
Lograr rentabilidades atractivas en los mercados financieros será cada vez más complicado en los próximos años. La volatilidad y la incertidumbre que están marcando este ejercicio son una clara muestra de ello. Los inversores vienen de una etapa caracterizada por circunstancias excepcionales, que en muchos casos han mitigado las caídas y, en otros, han impulsado las cotizaciones de acciones e índices bursátiles a niveles históricamente elevados.
La pandemia del Covid-19 fue una crisis sanitaria y económica de magnitud centenaria. Apenas una década antes, la crisis financiera global de 2008, también inusual, hundió los mercados y la economía en una recesión no vista desde la Gran Depresión. En ambos casos, la respuesta coordinada de los bancos centrales y las políticas fiscales expansivas de los gobiernos permitieron una recuperación, aunque a costa de un endeudamiento elevado que aún persiste. Paralelamente, el auge y consolidación de empresas altamente innovadoras en Silicon Valley ha transformado la economía global en apenas dos décadas, impulsando la productividad y revolucionando la vida cotidiana. Todos estos acontecimientos han sido excepcionales y poco habituales, difíciles de repetir en el futuro, aunque los desafíos a los que nos enfrentamos siguen siendo considerables.
Al analizar los PER (Price to Earnings Ratio) de los principales índices de la bolsa estadounidense, se observa que actualmente se sitúan muy por encima de sus medias históricas a largo plazo. En el caso de las principales bolsas europeas, observamos que, en general, presentan PER más ajustados, pero sus rentabilidades anualizadas han sido históricamente más modestas, aunque también han sido más generosas en el reparto de dividendos. La excesiva regulación y un mercado único europeo aún a medio construir lastran la productividad del continente europeo, lo que se refleja claramente en la evolución bursátil a largo plazo de sus grandes empresas.
Entonces, ¿dónde se encuentran hoy las oportunidades? Los PER más atractivos se observan entre las compañías de pequeña y mediana capitalización en Estados Unidos, que se concentran en índices como el Russell 2000. También presentan valoraciones más ajustadas los mercados emergentes que, aunque muy variados, se muestran arrastrados por el mal desempeño de las bolsas chinas en la última década.
En los próximos años, la inversión en índices debería de perder atractivo. Las políticas monetarias fuertemente expansivas de las últimas dos décadas han inundado de liquidez las economías desarrolladas y han acabado llegando a las bolsas en su conjunto. Si a ello unimos el desarrollo de campeones tecnológicos que han pasado a liderar los mercados, comprar un índice y esperar a que suba ha sido una estrategia rentable, pero en el futuro va a ser difícil que se repita.
Quienes busquen rentabilidades interesantes deberán confiar en los mejores gestores capaces de aportar verdadero valor a sus inversiones y, de esta manera, batir a los índices. Profesionales que tengan la capacidad de descubrir y seleccionar tendencias y compañías ganadoras, es decir, que mantengan su ventaja competitiva a largo plazo y se la trasladen al inversor en forma de revalorización bursátil. Un elemento clave es que el inversor particular debe tener la habilidad de detectar aquellos partners que verdaderamente son una oportunidad para él, y no caer en las estrategias de marketing que le lleven al error.
El MSCI World Equity Index, índice que agrupa a unas 1.600 compañías de referencia de 23 países del mundo, se ha revalorizado un 10,2% anual en los últimos ocho años. El S&P 500, aún más, ya que ha avanzado un 12,2% anualizado en el mismo periodo. Muy pocos inversores profesionales superan esas cifras y, de esta manera, logran aportar valor a sus fondos. Los gestores brillantes de verdad son aquellos que consiguen superar a estos índices de referencia en periodos largos, de entre 5 y 10 años. Además, tienen que haber experimentado una crisis para demostrar que el fondo tuvo capacidad de recuperación en periodos convulsos. Una manera de esconder errores muy habitual en esta industria es abrir fondos similares a los antiguos, de manera que los nuevos no arrastran las equivocaciones del pasado.
Yo siempre digo que se parecen todos en la calma, pero el carácter solo se ve en la tempestad.