
Para ver lo que viene sucediendo con los precios del petróleo, habría que volver al economista David Ricardo cuando hace, más o menos, 200 años, argumentaba en sus Principios de Economía Política que son los costes de producción y no, como se suele decir habitualmente, la relación entre oferta y demanda, los que regulan en última instancia el precio de los commodities. Pues aunque sea evidente que el binomio oferta/demanda influye en los precios finales, sin embargo, como demostraba Ricardo, el efecto de tal binomio sólo es temporal.
Hacia mediados de 2014, la producción global de petróleo superó a la demanda, con la consecuencia de que los precios iniciaron su descenso. Si, en julio de ese año, rozaban los 100 dólares/barril, en enero de 2015 estaban ya por debajo de los 50 dólares, para llegar en enero de 2016 a los 29 dólares. Un precio desde el cual ha ido subiendo paulatinamente hasta superar estos días la cota de los 50 dólares.
Datos que, desde el punto de vista de la producción de la OPEP, muestran aparentemente el funcionamiento clásico de oferta/demanda: en enero de 2015 se producían unos 33 millones de barriles, mientras que un año después, en enero de 2016, estaban por encima de los 34 millones, superando este agosto los 35 millones. Parecía que, contrariamente a lo que se pudiera pensar, a Arabia Saudí, gran regulador de la producción petrolera en la OPEP, le beneficiaban los bajos precios de crudo.
Pues en la reunión de noviembre de 2014 había forzado el mantenimiento al alza de la producción; para continuar con la misma estrategia hace justo un año. Una decisión que rompía lo que había sido la tónica general en la historia de la OPEP, cuando se acomodaba la producción al mantenimiento de altos precios del barril de petróleo. Muy distinta de la que se ha seguido estos dos últimos años, consistente en aumentar la producción para bajar los precios. Una nueva forma de gestionar la economía del petróleo cuyos bajos precios ha tenido efectos muy negativos en los productores tradicionales, como han sido para Venezuela, Rusia o Irán, por poner tres ejemplos distintos.
Y es aquí donde surge la olvidada teoría de Ricardo que considera que la clave de los precios de los commodities está en los costes de producción y no en los equilibrios entre oferta y demanda. Un hecho que este economista de la escuela clásica explicaba con el ejemplo de la producción de sombreros, cuando ese producto era en aquella época un commodity de uso común como lo es hoy el petróleo.
Y es aquí donde confluyen la geopolítica y la economía del petróleo, no sabiendo a ciencia cierta dónde comienza una y dónde termina la otra. Pues, para Arabia Saudí, que marca al final la estrategia de la OPEP, la clave está en el equilibrio entre cuota de mercado y costes de producción, y no entre oferta y demanda; pues logra beneficios en cualquier circunstancia, siempre que sea este país quien regule el mercado con sus criterios sobre un producto tan esencial como es el petróleo. Ya sea promoviendo una menor demanda global para tener importantes ingresos, logrando eliminar a aquellos productores cuyos elevados costes de producción no les permite seguir en el mercado, o rompiendo la cohesión dentro de la OPEP para tener al final la llave de las decisiones. Continuando, eso sí, con la alianza geopolítica que mantiene con Estados Unidos.
En el fondo, Arabia Saudí es el país más beneficiado en cualquier circunstancia, ya que su estrategia no se basa en mantener los elevados precios del pasado, sino en continuar siendo, en cualquier circunstancia, el director de orquesta de la economía del petróleo, jugando en cada caso la estrategia que más le beneficie: ya sea promoviendo la caída de los precios para sacar del mercado a los más ineficientes, o reduciendo la producción para subir los precios una vez que ha logrado tales objetivos.
Baste apuntar que, en los dos últimos años, han cerrado más de 100 instalaciones de fracking en Estados Unidos, al igual que se han paralizado otras inversiones en explotaciones antes muy prometedoras, como puede ser el caso de Vaca Muerta en Argentina, o también de múltiples prospecciones en aguas profundas en África, Asia e, incluso, en Brasil.
Una situación que a todas luces divide el mundo del petróleo entre ganadores y perdedores; en especial, cuando Arabia Saudí es el país que tiene los menores costes de producción, que no llegan a los 10 dólares/barril; cuando en el resto de los casos son mucho más elevados: Reino Unido, 44 dólares; Brasil, alrededor de los 35; o Venezuela o Nigeria muy por encima de los 25; sin olvidar el fracking estadounidense, cuyo coste medio se sitúa alrededor de los 22 dólares/barril.
Por no decir, que muchos países productores acumulan ya importantes déficit por los bajos precios de los últimos tiempos, en tanto que precisan de un precio fiscal determinado para mantener sus economías. Precio que, en la mayoría de los casos, está muy por encima de los 100 dólares. Conviene volver de vez en cuando a los economistas clásicos para entender lo que pasa.