
Las dos locomotoras de la Unión Económica y Monetaria tienen el récord de falta de compromiso a la hora de cumplir con los objetivos anuales de déficit y de deuda. El Ecofin buscará cerrar hoy el Tratado sobre la disciplina fiscal.
"El tren de la Unión no puede siempre moverse a la velocidad del vagón más lento. De hecho, tengo la impresión de que algunos de los vagones no quieren moverse o incluso quieren ir hacia atrás". Con estas palabras que pronunció en 2004 el que fuera el presidente de la Comisión Europea (CE) Romano Prodi se refirió a un concepto que recientemente ha vuelto a saltar a la palestra, por la crisis de deuda. Se trata de la Europa de las dos velocidades. Una expresión que hace referencia a la posibilidad de que ciertos países de la Unión Europea (UE) decidan gestionar una integración mayor a todos los niveles, mientras que otros avanzarían más despacio en las políticas comunitarias.
El término acuñado por Prodi parece haberse puesto otra vez de moda. ¿Y de mano de quiénes ha vuelo a resucitar? De Francia y Alemania, más concretamente del dúo Merkozy que forman el primer ministro francés Nicolas Sarkozy y su homóloga alemana Ángela Merkel. Ya que en la última cumbre europea, estos dos dirigentes hicieron una apuesta por la creación de un nuevo pacto fiscal que implique la redacción de un nuevo tratado en el que se consagre el equilibrio presupuestario en la UE.
En concreto, se incluiría una regla de oro, que los países firmantes se comprometerían a incorporar en sus constituciones. En ella, se obliga a tener un presupuesto equilibrado o con un déficit estructural (aquel que no se produce como cosnecuencia del ciclo económico) máximo del 0,5% del PIB. Si se supera este umbral, deberá desencadenarse automáticamente un mecanismo de corrección. Además, en el nuevo tratado, se refuerzan los poderes de la CE, quien verificará si los países firmantes han adaptado sus legislaciones al techo de gasto. Si un país rebasa el déficit máximo podrá ser denunciado ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, por otro estado y si la nación incumplidora no adopta las medidas correctivas, se le impondrá una multa que no excederá el 0,1% del PIB.
El Tratado entrará en vigor cuando lo hayan ratificado 13 países de la eurozona (la fecha indicativa es enero de 2013). En el último borrador se deja claro que los estados que no lo hayan suscrito no podrán acceder a las ayudas del fondo de rescate permanente.
Así, con este espíritu austero, Francia y Alemania quieren formar un club más exclusivo en el seno de la UE formado por países cuya política fiscal esté aún más condicionada.
El origen de la UEM y del PEC
Aunque este acuerdo plantea novedades, lo cierto es que los intentos de tener bajo control el gasto público ha sido una de las señas de identidad de la Unión Económica y Monetaria (UEM) desde su origen.
En concreto, para poder entrar en el euro un Estado debía cumplir con el Tratado de Maastricht, que se resumían en los siguientes puntos: la inflación no podía superar el 1,5% sobre la media de los tres países comunitarios menos inflacionarios; el tipo de interés a medio y largo plazo no sobrepasaría el promedio de esos mismos países en más del 2%; y la moneda tendría que haber permanecido estable (sin haber sido devaluada o revaluada) al menos durante los dos últimos años. Y que el déficit público no debería superar el 3% del PIB mientras que la deuda acumulada tendría que ser inferior al 60% del PIB.
Con estas premisas sobre la mesa, 11 países entraron a la primera en el euro convirtiéndose en sus socios fundadores. Los primeros europaíses fueron: Alemania, Austria, Bélgica, Finlandia, Francia, Irlanda Italia, Luxemburgo, Holanda, Portugal y España. Una vez se creó este club se decidió que los principios relacionados con el déficit y la deuda pública siguieran vigentes en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC). El objetivo, propiciar la convergencia de todos los integrantes de la eurozona, ya que al formar parte de este área comercial perdían su autonomía en política cambiaria y monetaria a la par que se limitaba el margen de maniobra en política fiscal.
Abanderados 'hipócritas'
La gran paradoja es que los dos países que pretenden guiar los pasos de la UEM en una senda de austeridad aún más estricta son dos de las naciones que, desde que se constituyó la eurozona en 1999, más han quebrantado el PEC, pese a que los criterios de este tratado en cuanto a contención del endeudamiento son más laxos que lo que preconizan Sarkozy y Merkel. Según datos del Eurostat, desde la creación de la eurozona, sólo dos de sus socios fundadores han cumplido escrupulosamente con el PEC, se trata de Luxemburgo y Finlandia. En el polo opuesto está Italia que acumula 19 vulneraciones (ver gráfico), sobre todo en lo que a deuda publica se refiere. Le siguen en ese ranking Alemania y Austria con 15 incumplimientos y, a continuación, van Francia y Bélgica, con 14 hasta el año 2010.
Si nos centramos en las locomotoras de Europa, Francia y Alemania, y más concretamente en sus actuales dirigentes, Sarkozy y Merkel, la frialdad de los números invita, cuanto menos, a desconfiar en su credibilidad como adalides de un pacto fiscal aún más restrictivo que el actual. Y para muestra un botón, Sarkozy fue investido como presidente de la República Francesa el 16 de mayo de 2007 y desde su llegada al cargo la mitad de todos los incumplimientos del PEC que acumula Francia se han producido bajo su mandato. En concreto, en 2007, 2008, 2009 y 2010 la deuda pública fue del 63,9, el 67,7, el 78,30, y el 82,30% respectivamente.
Es decir, desde que llegó al Gobierno en ningún ejercicio registrado ha cerrado con una ratio inferior al 60% que señala el PEC. En lo que respecta al déficit presupuestario (la diferencia entre los ingresos y los gastos del estado durante un año) solo cumplió con las condiciones del PEC en 2007, siendo este del 2,70%. El resto de años superó la cota máxima del 3% holgadamente. En 2008 el déficit fue del 3,30% mientras que en 2009 y 2010, este alcanzó el 7,50 y el 7,10% respectivamente. Si bien hay que señalar que estos incrementos se vieron motivados en buena medida a las políticas fiscales expansivas que tuvo que acometer Francia, al igual que otros muchos países, para evitar el colapso de su sistema económico y financiero ante la crisis.
La canciller alemana, Angela Merkel, en cuanto a vulneraciones del PEC no tiene nada que envidiarle a su homólogo francés. Desde que ocupara su actual cargo, el 22 de noviembre de 2005, 8 de los 15 incumplimientos del PEC que ha tenido el país germano se produjeron con ella como jefa del Ejecutivo. Al igual que Sarkozy, bajo su mando Alemania en ningún año ha cumplido con el principio sobre la deuda pública.
En lo que se refiere al déficit público, su gestión sí estuvo más ajustada a los criterios del PEC, ya que sólo vulneró en 2005 y en 2010 este tratado al cerrar el ejercicio con un déficit del 3,3 y el 4,3%, respectivamente.
En cualquier caso, la polémica de incumplimientos de Alemania y Francia se remonta a antes de estos dos líderes, ya que estas dos economías no fueron sancionadas pese a que durante tres años seguidos (2002, 2003 y 2004) registraron un déficit superior al 3 por ciento del PIB y no recibieron la correspondiente sanción del 0,2% de su PIB, cosa que sí sufrió Portugal. Alemania y Francia alegaron que no cumplieron los principios al ser las dos naciones que más aportaban a los Fondos de Cohesión.
Al margen de vulneraciones, la cuestión es si la Unión Monetaria sería capaz en el futuro de cumplir con un objetivo de austeridad más estricto, en un contexto de crisis, si en tiempos de bonanza ya no cumplió el PEC.