Desde que la Reserva Federal de Estados Unidos puso fin a su tercera ronda de compra de bonos y activos hipotecarios a finales de octubre del año pasado, Janet Yellen y su ejército de funcionarios han pilotado implícitamente el ascenso del dólar estadounidense con su ruta hacia la normalización monetaria.
En estos momentos, el billete verde acelera en un carril de dirección única, acumulando ya subidas del 9% en lo que llevamos de año. En los últimos 12 meses, la divisa se ha encarecido alrededor de un 22% frente a otras monedas, un hecho que araña los ingresos de las multinacionales con banderas de EEUU y hace pupa a las exportaciones del país pero incrementa el poder adquisitivo de los estadounidenses.
El ascenso imparable del rey dólar era de esperar después de que la Fed, por intercesión de su ex capitán, Ben Bernanke, engordase su balance por encima de los 4 billones de dólares con tres raciones de lo que se conoce como flexibilización monetaria. Un menú que ha venido salpimentado durante más de seis años con los tipos de interés moviéndose entre el 0% y el 0,25%, aderezando así una fórmula que ha permitido suturar las heridas creadas en la crisis del año 2008.
Sin embargo, con una economía que ha generado ya más de 3,3 millones de empleos en los últimos doce meses y que ha conseguido reducir la tasa de paro a casi la mitad desde el 10,2% registrado en octubre de 2009, la Fed tiene poca justificación para mantener el dinero barato. El país creció un 2,4% el año pasado y pese a que los precios sigan sin tocar ese objetivo del 2%, las palomas que dominan el Comité de Mercado Abierto de la Fed (FOMC), se preparan ya para la que promete ser una subida muy comedida hacia la normalización monetaria. Eso sí, al mismo tiempo, el Banco de Japón y más recientemente el Banco Central Europeo, han tomado el testigo en esto de engullir activos y deuda soberana, garantizando que la respiración asistida a la economía mundial, donde las presiones deflacionistas no sólo acechan al país del Sol Naciente o la eurozona, sino que se extiende a gigantes emergentes como China, oxigenará una recuperación que el Fondo Monetario Internacional todavía califica de "mediocre".
Un contexto que sobre el papel presenta su lógica pero que, en realidad, continúa generando dudas e incertidumbre. "Los mercados todavía sopesan si EEUU puede seguir creciendo a un ritmo adecuado si la Fed normaliza las tasas, al mismo tiempo que en el resto del mundo se lidia con los riesgos deflacionistas y el BCE da rienda suelta a su programa de flexibilización cuantitativa", explica John Shin, estratega de divisas para Bank of America Merrill Lynch. Precisamente, la súbita depreciación del euro frente a la divisa estadounidense nada más iniciarse esa compra mensual de bonos soberanos por valor de 60.000 millones de euros por parte del Banco Central Europeo ha destartalado las previsiones que apuntaban a una paridad entre ambas monedas. Goldman Sachs estima que un euro se cambiará por un dólar el próximo septiembre e incluso va más allá situando a la moneda única cambiándose por 85 centavos de dólar el año que viene. Desde BofAML revisaban la semana pasada sus estimaciones y aventuraban la paridad a finales de este año.
Esta tendencia sufrió una corta corrección momentánea el pasado 18 de marzo, cuando la propia Yellen se vio forzada durante la conferencia de prensa posterior al fin de la reunión del FOMC a pronunciarse sobre la subida de la divisa estadounidense. Previamente, en su comunicado, el órgano que dicta la política monetaria del país mencionó la debilidad en las exportaciones como un hecho para referirse implícitamente a la fortaleza del dólar. "La Fed ha cambiado las reglas del juego en lo que se refiere a la subida de tipos y podría haber retrasado la probabilidad de que el primer incremento se produzca en diciembre", señala a elEconomista, Christopher Vecchio, estratega de divisas para FXCM. "La debilidad en los últimos datos que hemos visto en la economía estadounidense proporciona una buena razón para deshacer parte de la masiva posición a largo a favor del dólar", asegura.
Aunque la Reserva Federal eliminase la palabra "paciente" de su documento, las perspectivas para la próxima subida de tipos apuntan a septiembre y no junio como el momento idóneo para encarecer el precio del dinero. Algunos bancos, como Morgan Stanley, no creen que la subida de tipos de interés se produzca antes del primer trimestre de 2016.
Aún así, Marc Chandler, estratega jefe de divisas para Brown Brothers Harriman, el banco privado más grande de EEUU, considera que la escalada alcista del billete verde seguirá siendo la norma actual y de hecho advierte a este periódico que el cambio euro/dólar llegará a tocar mínimos históricos, hasta alcanzar los 82 centavos de dólar. "Desde Bretton Woods hemos acudido a dos grandes rallies del dólar, uno durante la era Reagan, cuando el equivalente al euro habría caído un 57%, y otro durante la era Clinton, con el equivalente al euro perdiendo un 47%", justifica al mismo tiempo que estima que desde el máximo alcanzado en 2008, la moneda única ha perdido un 35%. Es decir, todavía existe cabida suficiente para que el dólar saque pecho frente a la divisa europea.
Una posición que comulga con la retahíla de declaraciones de altos funcionarios de la Fed, desde su vicepresidente, Stanley Fischer, hasta los responsables de la Fed de San Francisco, John Williams o el de la Fed de Atlanta, Dennis Lockhart, pasando por la capitana de la Fed de Cleveland, Loretta Mester o su homólogo en la Fed de Chicago, Charles Evans. Todos ellos coinciden en afirmar que la subida del dólar refleja la fuerza de la economía estadounidense y la debilidad en otros países, por lo que no habría por qué preocuparse por esta tendencia.
Qué propiciaría un frenazo en seco
Dicho esto, Chandler plantea distintos escenarios en los que la divisa estadounidense podría moderar o frenar en seco su ascenso. El primero llega de la mano de la diferencia entre el rumbo económico de EEUU frente a la eurozona. Mientras la Fed se prepara para subir tipos, el BCE se encuentra en plena expansión de su balance en busca de reanimar la economía del Viejo Continente. "Sin embargo, si EEUU registrase un brusco debilitamiento más allá de los factores temporales que podríamos ver en el primer trimestre, entonces la Fed tendría que plantearse la subida de tipos y el dólar podría detener su rally", aclara. "Otra posibilidad es que la economía de la zona del euro acelere su marcha antes de lo previsto y el BCE opte por finalizar su flexibilización", añade. Básicamente, el estratega de BBH cree que el billete verde dejaría de subir si "la divergencia entre EEUU y el resto del mundo llegase a su fin".
Otro de los escenarios que plantea este experto habla de las consecuencias extremas que podría suponer un dólar fuerte para la economía del país. "Si la subida de la divisa genera problemas profundos, como un aumento exagerado del déficit comercial que acabe por promover el proteccionismo en el Congreso estadounidense, entonces podríamos ver como la divisa se vería forzada a detener su escalada", plantea Chandler. Aún así, según las recientes declaraciones de los distintos altos funcionarios del banco central estadounidense, este no parece ser el caso. Al menos, de momento.
Por último, otro factor hipotético que podría detener la subida del dólar está en la pérdida de liderazgo estadounidense a nivel mundial. "Hemos vivido una pincelada de este fenómeno con la polémica surgida alrededor del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura", indica el estratega de Brown Brothers Harriman, al referirse al nuevo banco de desarrollo financiado principalmente por Pekín y al que Washington había pedido a sus aliados que no respaldasen.
Aún así, Reino Unido, Alemania, Francia y más de 40 países se han sumado a la iniciativa como socios fundadores dando la espalda a la administración Obama. "Si EEUU mantiene una excesiva política anti China y anti Rusia, Occidente podría acabar por fracturarse y eso también tendría consecuencias bajistas para el dólar", pone de manifiesto Chandler.