
Hasta ahora, los vaivenes internos en la segunda mayor economía del mundo se habían mantenido relativamente contenidos en Wall Street y Europa. Pese a que el MSCI China ha borrado un 23% de su valor en las últimas 14 semanas y que las exportaciones se desplomaron un 8,3% en julio, la exposición de las compañías estadounidenses al gigante asiático es relativamente pequeña, ya que sólo el 2% de las ventas totales de los componentes del S&P 500 se generan en China.
Sin embargo, la inesperada decisión del Banco Popular de China (PBoC) de devaluar el yuan en un 1,9% el martes desató la mayor caída diaria de la divisa en dos décadas haciendo sonar las alarmas sobre el estado de salud de la economía china. Un yuan más débil tendrá repercusiones en el dólar estadounidense, que podría encarecerse aún más, y hundirá las presiones inflacionistas.
Lo lógico es que este movimiento presione a la baja las tasas de inflación en EEUU y otras economías desarrolladas. "Es probable que los precios de las importaciones para estas economías caigan, lo que sugeriría precios a la producción y al consumo más bajos", explica Anthony Doyle, director de inversiones de renta fija de M&G Investments. No debemos olvidar que buena parte de los productos manufacturados chinos que se consumen en economías avanzadas son ya de por sí baratos y podrían serlo aún más.
¿Cambio de rumbo?
Una situación que amenaza los planes de la Reserva Federal estadounidense y su intención de subir los tipos de interés en septiembre. "Será interesante ver cómo EEUU reacciona a este movimiento", indica Nour Al-Hammoury, estratega jefe de ADS Securities. "Esta situación plantea más problemas a la Fed y podría dificultar una subida de tipos el próximo mes ya que una revalorización adicional del dólar podría tener efectos negativos en la economía estadounidense", justifica al mismo tiempo que asegura que "la guerra de divisas ha vuelto". No debemos olvidar que una depreciación de la divisa china encarecerá los precios de las materias primas, generalmente en dólares. Un yuan más débil sugiere una demanda menor y podría desembocar en un menor crecimiento de las economías que exportan a China, así como de la región asiática.
En las jornadas previas a este movimiento, varios gobernadores y altos funcionarios de la Fed habían sentado la base para una próximas subida de tipos. Dennis Lockhart, presidente de la Fed de Atlanta, reconocía que el banco central "estaba acercándose" cada vez más al encarecimiento del precio del dinero. Dicho esto, tras la inesperada sorpresa de sus homólogos chinos, el indicador FedWatch de CME Group, que mide las expectativas del mercado sobre la posibilidad de una subida tipos de interés, estimaba este martes que sólo hay un 45% de probabilidades de que esto ocurra en septiembre, una lectura sensiblemente más baja que la registrada el lunes, cuando el 53,5% de los inversores pensaban que la Fed subirá los tipos en 25 puntos básicos el próximo mes.
Es cierto que aunque el mercado laboral sigue viento en popa, con una tasa de paro en el 5,3% y la creación de una media de 235.000 empleos mensuales en el último trimestre, la ausencia de un repunte en la inflación sigue pesando entre los funcionarios de la Fed. Stanley Fischer, vicegobernador de la Fed, aseguró el lunes que la baja inflación es aún una preocupación.
La presión a la baja de la inflación, que sigue sin acercarse al objetivo del 2%, y un fortalecimiento del dólar podría poner más presión sobre las multinacionales americanas, que ya se han visto afectadas por la volatilidad de las divisas y el repunte del billete verde, que en lo que en el último año se ha apreciado un 19%. Factores que harán dudar a la presidenta de la Fed, Janet Yellen, y los demás miembros del Comité de Mercados Abiertos de la Fed, antes de tomar una decisión sobre los tipos de interés en septiembre.