Opinión

¿Riesgo de deflación en España? El gasto improductivo del Gobierno empeora este posible escenario

La actual propaganda económica del Gobierno está basada en los brotes verdes macroeconómicos y consiste en difundir un mensaje centrado en la incipiente, aunque no segura, recuperación económica de España. Pero el Gobierno, al objeto de ser creíble ante la ciudadanía, debería hacer gala de una actitud más cercana al denominado "optimismo realista".

Para ello, los miembros del Gabinete de Rajoy tendrían que hacerse las siguientes preguntas: ¿A qué ritmo tendrá que crecer nuestra economía para crear empleo de forma sostenida? ¿Cuál es el modelo productivo que le conviene a España? ¿Cuánto tiempo necesitaría nuestro mercado laboral para reabsorber a los millones de españoles que se encuentran en situación de desempleo?

Es preciso aclarar que en el caso de que la economía española creciera de forma progresiva, aunque fuera lenta y mínimamente, sería gracias a los sacrificios de las familias, las pymes y los autónomos. Y todo ello pese a una nefasta política económica fundamentada en la subida de los impuestos hasta niveles confiscatorios. Porque tampoco hay que olvidar que hemos llegado hasta aquí sin apenas recortar el gasto público-político improductivo.

El concepto japonización

Salir técnicamente de la recesión no implica abandonar definitivamente la crisis. Tanto es así que la economía española todavía debe salvar una seria amenaza en forma de estancamiento o, incluso, de depresión. ¿Puede entrar el país en depresión a través de una deflación por endeudamiento? En este caso, la aparición de la deflación sería una consecuencia de la deuda. Recordemos la famosa "década pérdida" de Japón, que aunque es la tercera economía más grande del mundo permaneció estancada desde 1990 hasta, aproximadamente, 2005.

Porque la deflación puede tener efectos más nocivos que la inflación. Así, en función de una caída de la demanda, los precios bajarían y se produciría un círculo vicioso que podría frenar el consumo, reducir la inversión, aumentar el desempleo e impedir el crecimiento económico. Además, este escenario de precios a la baja también dificultaría, posiblemente, el control del endeudamiento.

Las políticas encaminadas a conseguir una estimulación o devaluación monetaria podrían ser válidas para luchar contra la deflación, pero España no dispone de esta opción aunque el BCE rebajara ayer los tipos de interés al 0,25% por miedo a que la deflación se instale en la Eurozona. ¿Podría lograr un efecto parecido la devaluación interna, a nivel salarial, que se está produciendo en nuestro país? Aunque la medida podría incrementar la competitividad y potenciar las exportaciones, lo cierto es que provocaría una auténtica pauperización de los trabajadores españoles.

Una conexión política

Otra alternativa para combatir la deflación es inyectar fondos a las entidades financieras con el fin de que fluya el crédito hacia las empresas y las familias. En España ya se han salvado cajas de ahorros inviables con el dinero de los españoles y únicamente se ha conseguido que el crédito lo acapare el Estado. Y eso ha posibilidado que los bancos hayan ganado millones comprando y vendiendo deuda pública.

¿Está anticipándose el Gobierno y tomando medidas contra la deflación incrementando el gasto público, tal como recomendaba Keynes? Los españoles están confundidos porque creen que el Gobierno recorta el gasto al recortar el gasto social cuando en realidad el dispendio improductivo no disminuye. Así las cosas, la deflación puede ser entendida como una alarma o una señal que indica que el ajuste (sobre todo, el público) aún no está hecho, puesto que nuestra Administración sigue dilapidando dinero improductivamente y aumentando la deuda pública.

Definitivamente, la conexión entre economía y política es una realidad, puesto que el epicentro de la crisis económica española está situado en el sistema político partitocrático actual, que necesita mantener nuestro ruinoso modelo de estado a costa de endeudar a España y arruinar a los españoles.

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