
Grecia fue el primer país que adoptó la democracia, mucho antes que cualquier Estado occidental, también el que aplicó el sufragio universal. Su posición estratégica en el Mediterráneo, a caballo entre dos mundos, el de Oriente y Occidente, propicia que su peso en las instituciones internacionales sea superior al de su población (11 millones de habitantes) o al de su aportación al PIB de la eurozona, apenas el 2%. Su integración en Occidente es plena desde la caída de la dictadura, en 1981. Todo eso está en juego ahora.
Su Gobierno debe renovar a finales de mes la línea de financiación por 240.000 millones a cambio de reducir las pensiones y el número de funcionarios. En primavera debe abonar 7.000 millones a la UE y otros 4.000 millones al FMI. El miércoles, el gobernador de Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, cortó la financiación colateral a Grecia tras la entrevista con su titular de Finanzas, Yanis Varoufakis, y el jueves, su homólogo germano, Wolfgang Schäuble, se negó a alargar hasta mayo el plazo para renegociar la deuda. El país entero se quedará sin liquidez en marzo y protagonizará la quiebra del primer país dentro del euro si no logra una solución en la cumbre prevista para este miércoles y jueves en Bruselas.
La estrategia de divide y vencerás de su primer ministro, Alexis Tsipras, fracasó estrepitosamente. Tsipras pretendía ganarse el apoyo de Francia o Italia antes de presentarse a dialogar con Angela Merkel. Pero tanto el presidente francés, François Hollande, como el primer ministro italiano, Matteo Renzi, le ofrecieron buenas palabras, pero eludieron darle su apoyo explícito. Merkel se sintió ninguneada, porque fue la última en la lista de visitas y rehusó siquiera recibirlo. Además, el bravucón de Varoufakis se había negado a reconocer la troika, lo que enfureció más a los alemanes. Con estos precedentes, su encuentro con Schäuble no podía salir bien. Alemania dio un puñetazo en la mesa para mostrar su poderío. Schäuble dijo que no había acuerdo ni siquiera en cómo ponerse de acuerdo.
Grecia, en un laberinto
Grecia está en un laberinto. Su única salida es seguir con el programa de ajustes. El plan alternativo ofrecido entre bambalinas por Varoufakis no gusta en Europa, porque se basa en incrementar el número de funcionarios y el gasto público, a cambio de subir impuestos a los ricos y endurecer la lucha contra el fraude fiscal.
La historia es cruel ,porque repite sus errores. El exprimer ministro italiano, Silvio Berlusconi, ya tropezó con Merkel cuando presentó un plan de ajuste basado en la lucha contra el fraude fiscal. El rechazo es comprensible, porque es imposible garantizar un alza de ingresos por la vía antifraude. Francia tuvo que rectificar su política de gravar a las grandes fortunas, porque éstas cambiaron su tributación a otro país. Tsipras tiene una última oportunidad para convencer este domingo a Europa y, sobre todo, a Merkel con su nuevo programa de Gobierno. La supresión de recortes a cambio de otras fuentes de ingresos deben ser creíbles para obtener el visto bueno de la troika.
Europa está en mejores condiciones que hace un par de años para afrontar una salida de Grecia del euro. La mejora de las previsiones de crecimiento en Europa es un balón de oxígeno, tanto para París como para Roma. La prensa francesa titulaba esta semana que Bruselas relaja el ajuste exigido a París. Como señalamos, la inyección monetaria del BCE, que Alemania aceptó en esta ocasión sin rechistar, tiene que ver mucho con este nuevo escenario de crecimiento.
El tiempo corre en contra de Tsipras. En unas semanas, a lo largo del mes de marzo, se quedaría sin liquidez si no alcanza un compromiso. Vamos hacia un choque de trenes, aunque todos confiamos en que se logrará cambiar las vías en el último momento para evitarlo. Si no fuera así, los daños serán cuantiosos para ambas partes, aunque la peor parada sea Grecia.
Aena
Entretanto, el lunes conoceremos el precio de la salida a bolsa de Aena, la empresa nacional de aeropuertos. El empeño del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, por optimizar los ingresos de la privatización han dejado fuera a Ferrovial y Alba, los dos grupos españoles aspirantes a formar parte del núcleo duro de la compañía. A cambio, se filtró que el magnate George Soros estaría interesado en entrar. Pero Soros dirige un fondo de capital riesgo y Aena necesita grupos industriales que apliquen criterios privados para blindarla ante los posibles desaguisados. El primer error fue no privatizar la mayoría y el segundo eliminar el núcleo duro, con lo que su gestión será completamente pública. ¿Cómo se garantiza que en el futuro no volverá a endeudarla algún Gobierno con obras faraónicas e inservibles en los aeropuertos? En la privatización de Aena ha faltado política de Estado y voluntad para crear un gigante privado, capaz de crecer y competir en el mercado abierto.