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Especulación en el Espírito Santo

¿Quién es el culpable de las consecuencias económicas del las pérdidas del BES?

Texas, Estados Unidos, año 1858, dos años antes de la Guerra de Secesión. El doctor King Schultz (Christoph Waltz) y Django (Jamie Joxx) son dos cazarrecompensas encomendados a una necesaria y lucrativa misión: encarcelar (en el mejor de los casos) a los forajidos que perturban la violenta sociedad de la época y a los que la Ley no puede hacer frente con métodos ortodoxos. Incluido al despiadado y esnob terrateniente esclavista Monsieur Calvin J. Candie (Leonardo DiCaprio). Sin embargo, los riesgos a los que se enfrentan nuestros héroes no son pocos. Pondrán en juego su propia vida y la de los suyos. Todo ello sucede en la película Django desencadenado (Quentin Tarantino, 2007) de la que también hay versión en cómic (Planeta deAgostini, 2014) con guión de Reginald Hudlin y dibujos de R.M. Guéra, Denys Cowan y Jason Latour.

Bolsa de Lisboa, Portugal, año 2014, seis años después del estallido de la burbuja de las subprime. Las acciones de Espírito Santo Financial Group (ESFG) se desploman un 50 por ciento. Su activo más emblemático, el Banco Espírito Santo (BES) reconoce (pendiente de conformación de auditores externos) una exposición directa de 1.200 millones de euros a activos problemáticos de otras empresas del Grupo a través de préstamos y otros instrumentos, que serían susceptibles de sufrir pérdidas. A ello hay que sumar riesgos por valor de 850 millones de sus clientes minoristas a los que el banco podría tener que hacer frente a su pago. Eso sin contar con 2.000 millones más repartidos entre clientes institucionales de los que, parece ser, no se haría responsable. O los 875 millones que debía haber devuelto este martes a Portugal Telecom y cuyo impago le supone a la operadora que la composición accionarial en su fusión con la brasileña OI pase del 37 por ciento al 25,6 por ciento.

¿Quién es realmente el culpable de las pérdidas millonarias del grupo y de sus consecuencias para la economía portuguesa (y mundial)? Muchos apuntan hacia las agencias de calificación de activos que se han apresurado a rebajar las notas otorgadas a ESFG, ante su "continua opacidad". La nota de Standard & Poors pasa a B- desde B+ y Moody's le otorga un mísero Ca desde el anterior Caa2, cerciorando las "escasas posibilidades de evitar el incumplimiento de sus compromisos financieros". Otro chivo expiatorio propicio lo podemos encontrar en los medios de comunicación. Los mensajeros no son bienvenidos cuando se trata de dar malas noticias. Sin duda, investigar y publicar supuestos tejemanejes y contabilidades creativas de poco transparentes directivos tiene efectos colaterales. Como en los salones del Far West que exhibían carteles que rezaban: "Por favor, no disparen al pianista. Lo hace lo mejor que puede" en un intento de disuadir a los pendencieros vaqueros que descargaban sus colts a la menor ocasión. Sin embargo, en esta caza de brujas, la palma se la llevan los mercados financieros. En un comunicado publicado en la web de la Comisión del Mercado de Valores Mobiliarios (CMVM) de Portugal, Vítor Bento, Moreira Rato y José Honório, los nuevos administradores del banco portugués, tras los fulminantes ceses de Ricardo Espírito Santo Salgado, José María Ricciardi y José María Espírito Santo, se apresuraron a demonizar a los "malvados" especuladores que han descubierto el pastel del ESFG en una pueril arenga a inversores y empleados. Por si fuera poco, el organismo supervisor ampliaba esta semana la prohibición de ventas en descubierto del holding del Banco Espírito Santo en vigor desde el 4 de julio. Vender aquello cuya cotización se encuentra hinchada antes de que la burbuja estalle con el objetivo de volverlo a comprar más barato, es el loable cometido de los especuladores. Su actuación ajusta el precio de las acciones a su valor impidiendo que nuevos incautos piquen en el juego de trileros en el que oscuros directivos han convertido a la Bolsa. La imprescindible labor de estos cazarrecompensas modernos no está exenta de dolor. Muchos de ellos sucumben ante errores de cálculo. Las pérdidas de un especulador a la baja pueden ser ilimitadas. Los beneficios, por el contrario, siempre son limitados. Prestigiosos economistas como Manuel Conthe o Ramón Pueyo ya han justificado la ingrata labor de esta raza de especuladores han destapado fraudes como Enron, la deuda pública griega o, sin ir más lejos, la española Gowex. Como en el lejano Oeste, cuanto más malos son los forajidos, mayor es la recompensa.

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