Opinión

Buenas notas de la banca española que no aseguran que el crédito fluya

La banca española ha superado con brillantez el último examen del BCE y de la Autoridad Bancaria Europea. Tal y como se esperaba, todas las entidades de nuestro país sometidas a los test de estrés, que suponen el 95% del sistema financiero, han aprobado; no en vano el suspenso de Liberbank es más que matizable, en la medida en que falla por muy poco, con un nivel de capital del 7,82% frente al 8% en el que el BCE situaba el aprobado. 

Además, esa carencia de la entidad, de 32 millones en términos absolutos, corresponde al cierre de 2013 y queda compensada con creces gracias a los 606 millones de euros que ha logrado captar en este año.

Más allá de sus propias notas, la comparación con los resultados en el resto de la Unión Monetaria pone aún más de manifiesto la buena situación de la banca española. De hecho, en la primera parte de las pruebas, aquélla que evalúa el estado actual de las carteras de riesgos antes de someterlas a la simulación de una nueva (y profunda) recesión, los exámenes delatan que en España se requiere una provisión extra de 33.800 millones, lo que merma la solvencia bancaria un 0,14%, el mejor registro de la zona del euro y bien por debajo del promedio del área (0,4 puntos).

Y cuando llega la hora de hacer el verdadero test de estrés, y ponderar el efecto de una hipotética caída del PIB, el capital de las entidades españolas mengua un 1,4%, frente a los 3 puntos de media. Sobre esta buena base general, no extrañan los meritorios resultados que, en particular, han obtenido los grandes españoles: Caixabank, BBVA y el Santander. Los tres se han alzado con los mejores ratios de solvencia en la clasificación de los diez bancos de mayor capitalización en la Unión Monetaria.

El conjunto de estos resultados pondera, como ningún otro baremo, el grado de éxito alcanzado por la reestructuración del sector financiero español, emprendida en 2012 y 2013 como respuesta a una de las peores crisis de su historia. Ya sólo por demostrar el alto grado de credibilidad que merece la banca de nuestro país, habría valido la pena llevar a cabo estas pruebas. Ahora bien, su alcance es de mayor calado. La zona del euro dará un paso decisivo hacia la unión bancaria el próximo día 4, cuando el BCE asumirá la supervisión de los mayores bancos.

Las pruebas de resistencia demuestran que la institución que preside Draghi tiene en sus manos un instrumento fiable para evaluar, con homogeneidad y transparencia, la situación del sistema a cuya cabeza se encuentra. En consecuencia, nada sería más equivocado que restar importancia a estas pruebas de resistencia, aun cuando sus resultados hayan sido previsibles.

Del mismo modo, también se equivocará quien se obstine en interpretar las notas obtenidas como la apertura inminente de un nuevo escenario. La anhelada unión bancaria también se va a construir sobre la base de una normativa supervisora más exigente, a la que las entidades tendrán que destinar nuevas provisiones que restarán recursos.

Conviene escuchar al gobernador del Banco de España cuando advierte de que no se ha acabado el tiempo de reforzar capital para las entidades. Más erróneo aún resultaría pensar que la recuperación del crédito será en breve un hecho. La circunstancia de que los bancos estén saneados no compensa la ausencia de una demanda de crédito solvente, todavía difícil de encontrar por culpa del alto desempleo y el elevado endeudamiento, sobre todo del sector público, que no se ha sometido a un ajuste tan severo como el propio del sector privado.

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