Parece ser que los indicadores económicos señalan que la economía española ya ha alcanzado los niveles que tenía en el año 2007. Sin embargo, y según lo publicado en elEconomista, en el 2007 había 2,1 millones de parados y 3,7 millones a finales del 2016. No parece que la recuperación haya incidido en la creación de empleo ni tampoco en los altísimos índices de precariedad laboral.
¿Por qué? En 1848 Marx y Engels mantenían que las crisis económicas actuales no eran otra cosa que las respuestas del capitalismo a la sobreproducción y la decreciente tasa de beneficio. En esas crisis se destruían maquinaria, mecanismos de funcionamiento, procesos productivos y, desde luego, puestos de trabajo, que ya no servían para la siguiente fase post crisis, es decir, la recuperación.
Fue Schumpeter (1883-1950), quien se refiriera a este fenómeno bajo la denominación de destrucción creativa, es decir destruir o arrumbar maquinaria obsoleta y despedir mano de obra para recuperar, en otro estadio de la producción, la tasa de beneficio y entrar en un nuevo ciclo de competitividad. Para Schumpeter las crisis no sólo eran inherentes al sistema sino que, además, eran convenientes.
De ello pueden inferirse dos conclusiones. La primera es que el discurso oficial sobre la recuperación y el crecimiento como condiciones sine qua non para crear empleo, es falso y desmentido por los datos. En todo caso, tal y como evidencia la realidad, el empleo creado es casi exclusivamente precario y temporal.
La segunda es constatar cómo economistas, "puramente profesionales" de la realidad económica hecha de números, estadísticas y resultados contables, no reparan en el coste social que suponen las crisis y la salida de las mismas. ¿Qué tienen que ver estas técnicas y procedimientos con los DDHH? Cuando la Ciencia, el saber o la economía se tienen como fines en sí mismos olvidando al ser humano, y sus vicisitudes (en pleno siglo XXI), estamos ante una barbarie, eso sí, altamente cualificada.
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