. El efecto se diluirá como un azucarillo. No creo que sólo con iniciativas así pueda recuperar el electorado perdido. Tanto Tsipras como Rajoy son rehenes de los errores de sus decisiones. Como gritó Julio César antes de cruzar el río Rubicón para atacar a la Galia: Alea jacta est , la suerte está echada. Ya es imposible dar marcha atrás.

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