
La escalada de tensiones comerciales entre Estados Unidos y China sigue haciendo sombra sobre la economía mundial. Justo cuando entraron en vigor los aranceles del 25 y 10 por ciento a las importaciones del acero y el aluminio, respectivamente, orquestadas por la Administración Trump, Pekín contraatacó anunciando el viernes represalias por aproximadamente 3.000 millones de dólares que afectarán a un total de 128 productos.
Un portavoz del Ministerio de Comercio chino acusó a Washington de "establecer un vil precedente" y advirtió de que Pekín está dispuesto a defender sus intereses. "Si alguien impone una guerra comercial a China, lucharemos hasta el final", avisó el embajador de China en EEUU, Cui Tiankai.
Sin embargo, el Gobierno de Xi Jinping evitó hundir el dedo en la llaga y dejó fuera de su contraataque bienes clave para las exportaciones estadounidenses al gigante asiático, como la soja o las aeronaves de Boeing. Un hecho que pone de manifiesto que pese a que los tambores de una guerra comercial retumban en la lejanía, tanto Pekín como Washington todavía son escépticos a iniciar un ataque frontal.
Aún así, tras rubricar el decreto el jueves que abre la puerta a la imposición de aranceles adicionales de hasta 60.000 millones de dólares a China debido a lo que EEUU considera el robo de tecnología y propiedad intelectual, la Administración Trump cumplió con su palabra y presentó ayer su reclamo contra la segunda mayor economía del mundo en la Organización Mundial de Comercio.
"China parece estar rompiendo las reglas de la OMC al impedir a los poseedores de patentes extranjeras, incluidas las compañías estadounidenses, derechos básicos de patentes para evitar que una entidad china use la tecnología tras el fin de un contrato de licencia", alegó la oficina del Representante Comercial en un comunicado. En el mismo documento también se acusa al Gobierno chino de "imponer cláusulas contractuales adversas obligatorias que discriminan y son menos favorables para la tecnología extranjera importada".
Dicho esto, la granada de mano amparada por la Sección 301 de la Ley de Comercio de EEUU, no detonará de forma inmediata, lo que da pie a que Washington y Pekín a encontrar alternativas. Todo ello, bajo la intensa mirada de la comunidad internacional, que considera que una batalla comercial tendría como víctima colateral al crecimiento de la economía mundial.
"La percepción generalizada es que Trump ha dejado cierto margen para ceder y China se ha propuesto aumentar las importaciones de petróleo y soja, con el fin de ofrecer una imagen moderada y salvar las apariencias", determina Kim Catechis, responsable de mercados emergentes de Martin Currie, filial de Legg Mason.
Cabe recordar que la oficina comercial, liderada por el embajador Robert Lighthizer, todavía cuenta con un periodo de 15 días antes de presentar la lista concreta de productos a los que Washington penalizará con aranceles como indemnización económica por la usurpación de propiedad intelectual del gigante asiático. Una vez publicada, ésta se someterá durante 30 días al comentario del público, antes de poder aplicarse los gravámenes.
Paralelamente, las propuestas para restringir las inversiones chinas en EEUU que elabora el Departamento del Tesoro podrían tardar hasta 60 días en publicarse, es decir, Washington parece querer ganar algo de tiempo, como ha ocurrido con algunos aliados comerciales y los gravámenes al acero y al aluminio, antes de declarar oficialmente una guerra que los inversores no aprueban. Ello quedó demostrado en las caídas del 2,5 por ciento experimentadas el jueves por el S&P 500.
De todas formas, esta peculiar estrategia de la Casa Blanca ha generado malestar entre algunos legisladores republicanos como el senador Orrin Hatch, presidente del Comité de Finanzas del Senado. "Estoy profundamente decepcionado por la decisión de imponer aranceles globales para abordar un problema causado por China", dijo esta semana equiparando "los aranceles con impuestos".
Tampoco convence entre algunos de los países que han quedado exentos. De hecho, la tregua con condiciones extendida por Trump no terminó de convencer a los europeos. Los líderes de la UE concluyeron ayer sus dos días de cumbre con un claro mensaje para el estadounidense: la exclusión del acero y del aluminio europeo de sus aranceles debe ser permanente.
Reacción dispar en Europa
Sin embargo, los europeos aceptan de facto su demanda de explorar cómo pueden recortar el déficit comercial que EEUU mantiene con la UE. Un cambio de línea respecto al rechazo inicial de la CE de pagar un precio para evitar unos aranceles injustos. "Me parece altamente improbable cubrir todos los temas que tenemos que discutir con nuestros socios americanos antes del 1 de mayo, por lo que pedimos una exención permanente", dijo ayer tras la cumbre el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker.
Sin embargo, no todos los líderes comunitarios se encuentran cómodos con el nuevo postulado de Bruselas. "Da la impresión de que el presidente de EEUU quiere negociar con la UE poniendo un revólver en nuestra cabeza. No es una manera muy leal de negociar cuando somos socios históricos tan sólidos", aseveró el primer ministro belga, Charles Michel. Además, el presidente francés, Emmanuel Macron, aseguró que "no negociaremos con un fusil apuntando a nuestra sien".
Trump anunció el jueves que perdonaba temporalmente a la UE, además de a otros seis países, de las nuevas restricciones que entraron ayer en vigor. Pero daba al bloque comunitario cinco semanas para encontrar una manera para "progresar" en la reducción de los 100.000 millones de superávit comercial que registran con EEUU.
La tregua llegó tras el viaje relámpago del ministro de Economía alemán, Peter Altmaier, y la comisaria de Comercio, Cecilia Malmström, a principios de esta semana a Washington. La sueca acordó con la administración estadounidense crear un grupo de trabajo para tratar asuntos comerciales bilaterales, además de la sobreproducción de acero en el mundo, causada principalmente por China.
Juncker indicó que la mano tendida de Trump es señal de "nuestro papel como un socio en materia de seguridad y comercial desde hace tiempo". Además, valoró que Trump "reconoce que la UE es una entidad, que no puede ser divida en 28 partes", como ya intentó al tratar de negociar un acuerdo comercial con Berlín por separado, o tentar al Reino Unido con una exención solo para su acero.
Trump está consiguiendo que la comunidad internacional baile a su son. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, reconoció que en Europa no saben lo que Trump va a demandar, pero en las conclusiones de la cumbre "hemos transmitido que esto no nos gusta". Comentó que los socios buscan que la disputa se resuelva "con la mayor celeridad posible" y añadió que España también quiere concluir pronto las negociaciones como con los países del Mercosur.