
Japón tiene que pagar la cuenta por los esfuerzos que ha hecho en las últimas décadas para evitar la deflación y estimular la economía, y el bono del país lo sabe. Desde el año 2013, Japón ha sido el paradigma de los estímulos monetarios y los tipos de interés bajos, con un banco central que ha comprado masivamente deuda del país, fondos cotizados de bolsa (ETFs) y hasta activos inmobiliarios. Ahora, los mercados están haciendo pagar al país las cuentas de los estímulos de los últimos años, con un incremento de la rentabilidad a vencimiento del bono japonés hasta máximos del año 2008: el título a 10 años ha aumentado su rentabilidad en el arranque de la semana hasta el 1,595% en el intradía del lunes, un nuevo máximo no visto desde 2008. Con un Gobierno y una oposición que no logran plantear un recorte profundo del gasto, la tendencia de un aumento de la rentabilidad del bono continúa y amenaza al resto de mercados mundiales. Eso sí, para el CEO de uno de los mayores bancos de Japón, Mizuho Financial, el bono se establecerá en el entorno del 2%, sin graves consecuencias, pero advierte del peligro si el título supera el 3%.
La tensión en el mercado de deuda japonesa estos días es un reflejo de la fragilidad de la economía del país. Después de años intentando evitar la deflación, desde 2022, en adelante, el IPC japonés repuntó por encima del 2%, e incluso llegó a batir el 4% en enero de 2023. En estos niveles Japón ha tenido que cambiar de estrategia, y ahora está tratando de mantener la inflación bajo control, un esfuerzo que está generando fuertes ventas de bonos japoneses, con el consecuente aumento de rentabilidad a vencimiento que esto lleva asociado.
El problema ahora es que un aumento de la rentabilidad de los bonos incrementa el coste de la deuda para un país con un elevadísimo endeudamiento frente a su PIB de más del 250% al cierre de 2024, el más elevado del mundo entre las grandes economías. Igual que está ocurriendo en otras geografías, como Reino Unido, Estados Unidos o Francia, donde los altos niveles de deuda están presionando a los respectivos gobiernos, y también a sus propios bonos (los títulos de deuda del Tesoro estadounidense a 20 y 30 años acaban de volver a batir el 5% en rentabilidad a vencimiento, un nivel que en el pasado ha generado tensiones en los mercados).
Con varias de las economías más importantes del planeta endeudadas hasta la camisa, la fragilidad de Japón es ahora especialmente preocupante, teniendo en cuenta el efecto contagio que puede generar en otras geografías. Por ejemplo, en Estados Unidos: Japón es el mayor tenedor extranjero de deuda estadounidense, y si los inversores japoneses, como los fondos de pensiones, empiezan a vender títulos americanos para comprar japoneses (por ejemplo, para sortear el efecto divisa, o por el miedo a que las políticas de Donald Trump generen mayores caídas de precio en los bonos estadounidenses), esto puede generar un efecto dominó con potencial de afectar, no sólo al mercado de deuda norteamericana, sino también a la bolsa del país.
Mark Cranfield, estratega de MLIV, explica a la agencia Bloomberg cómo "el elemento común en la deuda de largo plazo de EEUU, de Europa y de Japón, es que la política fiscal tiene más peso que la monetaria a la hora de mercar las rentabilidades del mercado", y advierte de que "esta situación no se va revertir rápidamente".
Y es que, el mercado está presionando a Japón en el frente de la deuda: en mayo, una subasta de bonos recibió la demanda más baja desde 1987, e hizo saltar las alarmas, generando tensiones en los bonos de más largo plazo que recuerdan la gravedad de la situación en la que se encuentra el país.
Incapacidad de ajustar las cuentas
En los últimos días, la actualidad política en Japón está teniendo un papel destacado en la reacción que están teniendo los mercados de deuda. El Gobierno de Shigeru Ishiba está prometiendo que mantendrá el gasto que sea necesario para que el país alcance sus objetivos económicos, y para evitar el estancamiento, mientras la oposición promete, de cara a las elecciones del próximo domingo, 20 de julio, recortes de impuestos que empeorarían todavía más la situación fiscal del país.
Así, el Gobierno se encuentra ahora entre la espada y la pared, o más bien, entre las presiones de los mercados, y de los votantes: cada vez más encuestas indican que podría perder la mayoría, y tendría que pactar con partidos que promueven medidas fiscales de estímulo, lo que puede empeorar la sostenibilidad de la deuda pública japonesa. Tokio se está viendo obligado a suavizar sus medidas de responsabilidad fiscal, para intentar evitar un estancamiento económico que puede salir caro electoralmente.
Sin graves problemas mientras no se supere el 3%
La reacción que está teniendo el bono japonés responde a las políticas de final de estímulo que está llevando a cabo el Gobierno, aunque las haya suavizado en las últimas semanas por interés electoral. Por eso, para muchos analistas, la reacción del bono es normal, y consideran que no se ha llegado al punto de crisis. Es el caso de Masahiro Kihara, CEO de Mizuho Financial Group, el tercer mayor banco de Japón, quien está quitando hierro a la reacción de los mercados. A su juicio, "no está habiendo tensiones en el bono con vencimiento a 10 años, y mientras el 10 años esté bien, la situación estará bien", explica. Esto se explica por el argumento de que los bonos de más largo plazo son los que más tensión están sufriendo, pero son los que menos afectan a la economía real.
Para Kihara, teniendo en cuenta que el tipo de interés neutral en Japón es ahora de entre el 1% y el 1,5%, lo normal será que el bono se estabilice entre el 2% y el 2,25% de rentabilidad a vencimiento. Sin embargo, advierte de que la situación podría ser preocupante si se termina batiendo la cota del 3%. "Esos niveles serían aceptables, pero si se va por encima del 3%, eso empezará a castigar al presupuesto del país", explica. Hay que recordar que la bola de nieve de la deuda japonesa ha llegado a un punto en el que un cuarto de todo el presupuesto público anual del país está dedicado a refinanciar la deuda que irá venciendo a tipos más bajos. Y con medidas políticas cortoplacistas para intentar ganar las próximas elecciones, el problema solo irá a más.