
El mundo de la inversión se está inclinando hacia el lado de los ETFs en los últimos dos años, acumulando cada vez más entradas de capital en detrimento de la gestión activa de fondos. 2015 fue el primer año en el que entró más dinero en productos pasivos que en fondos de inversión activos, con más de 571.000 millones de dólares a nivel global, frente a los 284.800 millones que recaudaron las gestoras tradicionales.
Pero, según datos de Morningstar Direct, el verdadero cambio se produjo el año pasado cuando directamente las gestoras de fondos perdieron dinero -hasta 92.250 millones de dólares- frente a los flujos netos de 625.000 millones que registraron los ETFs (ver gráfico).
Jacob de Tusch-Lec, gestor del fondo de Global Income de Artemis -firma británica con cerca de 30.000 millones de euros bajo gestión-, tiene claro que el inversor se está yendo hacia los fondos cotizados básicamente porque "su comportamiento y rentabilidad está siendo muy buena en los últimos años", pero esta situación plantea un problema de fondo: el excesivo capital que se concentra en manos de los ETFs y que podría generar un colapso de los mercados financieros si, en un momento dado, éstos se lanzan a vender sus posiciones de manera masiva.
"No estoy de acuerdo con invertir en sectores donde hay mucha concentración porque lo cierto es que no vamos a volver a un escenario de gran liquidez como el que teníamos hace seis o siete años". Y el mejor ejemplo de dicha concentración son los ETFs sobre acciones de baja volatilidad, que han crecido un 150% anualizado desde el año 2009, según cálculos de Artemis. Los fondos cotizados han crecido de tal manera que ya controlan un 24% de todo el dinero que se mueve en el S&P 500. Y hay más porque no son los únicos actores.
El 60% de los activos gestionados y hasta el 90% del volumen que mueve el mayor índice estadounidense está gestionado por lo que denominan inversores no humanos, esto es, ETFs, sistemas de trading de alta frecuencia o, sencillamente, algoritmos.
Esto significa, según la teoría que defiende De Tusch-Lec, que en el momento en el que un conjunto de ETFs sectoriales decidieran deshacerse de su posición porque ya no cumpla con el criterio que se le exige -bien sectorial o bien por fundamentales como volatilidad, crecimiento o dividendo-, esta decisión podría generar una oleada de ventas masivas, potenciada, básicamente, por ordenadores. En este sentido, Simon Klein, responsable de ventas en Europa de Xtrackers, reconocía hace unos meses que "el mayor riesgo" para el mercado sería precisamente que "el 100 por cien de la gestión fuera pasiva".
Vanguard, la mayor distribuidora de ETFs del mundo tras adelantar a BlackRock en 2016, posee un 6,8% de la capitalización de todo el S&P 500 y cuenta con una participación superior al 5% en un 98,2% de sus compañías.
"Hay que mirar hacia los ETFs cuando haya momentos de estrés en los mercados", afirma el gestor de Artemis, precisamente porque, dada la concentración que tienen sobre muchos sectores -el tecnológico, sobre todo-, pueden mover el mercado. "Por eso", reconoce, "nos gustan sectores como las pequeñas y medianas firmas italianas porque no hay ETFs que inviertan sobre ellas", concluye.