
Tras presentar unas cuentas de resultados mejores de lo esperado tanto en beneficios como en la reducción de la deuda, el mercado confía en que la petrolera mejore ya no solo su perspectiva sino también su calificación crediticia. Un punto clave para su estrategia de negocio, puesto que durante meses la amenaza de una bajada del rating hasta situarla en el bono basura tuvo a la compañía contra las cuerdas.
A día de hoy, Repsol cuenta con una calificación de Baa2 para Moody´s y de BBB para Fitch, lo que supone situar a la empresa dos peldaños por encima del bono basura -ambas tienen perspectiva negativa-. Sin embargo, la nota que le otorga S&P es de BBB-, que mejoró su perspectiva el pasado viernes de "negativa" a "estable", lo que implica que su nota esté solo un escalón por encima de perder el grado de inversión. "Se está poniendo ya de manifiesto la estrategia clara y decidida de la compañía de reducir el endeudamiento. Esta mejora se debe reflejar en la calificación crediticia de las agencias", apuntan en Bankinter, al tiempo que señalan que, en el caso de S&P, "pensamos que mejorará al menos en un grado la calificación hasta BBB".
La petrolera redujo su deuda a cierre de 2016 hasta los 8.144 millones de euros, una cifra que contrasta con los 13.300 millones que alcanzó su pasivo en 2015 y que supone una reducción cercana al 40%. "Esto refleja principalmente los procesos de desinversión y la mejora en el resultado operativo, con sinergias y objetivos de eficiencias que han superado nuestras expectativas", explican en Barclays.
La ratio deuda/ebitda acabó 2016 en las 1,6 veces y se ha fijado como objetivo acabar 2017 con un apalancamiento de 1,1 veces, "lo que debería justificar una subida del rating en S&P", indican en Exane BNP Paribas, donde recuerdan que"?también implica que el riesgo de más emisiones de híbridos o ventas forzadas de activos es bajo".
Cambio de estructura
Lograr una estabilidad en la calificación crediticia es clave para que la compañía pueda normalizar su modelo de negocio -y reducir la velocidad del desendeudamiento- y el pago de su dividendo sin el uso del scrip (ampliación para remunerar al accionista).
"El ritmo de las desinversiones se espera que se reduzca ahora y la trayectoria del apalancamiento se encamina hacia un nivel que será competitivo para los estándares del sector. Esto debería facilitar un nivel más sostenible de inversiones y una remuneración al accionista más apropiada", indican en UBS.
De momento, los analistas esperan que la compañía retribuya con 0,80 euros por título a los accionistas durante los próximos ejercicios, lo que a los precios actuales supone un rendimiento del 5,6%. Sin embargo, la clave de la retribución de Repsol no gira en torno a la cantidad distribuida -aunque algunos expertos creen que en 2019 podría volver a repartir un euro por título-, si no en torno a cuándo quitará el pago en papelitos.
En este sentido, en Barclays recuerdan que "una vez que el rating se mueva al equivalente de una nota BBB estable, la dirección ha indicado que buscaría eliminar el scrip al mismo tiempo que buscan alternativas para impulsar las retribuciones a sus accionistas". De acuerdo con los cálculos de UBS, la política de pago en acciones ha supuesto una dilución de aproxidamente el 12% para los accionistas. Con las previsiones de ganancias estimadas para la petrolera en 2017 y 2018 y suponiendo el pago de 0,8 euros por título, el payout de la compañía (porcentaje del beneficio destinado a retribuir) se elevaría hasta el 59% en 2017 y el 54% en 2018.