Firmas

Los retos de David Cameron

David Cameron

El olfato político del primer ministro David Cameron, líder del Partido Conservador, ha vuelto a sorprender. Ha logrado la mayoría absoluta de 326 escaños. El líder laborista, Ed Miliband, y el demócrata liberal, Nick Clegg han dimitido ante la debacle electoral.

Su nuevo Gobierno se enfrenta a cuatro grandes retos. El primero, las relaciones con la Unión Europea. El primer ministro impulsará su promesa de convocar un referéndum para que los británicos decidan si abandonan la UE. Una concesión peligrosa para contener el malestar del ala derecha de los tories y el avance de los populistas antieuropeos y antiinmigración del Partido de la Independencia del Reino Unido.

Ahora es difícil una marcha atrás y Cameron, que no se considera anti-UE, se propone dejar la consulta como una pieza clave de su legado: promete recuperar poderes para el Parlamento, recobrar facultades para limitar la libre circulación de ciudadanos comunitarios y negociar un estatus especial para que el Reino Unido siga ligado al bloque. Esto profundizará la tensión con Bruselas. Los europeos no ofrecerán una Europa a la carta. No habrá una renegociación de las condiciones de pertenencia para uno de los miembros.

Otro reto es una mayor autonomía para los integrantes de la unión. De especial urgencia son competencias efectivas, más allá de las promesas, en Escocia para aplacar el separatismo. El auge de los independentistas del Partido Nacional Escocés de Nicola Sturgeon (a costa de los laboristas en Escocia) que han arrasado en los comicios convirtiéndose en tercera fuerza política en Westminster subraya esta necesidad.

Tras el referéndum separatista de septiembre pueden resurgir las tensiones. Cameron prometió un paquete de medidas para evitar el desastre. No ha cumplido ninguna. El creciente descontento escocés será una pesadilla recurrente en esta nueva legislatura y un importante instrumento de presión.

Continúan las exigencias para un mayor equilibrio e influencia. En definitiva, un nuevo federalismo británico.

Los conservadores tienen un grave problema con Escocia. Primero pidieron a los independentistas quedarse en la unión de cara al referéndum. Ahora ante la posibilidad de que sus diputados ganen democráticamente, llegaron a afirmar que un Gobierno formado con su ayuda no era legítimo.

Una peligrosa estrategia. Alimentan tanto el nacionalismo y el resentimiento inglés como el escocés. La voz de Escocia se oirá de manera alta y clara en el Parlamento. Y el mayoritario rechazo de los escoceses a la posibilidad de una ruptura con la UE será también un factor determinante en el futuro.

Es cierto que no se ha cumplido el pronóstico de fragmentación extrema y complicadas negociaciones para lograr mayoría parlamentaria. Pero, desde luego, Gran Bretaña se encuentra lejos de ser un país más estable contrariamente a lo sostenido por el vencedor.

Esos dos - y más difíciles - desafíos mencionados se los ha creado el propio jefe del Ejecutivo conservador. Un político por lo demás pragmático, que ya anunció hace un mes que no peleará por un tercer mandato.

Otra prioridad será dejar atrás la austeridad. Se han limitado amplias cuotas del Estado de bienestar entre las franjas más vulnerables de una muy fracturada sociedad.

Cameron es probablemente el jefe de Gobierno europeo que mejor ha sabido presentar la austeridad como un éxito. Ha mostrado los logros económicos de su gestión sacando a Gran Bretaña de la recesión a la que la sumió la crisis de 2008 con un crecimiento del 2,6 por ciento.

El de ahora ha sido un voto de confianza a sus duras exigencias económicas. No obstante, sus políticas de recortes sociales han intensificado y agrandado la brecha entre ricos y pobres (las mil mayores fortunas han llegado a duplicarse durante la crisis).

El Gobierno alardea de que la tasa de desempleo es una de las más bajas de la UE cuando la realidad indica que lo que se requiere es crear empleo real, no precario. Subir los salarios, que se encuentran en una histórica caída libre. El presente statu quo no sólo es injusto sino insostenible.

Por último, es necesaria una reforma del sistema electoral más acorde con el actual espectro plural. No hubo estabilidad en la última legislatura y no la habrá en esta.

Es claro que el sistema electoral mayoritario favorece drásticamente un bipartidismo obsoleto que ha perdido legitimidad. Gran Bretaña necesita un sistema proporcional.

Relacionados

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky