
Las pequeñas ciudades de China -es frecuente que superen un millón de habitantes- se han lanzado a urbanizar como si no hubiese un mañana, y pese al parón de la actividad constructora y la caída de precios de la vivienda construida, están preparando de aquí a 2030 tanto terreno que en él cabrían hogares para 3.400 millones de personas: la mitad de la población mundial.
El desequilibrio de este crecimiento es tan brutal que, en un gesto poco habitual en la política del gigante asiático, las autoridades centrales se han atrevido a criticarlo abiertamente a través de un análisis publicado por la agencia oficial Xinhua que afirma descarnadamente: "¿Quién va a vivir en esas zonas a urbanizar? Es todo un problema".
La nueva capacidad que se pretende añadir al mercado chino no sólo desafía la escala de un planeta con unos 7.400 millones de habitantes. Duplica, además, el actual censo del país más poblado de la Tierra con 1.400 millones de almas.
Lo cierto es que el gigante sigue necesitando nuevo suelo, pero sólo en las ciudades más grandes, que son también las que atraen más empleados. Se calcula que 100 millones de trabajadores emigrarán del campo a las urbes hasta el final de la década, pero lo cierto es que el pasado año sólo 1 de cada 10 eligieron pequeños centros de problación: el 90% prefiere las megalópolis.
La expansión desequilibrada añade aún más problemas a un país en el que hace tiempo que ya hay más viviendas de las que se necesitan. En los últimos cinco años se construyeron 10 millones de unidades anualmente, pero la demanda no llegó a superar las 8 millones de unidades por ejercicio.
Por eso el Gobierno central comienza a advertir a las ciudades más pequeñas de que se olviden de recaudar más gracias a las operaciones urbanísticas, y deja entrever una intervención súbita en caso contrario.