Ya pasó el 'Gran Día'. La reunión del Banco Central Europeo (BCE), tan esperada porque su presidente, Mario Draghi, así lo quiso, ya es historia... Aunque, mejor dicho, es histórica. Porque, haciendo propias las tesis alemanas, la institución monetaria lo dejó bien claro: está preparada para actuar, pero siempre y cuando los países que requieran esa intervención levanten la mano y pidan ayuda a los fondos de rescate europeos -la actual Facilidad Europea de Estabilidad Financiera (FEEF) y el futuro Mecanismo de Estabilidad (Mede)-.
¿Por qué se empeña Alemania -y ahora también de forma oficial el BCE- en que sea así? Porque, como expresó ayer Draghi, esa petición implicaría que ese país también debería someterse a una "estricta y efectiva condicionalidad". O lo que es lo mismo, en ese proceso, Berlín mantendría el control de la situación.
Si ese requisito se cumpliese, el BCE pasaría a la acción con un nuevo programa de compras de deuda. Es el gesto que concedió ayer. Será nuevo porque no tendría nada que ver con el anterior, el activado en mayo de 2010 (SMP, en sus siglas en inglés). Este, que nunca le había gustado a Alemania, ha sido arrinconado parece que ya de forma definitiva.
¿En qué va a consistir esa nueva oleada de compras? Draghi no lo precisó, pero sí dio varias pistas. Y en ellas sobresalen cuatro claves fundamentales. Como siempre, anticipan que será un auténtico ejercicio de funambulismo.
1.- Tramos cortos:
Luchar contra la curva invertida. El banquero italiano adelantó que su actuación se centrará en los tramos cortos de la deuda; es decir, que comprará bonos a corto plazo. Nada de títulos a 10 años, por ejemplo; a cinco años, como mucho.
De este modo, pretende devolver un aspecto más normal a las curvas de rentabilidades. En las últimas semanas, las presiones habían provocado que, por ejemplo, a España le exigieran prácticamente el mismo interés a 2 años que a 10 años, un fenómeno anómalo que se conoce como curva plana o invertida y que dificulta hasta el extremo la posibilidad de financiarse en el mercado.
Para luchar contra las 'curvas invertidas', el BCE se centrará en las compras de bonos a corto plazo para reducir sus rendimientos y devolver a la curva su pendiente habitual.
2.- El derecho preferencial, a discusión:
En la rueda de prensa, Draghi dejó entrever ayer que el BCE está abierto a "discutir" el derecho preferente que tiene la deuda que adquiere. Es decir, que en caso de que el país emisor de esa deuda no pueda pagarla en el futuro, la institución monetaria siempre cobrará y no entrará en el proceso de quitas. Es lo que ocurrió, por ejemplo, en el caso de Grecia, puesto que las quitas afectaron solamente a los inversores privados.
Si el BCE mantiene este privilegio en su nueva ronda de compras, sería negativo para la deuda de ese país. "¿Quién va a comprar los bonos de un país si sabes que otro inversor tiene preferencia a la hora de cobrar? Sería muy conveniente y lógico que se eliminara esa prevalencia", opina Victoria Torre, responsable de producto y análisis de Self Bank.
3.- En el mercado secundario:
El presidente del BCE precisó igualmente que realizará las compras en el mercado secundario. Esto es, una vez que la deuda ya ha sido emitida y se encuentra cotizando en el mercado.
De este modo, regatea de nuevo, como ya hizo con el SMP, el impedimento que le impone el Tratado de Lisboa, que prohíbe al BCE financiar directamente a los países, es decir, acudir a sus subastas de deuda en el mercado primario.
4.- Esterilizar o no esterilizar:
¿Hacia un QE europeo? Otra de las principales incógnitas que Draghi no destapó ayer reside en si las nuevas compras serán posteriormente esterilizadas o no. Es decir, si el BCE retirará del sistema la misma cantidad de dinero que, por otro lado, introduce con las compras. Este proceso se conoce como esterilización y es el que ha seguido, por ejemplo, con las compras que ha venido realizando con el SMP desde 2010.
¿Por qué actúa así? Por su mandato, porque la finalidad estatutaria del BCE consiste en garantizar la estabilidad de los precios. Desde su punto de vista, si comprara deuda y el dinero empleado para hacerlo pasara a circular luego por la economía, podría correr el riesgo de generar presiones inflacionistas, con lo que faltaría así a su misión fundacional.
Con Alemania como eterno guardián de la ortodoxia en este terreno, el Bundesbank (banco central germano) aceptó a regañadientes la puesta en marcha del SMP, pero siempre y cuando se esterilizaran las compras posteriormente. Esta destrucción es la que distingue la actuación del BCE de la estrategia que siguen la Reserva Federal estadounidense o el Banco de Inglaterra, que compran deuda pero luego no esterilizan esas adquisiciones -los denominados QE-, con lo que introducen nuevo dinero en el sistema.
Si el BCE, en su nuevo programa, decide finalmente no esterilizar las compras, estaría creando un QE a la europea.