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En tiempos de bonanza las amistades son maravillosas, pero cuando llega un periodo de turbulencias esas relaciones peligran. Este es el caso de Colonial. La deuda tan alta, la crisis de liquidez entre las entidades financieras y la bajada del valor en bolsa tienen ahogada a la compañía y a su principal gestor, Luis Portillo.
El ejecutivo sevillano compró Inmocaral para comenzar su propio proyecto inmobiliario. Su objetivo era convertirse en una de los principales sociedades del sector en Europa. Para ello, llamó a varios colegas para que se unieran a su aventura. Así fue como se sumaron Rafael Santamaría, Domingo Díaz de Mera, José Ramón Carabante, Luis Nozaleda y Alicia Koplowitz.
En esos momentos, el dinero rebosaba y estos empresarios decidieron apostar por el proyecto de Portillo. El primer golpe lo dio el empresario sevillano al engullir Colonial <:CAR.MC:>, el segundo con la adquisición del 15 por ciento de FCC y el tercero con la compra de Riofisa.
La crisis de liquidez
Todos dieron el visto bueno a estas operaciones hasta que la crisis de liquidez entró en el escenario y los intereses de los préstamos empezaron a devorar a la compañía. De hecho, los gastos financieros representan la mitad de los ingresos totales del grupo, según los resultados de los nueve primeros meses del año que comunicó la compañía a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV).
A esta situación hay que añadir que la acción va cayendo en picado desde principios de año. La mala fama que acompaña al sector inmobiliario ha dejado su huella en la evolución de Colonial en el parqué. No es una exageración. La cotización ha caído nada más ni nada menos que un 35 por ciento. Un precio que a más de uno le ha traído un disgusto. Uno de ellos es Luis Portillo , ya que los préstamos que tiene contraídos tienen como garantía las acciones. Si el título baja las condiciones de esos créditos se recrudecen, explicaron a elEconomista fuentes financieras.
¿Perderá a sus aliados?
Pese a este panorama, los principales ejecutivos siguen sonriendo y si se les pregunta por la situación la contestación es la misma: todo está perfecto. Pero este escenario idílico ya ha cansado a algunos de los fieles aliados de Portillo. Y es que los socios del empresario sevillano también tienen sus propios negocios que tienen que sacar adelante con esta crisis financiera. Así que la paciencia se acabó y han empezado a apretar las tuercas al presidente.
No hay dividendos, la deuda es alta y con algunas compras no se ha conseguido lo que se quería y pesan sobre las cuentas, como es el caso del 15 por ciento de FCC. Unas quejas que se comentan en petit comité y se esconde a la opinión pública. "Ahora no se le puede echar la culpa a los gestores en un momento delicado, en el que las circunstancias han cambiado de la noche a la mañana", señaló a este diario uno de los principales espadas de la inmobiliaria. Y es que los trapos sucios se quedan en casa.
Con este escenario encima, Portillo ha empezado a mover ficha. Entre las armas que ha utilizado para recuperar la confianza del mercado es comprar acciones. Desde el pasado mes de agosto, el presidente de Colonial ha adquirido títulos que le han hecho pasar a controlar el 41 por ciento de la compañía, frente al 38 por ciento que manejaba. Los socios Domingo Díaz de Mera y Aurelio González han seguido los pasos del gestor y han dado varios golpes para pescar acciones de Colonial.
Los únicos que se han mantenido al margen han sido la familia Nozaleda, Alicia Koplowitz y José Ramón Carabante. De hecho, éste último ha vendido algún que otro título y es el único que no suscribió la ampliación de capital de 700 millones de euros. Dinero que se destinó para financiar una parte de la compra de Riofisa. El caso de Rafael Santamaría es excepcional porque se ha mantenido fuera de este proyecto desde el principio, ya que se embarcó en su propia aventura con Reyal Urbis. De hecho, su participación del 6,4 por ciento se venderá a José Ramón Carabante, tal y como pactaron en una opción de compra.
Movimientos en el accionariado
Pero aquí no se acaban las medidas que ha lanzado el ejecutivo. El pasado jueves la compañía comunicó al supervisor del mercado una transacción que le ha permitido elevar su autocartera al pasar del 4,3 por ciento, frente al 2,67 por ciento anterior. Estas operaciones cruzadas se realizaron al cierre de la bolsa el miércoles a precios que oscilaron entre los 3,97 y los 4,15 euros por acción. Unas cifras muy por encima de la cotización de la compañía, que cerró a 3,23 euros. Esta medida podría ir encaminada a animar el valor de la sociedad.
Pactos entre accionistas es otra de las tónicas que se están realizando estos últimos días. De hecho, Portillo ha acordado la venta de 10 millones de acciones al consejero Aurelio González por 3 euros cada una, según los archivos del regulador. González, que controla el 5,403 por ciento del capital a través de la sociedad Promociones González, se ha reservado el derecho a comprar estos títulos al precio convenido siendo el 20 de noviembre de 2008 la fecha límite para hacerlo. Estas operaciones fueron una de las especialidades de Enrique Bañuelos cuando dirigía Astroc. Esto no quiere decir que el futuro del ejecutivo sevillano sea igual que el de su compañero valenciano.
Muchos movimientos de ficha están llevando a cabo los aliados de Colonial y su principal ejecutivo. Lo llamativo es que ese baile de transacciones no tienen el mismo ritmo y no son unísonas, tal y como ocurría al principio de la aventura dirigida por Luis Portillo .