
El pasado mes de octubre, los bonistas de Abengoa comenzaron a ejecutar sus derechos y a quedarse con acciones de la filial Yield de la multinacional andaluza. Ésta cotiza en Estados Unidos y ya cuenta con una mayor valoración en bolsa que su propia matriz, una vez que ésta entró en preconcurso de acreedores. El equivalente al 5,8% del capital de Abengoa Yield se encuentra ejecutado y es posible sumar próximamente otro punto porcentual.
Además, en virtud de una acuerdo con Talos Capital, este inversor está en condiciones de recibir otro 14%, por lo que el porcentaje en manos de los bonistas va camino de situarse en el 21%, mientras la propia Abengoa ve decrecer su propia participación. Los tenedores de bonos están en su pleno derecho de llevar a cabo estas operaciones, en la medida en que se protegen ante la expectativa de que la multinacional andaluza no sea capaz de hacer frente a sus deudas.
Ahora bien, esta última se ve abocada a un escenario que quería evitar a toda costa, esto es, una reducción de valor del activo que constituye la auténtica joya de la corona del grupo, al tiempo que también está en riesgo la prima de control que los responsables de Abengoa podrían aplicar eventualmente a la venta de todo su paquete en la filial.
La circunstancia llega en un momento difícil en el que la empresa asegura que necesita una inyección de 100 millones para sobrevivir este mes, mientras la banca acreedora se resiste a llevar a cabo ese desembolso y los fondos de inversión, incluidos los llamados oportunistas, no están tampoco dispuestos a prestar ayuda. Crecen, por tanto, las dificultades para Abengoa, que puede verse obligada a ventas aceleradas de otros activos para sobrevivir.