
Una nueva sombra se cierne sobre la banca europea. Los test de estrés que realizará el BCE a partir de noviembre plantean ciertos interrogantes sobre cómo de serio se pondrá el futuro supervisor único y el impacto que sus pruebas tendrán sobre la fortaleza de las entidades, aún no completamente recuperadas de la crisis financiera que las hizo tambalearse. Cuestiones como el control que se aplicará sobre la exposición a la deuda soberana o las exigencias de capital ya preocupan, aunque la gran pregunta es de dónde saldrá el dinero si hacen falta más rescates.
Lo primero que tendrán que revisar las entidades europeas es su ratio de capital de máxima calidad, que se ha establecido en el 8%. Si bien los expertos creen que se darán prisa por elevar su colchón de capital y las provisiones antes de que comiencen las pruebas de esfuerzo, lo cierto es que no todas las entidades van a tener la capacidad de responder con la misma eficacia a esta exigencia.
En este caso se encuentran fundamentalmente las entidades de Francia, España e Italia, según estima el diario estadounidense The Wall Street Journal, a las que califica de "niños más problemáticos", aunque no serán los únicos. De los 128 grupos bancarios que se analizarán, veinticuatro son alemanes y 16, españoles.
"¿Cuáles serán las consecuencias de que estos bancos no puedan elevar su capital por sus propios medios con la suficiente rapidez para cubrir las pérdidas ocultas? ¿Podrá actuar como una red de seguridad el fondo de rescate europeo?", se pregunta el rotativo.
Porque, en caso de fallo de un banco, se aplicarán las correspondientes quitas a los acreedores y, de no ser suficientes, se apelaría a la ayuda del Estado. Solo en último recurso se procederá a usar el programa europeo de rescate. "Existe un compromiso explícito de contar con apoyos apropiados a nivel nacional cuando se lleven a cabo las pruebas", aseguraba ayer Mario Draghi.
El pasado mes de junio, el Eurogrupo aprobó limitar a 60.000 millones de euros la aportación del mecanismo de ayuda permanente (MEDE) -cuya dotación total asciende a 500.000 millones- para la recapitalización directa de la banca, a la vez que obligaba a los Estados a asumir parte del coste de un hipotético rescate. Así, de tener que socorrer a alguna entidad, la incipiente recuperación de los periféricos y, por extensión, de la zona euro, se vería perjudicada.
La exposición a la deuda soberana
Otra de las cuestiones que plantea es la referente a las carteras de deuda soberana bajo el control de los bancos. El BCE indica que se va a reforzar la supervisión sobre la exposición de las entidades a la deuda pública, pero no ha definido cuáles serán los parámetros que se aplicarán. Tras aprender la lección con Grecia, Bruselas es consciente de que estos títulos no están exentos de riesgo y la institución de preside Mario Draghi podría apretar las tuercas en este sentido, tal y como viene solicitando el Bundesbank.
Sin embargo, un giro muy drástico en el control sobre la deuda soberana afectaría de forma directa a dos sistemas bancarios aún en cuarentena, como el español y el italiano. Los bancos españoles figuran entre los mayores compradores en las emisiones de deuda y atesoran más de un tercio de los bonos y letras emitidos por el Tesoro Público. En Italia, el volumen de deuda transalpina en los bancos locales se eleva a un quinto de la emitida.
El BCE quiere que afloren los potenciales riesgos ocultos en los balances de los bancos antes de hacerse cargo de la supervisión bancaria a partir de noviembre de 2014 y ayer Draghi aseguró que no dudará en suspender a aquellas entidades que no superen las pruebas. Pero podría encontrarse en la tesitura de tener que optar entre "encender el pánico" con unas valoraciones muy estrictas o minorar los daños de un nuevo golpe a la banca, apunta el WSJ.
"Si aún hay mucha incertidumbre sobre la recapitalización de los bancos afectados en el momento en el que concluyan los test en octubre de 2014, el banco central podría estar menos dispuesto a suspender a esas instituciones", añade.