
El BCE espera que la superación de los test de estrés sea el detonante para que las entidades eleven los préstamos.
"Gracias a estos ejercicios, aumentará la confianza en los bancos, el principal canal de transmisión de la política monetaria en Europa, lo que, a su vez, facilitará la provisión de crédito a la economía real". El ministro de Economía, Luis de Guindos, explica así las bondades de realizar la revisión de los activos y el test de estrés a más de 120 entidades europeas, las que tengan un balance superior a los 30.000 millones de euros.
Y es que a pesar de haber transcurrido ya seis años desde que la crisis generada en Estados Unidos saltara a la banca europea, el circuito de la confianza sigue sin estar restablecido en los mercados. Por ello, el estreno del BCE como supervisor de las entidades más representativas de cada país, con un examen a fondo de las interioridades de cada una de ella, debe despegar las dudas. Si la lupa del organismo que preside Mario Draghi declara que una entidad es suficientemente solvente, debe generar confianza, incluso por encima de las notas puntuales de las agencias de calificación. Por ello, la maquinaria de la EBA (Autoridad Bancaria Europea) y el BCE ha trabajado para hacer estos minuciosos exámenes creíbles. La publicación de sus resultados son "una oportunidad para reforzar la transparencia sobre la situación de las entidades europeas y apuntalar su solvencia, en caso necesario", explicaba el pasado miércoles Luis de Guindos.
Pero estos test de estrés no se hacen para que los bancos puedan colocar sus emisiones pagando menos diferencial en los mercados, sino para que, entre otras cuestiones, sean instrumentos eficaces para contener el peligro de estancamiento y deflación.
Lo harán si las medidas anunciadas por el BCE para inyectar liquidez, que debe necesariamente articular a través de los bancos, llegan a la economía real. De este modo Mario Draghi habrá conseguido aumentar la oferta monetaria y elevar el flujo de crédito hacia familias y empresas, lo que contribuirá a su vez a un aumento del consumo y a alejar el peligro de deflación.
Las restricciones al crédito en Europa ha sido uno de los factores que en los últimos años señala Draghi como freno a la recuperación y uno de los países más afectados, según el presidente del BCE, es España.
Algo que no resulta extraño si se tiene en cuenta que nuestro país fue uno de los que más tardíamente reconoció la existencia de problemas en parte de su sistema financiero y que se vio forzado a pedir, cuando estaba a punto de ser rescatado por Europa, una inyección de 41.000 millones para sus entidades.
La banca española, débil o sólida, ha tenido que realizar un notable esfuerzo para aumentar provisiones y capital a lo largo de estos últimos años, adaptándose a la cambiante y cada vez más exigente normativa. Este ejercicio, al mismo tiempo que las reforzaba, limitaba su oferta de crédito.
Tanto el Banco de España como el Ministerio de Economía esperan que la banca española, en términos generales, salga airosa de los exámenes europeos. Desde el sector se confía en el mismo resultado. También se prevé que sea un punto de inflexión, que una vez superado el escollo de la rigurosidad del test de estrés se entre en una etapa de normalización.
Por un lado, contar con el paraguas único del BCE debería acortar las distinciones que hasta ahora se hace en los mercados por el país de procedencia del banco, y que en España se traduce, por ejemplo, en que los préstamos a pymes sean más caros que en otros países tenidos por más sólidos, como Alemania o Francia.
Por otro, descartado el camino, o casi, para nuevas exigencias significativas de capital, el exceso de liquidez actual podrá ser empleado para dar nuevos créditos.
Al alcance tienen acudir a la subasta de diciembre del BCE (en la primera sólo pidieron 15.000 millones), donde los fondos, a cuatro años, se prestan a un interés del 0,15 por ciento. Por ello, se prevé una apertura a pymes y a hipotecas, con más volumen y diferenciales menores, pero eso sí, de forma lenta y con el condicionante de una demanda de préstamos aún muy débil.