
Adelantar el reloj con un objetivo: subir unos cuantos puestos en esas listas que aseguran que somos los últimos en productividad, los últimos en irnos a dormir, los peores en horarios laborales, los que tienen un prime time que coincide con el segundo sueño de nuestros vecinos en Europa... Pero, ¿todo esto se arregla con un movimiento de las agujas del reloj?
"No sé hasta qué punto es la variable más importante. Es como si te digo que voy a perder peso porque me he comprado unas zapatillas ultraligeras. Tendré también que cuidar mi alimentación. Es más, podría tener esas zapatillas, pero guardarlas en un armario y ni siquiera salir a correr. Es un tema muy complejo", dice Juan Fernández de Guevara, profesor de la Universidad de Valencia e investigador del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas. Tan complejo como la productividad, a la que ha dedicado un estudio y de la que dice que también dependen montones de factores, como el modelo de empresa, el sector, el tamaño y hasta la formación de los trabajadores.
Hay defensores de un cambio del modelo que algunos datan después de la Segunda Guerra Mundial -otra cosa de la que podemos culpar a los nazis- que ven en el regreso a Greenwich un punto de partida más que necesario. Ignacio Buqueras, presidente de la Asociación para la Racionalización de los Horarios Españoles, lleva años en ello. "Todos los años cambiamos dos veces los relojes, supuestamente por ahorro energético", cuenta.
Fin del presentismo
Pero a esto dice que hay que unirle objetivos más ambiciosos, como el fin del presentismo. Una enfermedad que no entiende de profesiones: "Le pasa al redactor jefe y al alcalde. Hasta que no se van no nos movemos de la silla", comenta. "La cultura presencial lo que esconde es la incapacidad de la clase empresarial de gestionar por objetivos. Como no saben hacerlo de otra forma, vigilan la presencia", afirma Rocío Moldes, profesora de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Europea de Madrid.
Cambiar costumbres como las comidas con sobremesas llenas de café y copa. Un toro de lidia difícil, por mucho que Buqueras explique que entre 30 y 45 minutos es el tiempo óptimo para primer, segundo plato y postre y que hay que desayunar bien en casa, "no a la hora y media de llegar a la oficina". Una fórmula de la que no se muestra tan partidario Juan Fernández de Guevara: "Este tipo de horarios están muy bien para conciliar y para satisfacer a muchos trabajadores, pero dígale a un obrero que trabaje de dos a cuatro, a ver qué responde".
"Nuestra España era así antes de la Segunda Guerra Mundial. En esa época, y desde el agricultor al rey, se comía a la una de la tarde y se cenaba a las ocho". Nuria Chinchilla, directora del Centro Internacional Trabajo y Familia de IESE Business School, es otra de las que aboga por un cambio de relojes para cambiar de estilo de vida. En su discurso mezcla economía, sociología y todo lo que se le ponga por delante. Habla de las consecuencias de estos horarios cainitas y eternos en la natalidad -recuerden, 1,32 hijos por mujer en España-, de entornos empresariales más humanos "y por tanto más rentables", de telediarios a las dos y a las ocho...
Ventajas para mujeres y niños
Buqueras señala que los más perjudicados de este modo de vida son las mujeres y los niños. Recuerda una conversación reciente con una directiva que vive desde hace nueve años en Bruselas, que tiene tres hijos y que suele estar en casa a eso de las cinco de la tarde. "Me dijo que España está muy bien para las vacaciones, pero que no volvería con esas jornadas laborales", dice. Chinchilla apunta que un horario racional conseguiría aumentar el poder adquisitivo de los empleados que son padres, ya que no tendrían que pagar a gente para que se encargue de sus hijos.
Por eso, asegura, las madres han sido "agentes de cambio". "Las empresas que tienen mujeres con hijos son las que han hecho más cambios y de forma más rápida. Cambios de los que, por cierto, nos beneficiamos todos", comenta. Que se lo digan a Clara Alonso, que fue una de las impulsoras en 2006 del cambio de hora de entrada y salida en la empresa de la que hoy es directora general, Signo Editores. "El 90% de la plantilla está formada por mujeres, y poder ir a recoger a los niños al colegio ha tenido solo consecuencias positivas: más motivación, ahorro energético, mayor rendimiento. No ha supuesto ninguna dificultad en nuestra comunicación diaria con clientes y proveedores".
Habría que plantearse si este poder de las madres no tiene un reverso menos amable, más allá del tópico que puede suponer que solo ellas puedan disfrutar de horarios laborales razonables. Como si los niños no tuvieran padre o el tiempo libre no tenga cabida en los que no tienen hijos. "Muchos reducen la conciliación a excedencia y reducción de jornada, lo que contribuye a la desigualdad y al perjuicio en la carrera profesional de las mujeres", dice Rocío Moldes.