
Theresa May ha puesto a prueba su estrategia de aunar consensos antes de activar mañana el Brexit con una visita a Escocia, territorio hostil hacia la salida de la Unión Europea y azote de la unión británica desde que hace dos semanas confirmase su determinación de convocar un segundo referéndum de independencia. En una muestra de normalidad democrática tras el atentado del miércoles en Londres, la primera ministra respetó hasta el último minuto la agenda previamente diseñada para preparar al país para el inminente divorcio.
Su destino de este lunes representa uno de los trances políticamente más arriesgados una vez invocado el artículo 50 del Tratado de Lisboa. Como prueba, esta misma jornada, 24 horas antes del arranque oficial del proceso, el Parlamento escocés aprobará finalmente la autorización para que la ministra principal solicite formalmente un nuevo plebiscito secesionista, tras haber pospuesto la votación hace seis días en solidaridad con la tragedia vivida en la capital británica. Un Brexit sin acuerdo: la hoja de ruta a lo desconocido de Reino Unido con consecuencias fatales.
Puesto que la propuesta no es vinculante, May ha tirado de retórica para que los escoceses olviden la idea, al menos de momento. Ante el reto que desencadenará la notificación del deseo de Reino Unido de romper con el bloque, la premier ha advertido de que no solo no procede una consulta, sino que el mero debate está de más. "Mi posición es muy simple y no va a cambiar, ahora no es el momento de hablar de un segundo referéndum de independencia", recalcó para zanjar la expectación generada por su primera visita a Escocia desde que Nicola Sturgeon detonase la bomba dos semanas antes.
Sigue el guión
Sus motivos son claros: el desafío de abandonar la UE recomienda "unirse, no separarse, para lograr el mejor acuerdo posible para el conjunto de Reino Unido". Además, forzar a los escoceses a posicionarse ante una cuestión de tal magnitud, "cuando nadie sabe cómo va a ser la situación", resultaría "injusto". Por ello, en su reunión con Sturgeon, organizada, según Downing Street, únicamente para analizar el inminente inicio del divorcio, Theresa May mantuvo la cordialidad, pero no se salió del guión: ni quiso evaluar la demanda, ni avanzar si, en un futuro, estaría dispuesta a considerarla.
Su cerrajón aumentó la frustración de Sturgeon, que cuenta únicamente con la vía de la persuasión para garantizar una nueva votación sobre la continuidad en Reino Unido. Sin el permiso de Londres, cualquier convocatoria carecería de validez y, de acuerdo con el círculo próximo a la ministra principal, esta es notablemente reacia a explorar alternativas como la puesta en marcha en Cataluña, con un referéndum unilateral que podría acabar reventándole en las manos.
Además, la escocesa está molesta por lo que considera una falta de consulta por parte del Ejecutivo británico, al que acusa de haber ignorado las demandas para mantener a Escocia en el mercado común. May, por el contrario, defiende haber protagonizado "conversaciones considerables" con los parlamentos que cohabitan en Reino Unido para obtener el mejor desenlace.
Sus esfuerzos, en cualquier caso, serán sometidos a examen ante la inevitabilidad de que numerosas partes del país que votaron Brexit acaben sufriendo el impacto de la salida. De acuerdo con un informe sobre las diferencias regionales en materia de dependencia de las exportaciones a la UE, empleo de trabajadores comunitarios y recepción de fondos comunitarios realizado por el grupo de estudio Demos, Gales, el noreste de Inglaterra y el interior -bastiones prorruptura el 23 de junio-, presentan una conexión vital con el bloque comunitario.
Por ello, pese a la determinación de May de lograr un acuerdo comercial que mitigue el abandono del mercado común, la incertidumbre que domina en la materia, sobre todo ante la inclinación de la UE por zanjar la salida antes de emprender negociación comercial alguna, las dejará ampliamente expuestas. No en vano, plazas que hasta ahora habían mostrado una mayor connivencia hacia Reino Unido, como Alemania, han endurecido el tono.