Paul Samuelson ya no vive aquí, pero recuerda, con nostalgia, su época de estudiante en la Chicago University, hace ahora 73 años. El Premio Nobel de Economía en 1970 conserva una clara imagen de los años de la Gran Depresión, cuando "desde las ventanas de la universidad veía un mundo muy diferente del que describían los libros de texto, un mundo de gente pobre y de desesperación". Análisis en Ecotrader: El fantasma de la quiebra de GM se pasea por Wall Street.
Fue aquí, en Chicago, donde comenzó la aventura de Barack Obama y donde Samuelson estudió entre los neoclásicos y los conservadores, para terminar encontrando su propio camino. Un camino más intervencionista y keynesiano, ante la evidencia del desastre que se había consumado en aquella época. Primero con el hundimiento de la bolsa en 1929 y, después, con la Gran Depresión.
Entonces Samuelson abandonó el conservadurismo, que dominaba en su escuela de Chicago, para comenzar un recorrido muy diferente, que él mismo califica de centrista.
Los recuerdos se agolpan en su mente, pero entre ellos prevalecen, sobre todo, dos hechos que hoy, a sus 93 años, le proporcionan fuerza y al mismo tiempo estupor: la catástrofe financiera de los últimos meses, muy similar en su dinámica a la de los años 30, y la llegada de un afroamericano a la Casa Blanca. "Nunca hubiera creído que iba a ver ni lo uno ni lo otro. Ni me lo podía imaginar. A mis 93 años, todavía hay algo que consigue sorprenderme, un privilegio extraordinario para una persona de mi edad".
Profesor, ¿hay alguna otra cosa que consiga sorprenderlo?
La testarudez del género humano. Ésta era una crisis anunciada. Bear Stearns era el intermediario del Long Term Capital, la primera voz de alarma que sonó, hace diez años, para pedirnos que prestásemos atención a la situación. Pero hacer dinero a corto plazo era más importante que la certeza de la estabilidad a largo plazo. Lo que está meridianamente claro es que la culpa es nuestra.
Fue Wall Street el que abrió el camino del desastre económico, por el que, después, se puso a caminar el resto del mundo. Fueron nuestros profesores, algunos alumnos míos, los que desarrollaron teorías para la distribución del riesgo, que se mostraron después fatales por un simple error: no tuvieron en cuenta la insaciabilidad del género humano.
¿Qué quiere decir?
Imagine que tiene un bate de béisbol en sus manos y quiere hacer equilibrios con él. Si lo intenta, puede incluso llegar a mantenerlo derecho sobre un dedo. Pero si el bate se torna tan grande como el emblemático Empire State, entonces ya resultará imposible mantenerlo en equilibrio en la mano. Nuestro pecado fue el gigantismo incontrolado. Serán necesarias nuevas reglas. Pero atención, las reglas no pueden estrangular al enfermo.
¿Qué le preocupa al mirar al futuro inmediato?
Que el péndulo de la ideología se vaya demasiado a la izquierda. Me horroriza la idea de que el Senado pueda disponer de una mayoría de 60 votos demócratas, que impida el obstruccionismo. Eso significaría que se podrán realizar con absoluta libertad políticas que podrían ser muy dañinas para el país.
Por ejemplo, aumentar los gastos inútiles, para contentar a determinadas bases políticas. O reforzar los sindicatos, que han ocasionado muchos perjuicios al país con su excesiva rigidez, que tanto daño hizo a las automovilísticas.
¿Se volverá atrás, a poner en marcha políticas como el 'New Deal'?
Nunca se vuelve atrás. El mundo de hoy es diferente. Hay nuevos retos. Por ejemplo, los medioambientales, que son centrales para el desarrollo. El mundo cambia. Mi consejo es mirar hacia adelante. Es muy sencillo: que no se abandone el centro.
Soy un centrista porque sé, por la historia económica, cuáles son los peligros que se pueden derivar de los movimientos extremistas, tanto del excesivo liberalismo como de lo que experimentamos antes de la crisis, es decir de la excesiva centralización y rigidez. Mire, Marx y Mao eran unos imbéciles, que no tenían idea de cómo gestionar una economía. El nuevo presidente tendrá que situarse en el centro político.
Hablemos de un reto concreto. ¿Es partidario de salvar la industria automovilística, como se salvó la banca?
No. Y si se tiene que activar un paquete de ayudas, primero las empresas tienen que quebrar. Hay que tener el coraje de reconocer que los equipos directivos se han equivocado. Pero que también se equivocaron los sindicatos al reivindicar derechos que están fuera de los modelos competitivos internacionales.
Se necesitarán importantes paquetes para estimular la economía. ¿Le preocupan las consecuencias de todo ello sobre el gasto público?
Los estímulos son importantes. Pero tienen que ser inteligentes. Desde siempre se ha impreso dinero para reencauzar a una economía con dificultades. Sabemos cuáles son los peligros: la hiperinflación. También en el caso americano el proceso conducirá a la inflación. Pero no creo que la tasa vaya a superar el 10 por ciento.
¿Y Europa? Hay quien aconseja al BCE que se ocupe sólo de la inflación y del gasto público.
Que se olvide de esos consejos. No se puede razonar como si estuviésemos en una fase normal de ajuste cíclico, que puede superarse con pequeñas medidas. El reto es histórico y el BCE está actuando con cierto retraso. Tendrá que cambiar de filosofía. Tendrá que colocar la recesión por delante del peligro de inflación. Es una cuestión de inteligencia, no de reglas. Por eso, estoy seguro de que los Gobiernos nacionales ignorarán a Bruselas.
Me hacen sonreír las reivindicaciones de los burócratas que enarbolan los manuales. No habrá ni un solo país que pueda salvarse en solitario. Lo haremos todos juntos y por lo tanto estaremos y estamos todos en el mismo barco.
¿América está en declive?
La fuerza económica americana ha sufrido un duro golpe. No sé si conseguiremos recuperar el predominio económico del pasado. Pero sí estoy convencido de una cosa: que nuestra debilidad relativa se habría producido con o sin crisis, aunque sólo sea porque China y la India avanzan. Hablamos de globalización. Un fenómeno que se va a quedar. Eso sí, una pequeña ralentización no nos hará daño. Lo que necesitamos hoy es eclecticismo, no trampas legalistas.