
En una entrevista en el diario francés Les Echos, el ministro de Economía galo, Emmanuel Macron, analiza la industria francesa, un año después del lanzamiento de la segunda fase del programa Nueva Francia industrial.
Invita a los dirigentes de empresa a priorizar la inversión productiva y la formación en lugar de los salarios y los dividendos. Asimismo, pide a los consejos de administración que respeten más a los accionistas, recordando que la ley no puede limitar la remuneración de los dirigentes. El ministro de Economía desea igualmente "ampliar la ley del trabajo".
Un año después del lanzamiento del plan, ¿cuál es el diagnóstico del estado de la industria francesa?
Observemos de dónde venimos. La industria francesa se desarrolló a través de un capitalismo de Estado y un capitalismo familiar. Se apoyó en empresas fuertes en su mercado interior, que posteriormente se extendieron a los mercados internacionales. A partir de los años 1990-2000, la industria francesa no aprovechó, en general, el giro a la subida de gama y a la robotización.
Algunos sectores tuvieron éxito diferenciándose por la calidad, como el lujo o la aeronáutica. Este no ha sido el caso de la electrónica o la máquina herramienta. El sector del automóvil, que se posicionó más bien en la gama media, ha vivido momentos muy duros. Estos errores han pasado factura. Hemos perdido más de un millón de empleos desde el año 2000. Y hemos comenzado esta década con una situación históricamente frágil.
¿Qué nos queda al final? Grandes grupos que permanecen en Francia a través de sus centros de decisión y han desarrollado sus operaciones en el resto del mundo. Un vínculo muy frágil a la hora de la mundialización. Y una mediana empresa muy débil porque no hemos logrado consolidar nuestras pymes y hacerlas crecer.
¿Cuál es la responsabilidad del Estado en este contexto?
El Estado cometió un doble error. El primero consistió en pensar durante los años 90 que no debía existir una política industrial, en una especie de fascinación por el fabless (sin fábrica), los servicios y el mundo financiero. El segundo fue la idea de que podía intervenir en sectores, realizar un colbertismo puntual, sin preocuparse de las condiciones macroeconómicas.
Y, actualmente, ¿el sector industrial va mejor?
La situación se está invirtiendo. Hemos hablado de sectores, examinemos la situación función por función. En I+D, somos competitivos porque ha existido una investigación académica eficaz, un buen nivel de formación y un dispositivo atractivo con el crédito de impuestos-investigación.
Pero la interacción entre el ecosistema académico y empresarial debe mejorar, aun cuando estos últimos quince años haya avanzado mucho. Al contrario, en los centros de decisión, asistimos a un verdadero factor de atracción: no somos competitivos en el plano fiscal y existen países que presentan más ventajas en el plano de la regulación o de la gobernanza. En este difícil contexto, necesitamos sin duda normas más estables y previsibles, una situación fiscal más atractiva y un gobierno irreprochable.
¿Y las fábricas?
En la función de producción, hemos recuperado buena parte de nuestro retraso en competitividad-coste desde los años 2000 gracias al pacto de responsabilidad, el crédito fiscal para la competitividad y el empleo (CICE, por sus siglas en francés) y el fin de la moderación alemana desde 2013. Pero es preciso controlar y mantener el impacto de esta devaluación fiscal. Y la clave es la moderación salarial.
¿Pide a los industriales franceses que moderen los salarios?
Les digo: "¡Prioricen la inversión y el empleo y la formación en lugar de los dividendos y los salarios!". Para reactivar la industria francesa hace falta tiempo y es preciso priorizar la inversión productiva. En cuanto a los salarios, es necesario priorizar negociaciones salariales lo más adecuadas posible a la situación de la empresa.
¿Esto significa ir más lejos que la ley 'El Khomri', que se limita esencialmente a la jornada laboral?
Sí. Será necesario ampliar el campo de la negociación colectiva en la empresa a otros ámbitos. Cuanto más nos orientemos hacia la empresa, más eficaz será. No podemos pretender amar la industria y rechazar las condiciones para su éxito. La opinión es inteligente y evoluciona. La mayoría de los franceses quiere trabajar, quiere progreso, es consciente de ello.
¿Qué otros mecanismos pueden reactivar la industria francesa?
El primer pilar es asumir una política de soberanía en los sectores en los que el lugar del Estado como accionista está justificado, como la defensa o la energía. Debemos asimismo mantener una política voluntarista y defensiva para los sectores indispensables para nuestra economía, como es el acero. Estados Unidos impuso derechos de aduana del 500% en algunos aceros laminados chinos, Europa se contentó con apenas el 20%.
Debemos modernizar las reglas antidumping en Europa. Y nos encontramos frente a países como Gran Bretaña, que muestran un enfoque mucho más liberal que nosotros y que no desean aumentar los derechos de aduana frente a países terceros. En mi opinión, es un error. No se trata de oponerse a la competencia, sino de ser inflexible con la competencia desleal. El segundo pilar de nuestra política industrial es la construcción de los líderes del mañana, con el label French Tech, el nacimiento de 1.500 startups cada año. El tercero es la transformación de nuestro aparato productivo, a través de la Nueva Francia industrial.
En un año, ha revisado totalmente su estructura...
La frontera entre productos y servicios tiende a desaparecer. Puse fin a 34 planes iniciales que encontré demasiado verticales y dispersos para concentrar el esfuerzo en nueve soluciones, como los objetos inteligentes o la movilidad ecológica. Son mercados a cinco años y no a 30 años. Y son los actores industriales los que aportan estas soluciones y no el Estado. Esta Nueva Francia industrial debe permitir un aumento de gama para ser más competitivos.
La matriz de todo esto es la industria del futuro, este programa de digitalización de la industria, que es la réplica de la famosa Industria 4.0 alemana. Incluimos a las pymes en este enfoque, con 1.500 empresas que ya han realizado una auditoría de su aparato productivo.
Realizar una auditoría está bien, pero, ¿cuántas pymes invierten después?
Si sólo se pone dinero, esto no funciona. En el pasado, el Estado abrió ventanillas con fondos públicos y siempre acudían los mismos a buscarlos: los grandes grupos. ¿Por qué? Porque la pyme no estaba al corriente o pensaba que era demasiado complicado. Algunos sectores virtuosos han sabido impulsar sus pymes, como el aeronáutico, pero otros las han debilitado con una política centrada en la reducción de costes. El plan para la industria del futuro permite conectar este asesoramiento con apoyos financieros (fondos propios, préstamos, ayudas fiscales) hasta un total cercano a los 10.000 millones de euros. Lleva a cabo asimismo una verdadera política de formación de los trabajadores en la empresa.
¿Cuáles son los primeros productos procedentes de la 'Nueva Francia industrial'?
Cabe mencionar el vehículo autónomo, el avión eléctrico E-Fan, licitaciones de proyectos sobre el hidrógeno... En total, se han apoyado 1.000 proyectos.
Pero, todos estos proyectos existían ya antes de la 'Nueva Francia industrial'...
Sí, pero antes existían estrategias divergentes y no coordinadas. Cuando convertimos dos litros de cada 100 en una de las soluciones de la Nueva Francia industrial, esto permitió reunir a Michelin, Renault, Valeo, Faurecia y PSA. Si el Estado no impulsa la iniciativa, las empresas no se sientan alrededor de la mesa. Nuestro papel es focalizar los presupuestos del Programa de Inversiones de futuro (PIA, por sus siglas en francés) en prioridades. Esto evita estrategias no cooperativas entre actores franceses y un despilfarro de financiación pública.
¿Qué respondería a los que le reprochan haber dedicado mucho tiempo a la política en detrimento de su actividad de ministro?
Los que me reprochan esto no han comprendido que desde mi nombramiento como ministro, he desempeñado un papel político. No existen, por una parte, los ministros técnicos y, por otra, los políticos. La política es la transformación de lo real y espero que aquellos que, en realidad, hacen política partidista, digan cuál es su propuesta para transformar el país. Asumo plenamente haber creado un movimiento político, porque pienso que es el único modo de reestructurar la oferta política francesa. Mi movimiento, En Marcha, ¿me quita tiempo de mis obligaciones de ministro? No, ¡observe mi agenda! Todos esos reproches no me inquietan. Al contrario, revelan que la política es efectivamente considerada por muchos de los que viven de ella como una profesión regulada. Esto es lo que debemos cambiar.
¿Cuáles son sus consignas sobre la remuneración de los dirigentes?
Evitemos la respuesta inmediata, que consiste en decir: "Tenemos un problema, hagamos una ley". Resulta hipócrita declarar "limitemos la remuneración de los dirigentes a 100 veces el SMIC (salario mínimo en Francia)", mientras que, según la Constitución, la ley no puede limitar la remuneración de los directivos con un tope fijo.
Por otra parte, ¿por qué limitar el debate a los directivos? ¿Qué pasará con los artistas? ¿Y con los deportistas? A este respecto, la responsabilidad es doble. Se trata, en primer lugar, de la responsabilidad de los propios dirigentes que deben velar para no perder el vínculo con la realidad de la empresa y del mundo en el que viven. Y, por otra parte, es la responsabilidad de los consejos de administración de fijar el nivel aceptable.
Esto es lo que defendimos en Renault como Estado accionista. Una de las debilidades francesas es que existen consejos de administración que no respetan lo suficiente a los accionistas. Existe demasiado a menudo la connivencia con administradores a veces demasiado afines a los dirigentes.
¿Cuál es la solución adecuada?
Una buena solución para salir del paso es que la junta general de accionistas defina al menos el marco general de la remuneración de los mandatarios sociales y que pueda influir en la decisión individual anual en caso de conflicto sobre el nivel de remuneración.
Antes de criticar a Renault, ¿el Estado no debería poner en orden su propia casa, teniendo en cuenta la situación de muchas empresas públicas?
El Estado ha sido un accionista incumplidor en algunos casos como Areva, en la estrategia o la elección de los dirigentes. Lo asumo y, por esta razón, hemos cogido las riendas. No estigmaticemos al Estado, sin embargo. También managers privados han cometido grandes errores industriales... Me refiero, por ejemplo, a Alcatel-Alsthom. En Renault, seamos claros: hemos desempeñado nuestro papel de accionista en la gobernanza pero apoyamos totalmente a Carlos Ghosn en su estrategia industrial.
¿Tiene intención el Estado de ceder su participación en PSA?
PSA es un muy buen ejemplo de Estado accionista útil: hemos intervenido en una situación de estrés, hemos encontrado un nuevo manager en la persona de Carlos Tavares, el grupo ha salido adelante, es una excelente operación patrimonial para el Estado, que tiene una plusvalía latente de varios cientos de millones de euros. No tenemos vocación de participar indefinidamente en el capital pero nos preocupamos por mantener el equilibrio entre los accionistas.
Entrevista realizada por N. Barré, D. Seux y E. Grasland.