El sector tecnológico vive un momento dulce, como manifiesta con claridad el mercado en EEUU. De hecho, el índice Nasdaq está a las puertas de repetir las cotas históricas que marcó en el año 2000, cuando se encaramó por encima de los 4.700 puntos. Sin embargo, a diferencia de lo ocurrido hace 15 años, detrás de los máximos no se encuentra ahora la gestación de una burbuja, como supuso la efervescencia de las entonces llamadas empresas puntocom.
Hoy en día, culminada la purga que ha sufrido el sector, y que sólo salvó a 31 de las empresas que cotizaban en el Nasdaq a principios de este siglo, el ámbito tecnológico ofrece unos cimientos mucho más estables, que empresas como Apple aprovechan para apuntarse unos resultados históricos.
No en vano la marca de la manzana arrojó, al cierre del ejercicio fiscal que terminó el 26 de septiembre, las mayores ganancias registradas en la historia empresarial: casi 54.000 millones de dólares. Con todo, resulta indudable que, detrás de esas cifras, más allá del boom de la informática y las comunicaciones y de la pericia en la gestión, actúan otras fuerzas. Los gigantes disfrutan un dominio casi total del mercado gracias a sus buscadores y sistemas operativos, como Android (Google) o iOS (Apple).
Junto a las dificultades que encuentran los usuarios para acceder a otras herramientas, hay más ventajas para los colosos, como el margen para que articulen su ingeniería fiscal; la facilidad de servirse de las redes de las telecos tradicionales sin contribuir a su mantenimiento y, sobre todo, la lentitud de la legislación para adecuarse al cambio en el sector. Los reguladores deben actuar, por tanto, para que lo que ya es un oligopolio en ciernes no se consume.