
El consejo de administración de Repsol culminará en su próxima reunión, el próximo 30 de abril, el proceso de separación de funciones entre el presidente y el consejero delegado, al atribuir al segundo, Josu Jon Imaz, "todas las funciones ejecutivas".
La culminación de este proceso, iniciado en abril del año pasado, se produce en línea con "las mejores prácticas del entorno" y responde al deseo de aplicar "un programa de traspaso ordenado y planificado en las funciones ejecutivas", explica Repsol en la información complementaria a la convocatoria de su junta de accionistas, que también se celebrará el 30 de abril.
El proceso comenzó con el nombramiento hace un año de Jon Imaz como consejero delegado y contó con una fase de transición encaminada a asegurar la estabilidad de la empresa y el éxito del nuevo modelo de división de poderes.
En esta fase de transición, el consejero delegado asumió la gestión ordinaria de los negocios, mientras que el presidente, además de desempeñar las funciones propias de su cargo, mantuvo "ciertas funciones ejecutivas adicionales".
Estas funciones ejecutivas adicionales se refieren básicamente a la responsabilidad sobre la dirección financiera de la compañía, al frente de la que se encuentra Miguel Martínez.
Tras los cambios anunciados el año pasado, Brufau había seguido siendo responsable de la Fundación Repsol, de la dirección de Comunicación y Presidencia, y de la actividad jurídica, liderada por el secretario del consejo de administración, Luis Suárez de Lezo, así como de la dirección financiera.
Por su parte, Jon Imaz asumió en ese momento la gestión de las grandes direcciones generales del negocio, que son las de estrategia, control y recursos, personas y organización, asuntos legales, exploración y producción, industrial y trading, y, en último lugar, comercial, química, gas y electricidad.
Brufau, una historia de supervivencia
Como máximo ejecutivo de la petrolera, Brufau ha sobrevivido momentos turbulentos como el asalto de su antiguo accionista de referencia Pemex y la expropiación de la argentina YPF en 2012.
El empresario ilerdense de 68 años se convertirá tras un previsible último mandato en el presidente más longevo en la historia de la petrolera, aunque ya será considerado como consejero externo.
Brufau traspasa los poderes tras conseguir otro de sus objetivos en la empresa, reforzar el negocio de producción y exploración de la compañía con la compra de Talisman por 13.000 millones de dólares.
El "upstream" siempre había sido uno de los puntos flacos de la española, especialmente tras quedarse sin los yacimientos argentinos.
La adquisición de la canadiense, que dará a Repsol presencia en más de 30 países, abre una nueva fase en la historia del antiguo monopolio petrolero español, seguramente más enfocada en el negocio de hidrocarburos puro y duro, después de periodos de zozobra política y luchas de poder en el seno del consejo de administración.
En su periplo por el antiguo monopolio petrolero español, Brufau ha ido contra la corriente europea al invertir en la modernización de las refinerías de Repsol, apuesta que justo da sus mejores frutos ahora con el desplome de los precios internacionales del crudo, que aumenta los márgenes de beneficio del negocio de "downstream".
Otras señas de identidad del empresario catalán en Repsol han sido su habilidad para vender la expansión internacional de la petrolera y la determinación de mantener un generoso dividendo que ha servido para endulzar las cuitas de accionistas de referencia como la constructora Sacyr.
Actualmente, la rentabilidad por dividendo de Repsol es del 8,3%, casi el doble que la media del sector en Europa, frente al 5,3% que ofrece la francesa Total o el 5,6% de la británica BP, según datos de Thomson Reuters.